¿Cómo será la “arqueología literaria” de fines del siglo XXI y principios del siglo XXII, cuando haya que rastrear los arcaicos papeles, cartas y eso que antaño se llamó “manuscritos” en la memoria de los dispositivos electrónicos? ¿Habrá coleccionismo digital de aparatos y de lo que se preserve de redes sociales, aunque quizá la minucia de los procesos creativos no se pueda reproducir con idéntica fidelidad o rigor, como se supone lo permitía el papel? La elucubración tecnológica viene a cuento de una última gran venta de archivos que pertenecieron al escritor francés Marcel Proust (1871-1922), un lote de 70 manuscritos, cartas y libros de la colección personal de Marie-Claude Mante –una de las tres sobrinas nietas del autor de En busca del tiempo perdido, hija de Suzy, la única sobrina del escritor–, que se subastaron por 750.000 euros. La oferta más alta fue para uno de los primeros borradores de uno de los pasajes de Por el camino de Swann, que se vendió por 132.500 euros, mientras que su precio de salida se había estimado entre 30.000 y 50.000 euros.

Casi un siglo después de su muerte, el archivo subastado alumbra pormenores de la vida privada de Proust, como la relación que mantuvo con el gran amor de su vida, el músico de origen venezolano Reynaldo Hahn (1874-1947). Hay margen para el asombro del hallazgo, aunque parezca mentira. “Es sorprendente que en una colección familiar todavía haya cosas inéditas, aún no publicadas”, afirmó Benoît Puttemans, especialista de la casa de subastas Sotheby’s. No todos los documentos eran inéditos. Muchas de las cartas y manuscritos ya se habían visto o publicado, como las 138 cartas que le dirige el editor Gaston Gallimard. Estas cartas permiten entender la compleja relación con la editorial que inicialmente rechazó la publicación de su obra. El conjunto de estas cartas, cuyo valor estimado se calculó entre 100.000 y 150.000 euros, se vendieron por 93.700 euros. Entre los materiales desconocidos, hay nueve cartas de Hahn a Proust, una nota de gastos del Grand Hôtel de Cabourg, y libros dedicados de contemporáneos como André Breton (1896-1966), Philippe Soupault (1897-1990), Charles Maurras (1868-1950), Maurice Maeterlinck (1862-1949) y Blaise Cendrars (1887-1961).

Hahn, el gran amor de Proust, no aparece velado bajo ningún personaje de En busca del tiempo perdido, pero sí está en Jean Santeuil, novela inconclusa, probablemente escrita entre 1896 y 1900, en la que relata la vida de un joven preso de pasión por la literatura en el París mundano de finales del siglo XIX. Esta novela inconclusa fue publicada póstumamente por Bernard de Fallois (1926-2018) en 1952. “El genio de la memoria, que da la vuelta a la tierra más rápidamente que la electricidad, y que con la misma rapidez da la vuelta al tiempo, le había depositado [en lo pretérito] sin que pudiera advertir ni siquiera el transcurso de un segundo. La electricidad no invierte menos tiempo que la memoria en conducir a nuestro oído, apoyado al auricular del teléfono, una voz muy lejana –se lee en el primer capítulo de Jean Santeuil–. La memoria... ese otro poderoso elemento de la naturaleza que como la luz y la electricidad, en un movimiento que de puro vertiginoso se nos antoja un inmenso reposo, una especie de omnipresencia, está a la vez en todas partes alrededor de la tierra, en las cuatro esquinas del mundo, en donde palpitan sin cesar sus alas gigantescas, como las de uno de esos ángeles que la Edad Media imaginaba”. En una de las cartas de Proust a Hahn, le escribe: “Quiero que usted esté [en la novela] todo el tiempo, pero como un dios disfrazado al que ningún mortal reconoce”.

Jean-Yves Tadié, biógrafo del escritor, responsable de la edición crítica canónica en Gallimard y autor del texto que encabeza el catálogo de la subasta, advirtió que las revelaciones filológicas, para los estudiosos, son escasas; pero “la parte afectiva es considerable”. En una carta de Hahn, de 1898, el músico venezolano le reprocha no tener novedades, después de la muerte del poeta Stéphane Mallarmé: “Todo en la vida es cuestión de malentendidos, quizá usted piense que yo prescindo de sus noticias: es un signo de que usted prescindiría fácilmente de las mías: pero nunca me desanimaré mientras sienta por usted un gran afecto”. En el lote que perteneció a Marie-Claude Mante hay un dibujo inédito de Proust en el que aparece Hahn con el nombre de alguna de sus obras musicales en el vestido, y otro del escritor francés en el lecho de su muerte, obra de uno de los artistas que lo retrataron, Jean-Bernard Eschemann, que se vendió a 45.000 euros. En estos papeles y manuscritos que sobreviven a la obsolescencia programada de las tecnologías, emerge la intimidad un escritor que supo tempranamente que el único modo de vivir su vida fue escribiendo novelas.