"Pacho, voy a viajar a acompañarte". La voz en el teléfono de Analía Kalinec, integrante de Historias Desobedientes, llenó de orgullo a Francisco "Pacho" Reydó, que el miércoles declaró en la causa Feced III por su propio secuestro y desaparición, el 14 de octubre de 1976. Analía es militante de UTE, el gremio docente de Ciudad de Buenos Aires, como Pacho, uno de los "maestros villeros" en la villa 21.24 de la Capital Federal. Fue la segunda vez que Analía asistió a una audiencia de un juicio por delitos de lesa humanidad: la primera fue como público, no como familiar al inicio de la causa por los crímenes cometidos en el circuito Banco-Atlético-Olimpo, en la que su padre, Eduardo Kalinec, alias "Doctor K", recibió una condena a prisión perpetua.

Cuando Pacho terminó su relato, en el que le tocó detallar las torturas sufridas, Analía lloraba. La jueza Lilia Carnero, presidenta del Tribunal Oral que juzga a 13 represores, le preguntó si quería agregar algo. Pacho agradeció a todos sus compañeros. "Tengo el orgullo de que la compañera Analía me esté acompañando en este momento", dijo y agregó: "Estoy convencido de que Historias Desobedientes surge a partir de los juicios, de los 30 mil compañeros desaparecidos, de las Madres, de las Abuelas, de nosotros desaparecidos. Si los juicios no se hubieran llevado adelante, Historias Desobedientes no hubiera existido, no se hubiera identificado nunca a los genocidas", dijo Pacho Reydó después del cóctel de emociones del miércoles.

Analía tiene 38 años. Nació en 1979. Es docente, psicóloga y está estudiando Derecho. Madre de un adolescente de 14 y un niño de 10, hasta 2005, cuando su padre cayó preso, sostenía una relación afectuosa. Incluso, fue a visitarlo a Marcos Paz y consideró que había revanchismo. Pero en algún momento empezó a leer las causas, y decidió escribir otra historia. Hoy es militante de UTE y de Historias Desobedientes. "Después del testimonio, con Pacho nos abrazamos fuerte", contó Analía. Su presencia es una prueba palpable de cómo los juicios producen efectos en la actualidad. De su necesidad. "Siguen apareciendo nuevos compañeros desobedientes, esta semana conocimos a un nuevo compañero de provincia de Buenos Aires. Tenemos funcionamiento, estamos preparando un primer encuentro de hijos de genocidas, definiendo un poco más los objetivos, el sentido de encontrarnos, más allá del primer momento de encuentro, catarsis, emoción, empezamos a delinear nuestro sentido político", describe el momento en el que se encuentra Historias Desobedientes.

Para ella, fue intenso escuchar a su compañero de militancia. "Es entender que esto sigue pasando y si bien uno lo conceptualiza, lo tiene claro, es hacerlo carne también. Es entender que sigue estando presente, que el daño es irreparable, y también que hay personas como mi papá que podrían hablar y siguen eligiendo callar". Desde hace tres años, Analía forma parte de la organización de base de CTERA. "Son vínculos diferentes a lo que yo podría haber entendido en cualquier otro orden de la vida, son compañeros de militancia. El cariño y los modos de vinculación que se dan en la lucha colectiva, se dan en ese marco. Cuando empecé a militar en UTE, ya fue haciendo pública mi condición de hija de genocida y siempre tuve un abrazo", se explayó.

Los juicios están vivos, muestran su vitalidad en cada audiencia. Pacho se sentó por tercera vez ante un tribunal, pero por vez primera lo hizo por su propia historia. Fue secuestrado el 14 de octubre de 1976 y estuvo 32 días desaparecido. El 17 de noviembre lo mandaron a Alcaidía para que se recupere de las heridas de la tortura. En enero de 1977 fue trasladado a la cárcel de Coronda y recién fue liberado el 18 de mayo de 1979. Cuando lo secuestraron, buscaban a Alicia Pogetti, que era su novia, y también la presidenta del Centro de Estudiantes de Comunicación Social. No la encontraron.

Para Pacho, esta declaración fue "la más dura, porque tuve que hablar de mi tortura, cosa que antes no había hecho, tuve que describir mi tortura". Sobre el paso del tiempo, admitió que "te cuesta cada vez un poquito más". Después de hablar durante una hora y media, siente que ese testimonio es "totalmente liberador". Y admite: "Cuesta un poco más, porque yo estoy cada vez más sensible, debe ser el paso del tiempo, lloro mucho cuando relato esto, porque me angustia". Sigue siendo un militante, ahora desde su lugar en el gremio docente y también como maestro en la villa 21-24, de CABA, donde enseña formación ética y ciudadana, y brinda a sus alumnos herramientas para enfrentar la violencia institucional, una realidad cotidiana para ellos.

Pacho brindó uno de los seis testimonios que se escucharon en la audiencia del miércoles de la causa Feced III, en la que el fiscal Adolfo Villate tiene a su cargo la acusación contra 13 represores de la llamada patota de Feced ante el tribunal Oral integrado por Carnero, Aníbal Pineda y Eugenio Martínez.