Es por muchos sabido que Tom Hanks –actor, productor, buen tipo oficial de los Estados Unidos– adora las máquinas de escribir. A punto tal que escribe en ellas, al menos, una vez al día; las colecciona desde los años 70; ha desarrollado una exitosísima aplicación, Hanx Writer, que reproduce la experiencia de escribir a máquina en el celular (emulando el color de la tinta, el sonido de las teclas, el ¡ding! al pasar la barra al siguiente escalón...); por citar unas pocas pruebas de su evidente devoción. Y aunque es un tipo de lo más tranquilo, no le titubea la voz al decir que lo enoja, ¡sí que lo que enoja!, ver cómo hoteles cool usan typewriters como decoración chic, condenándolas a la obsolescencia. “Van a volver y les digo la razón: pueden hackearte la PC, pero nunca podrán hackear la máquina de escribir”, asegura Hanks cuando tiene ocasión. Pues, si hacía falta otra demostración de amor, la demostración acaba de llegar al país, traducida al castellano: se trata de Tipos singulares, libro de relatos cortos de Tom, que ha hecho con estas 17 historias su debut como autor. Editado originalmente el pasado octubre en Inglaterra y Estados Unidos (en ambos, un best-seller) y vendido a más de 21 países, Hanks ha escrito cada relato en una máquina de escribir distinta; y sí que tiene de dónde elegir, incluyendo su repertorio eclécticos modelos de Remington, Royal, Smith Corona Skyriter, Olivetti, Groma, Hermes, y así. No sólo eso: aparecen en las propias historias las queridas máquinas; a veces como una mera pincelada, apenas una mención, en otras con un rol de peso. Aparecen con Hank Fiset, el reportero de raza que intenta aggiornarse a la era de Internet; aparecen en cuentos como Nochebuena de 1953, y son vital parte de Estas son las meditaciones de mi corazón (donde una muchacha recibe una inesperada y veloz clase de máquinas de escribir cuando intenta arreglar una versión plástica que no merece llamarse así). Y aparecen también entre cada cuento, gracias a las fotografías del artista Kevin Twomey, que ofician de separadores y, en cierto modo, refieren a la historia que vendrá.