Cindy Sherman (1954) y Richard Prince (1949), a través de sus fotografías, como suele suceder en la tradición pop, ponen en evidencia, critican y analizan aspectos arraigados de la cultura de masas, al mismo tiempo que, como casi toda rebeldía, queda subsumida y muestra el deseo (secreto o explícito) de pasar a formar parte del sistema que critica.

En las obras de ambos puede rastrearse, entre otras cosas, una arqueología de la apropiación (de imágenes, objetos y estéticas de la cultura popular) que tienen, entre otros, figuras fundacionales como Marcel Duchamp a comienzos del siglo XX, y Richard Hamilton y Andy Warhol a partir de mediados del siglo pasado.

Citar sin comillas, es decir: tomar como propio lo que otro ha hecho, dicho, escrito, pensado, realizado, imaginado, es constitutivo de la cultura de masas, donde la idea de originalidad se diluye en la puesta en cuestión de la autoría y la propiedad intelectual, junto con la ampliación del campo de lo artístico por el borramiento de sus límites.

El Malba presenta en estos días y hasta fines de octubre, una antología de 34 fotografías, en su mayoría de gran formato, que abarcan un arco temporal de cuatro décadas, y que en conjunto conforman dos breves pero contundentes exhibiciones individuales, provenientes de la colección del Museo Astrup Fearnley de Oslo.

La exposición cuenta con la curaduría de Victoria Giraudo (curadora  jefa del Malba) y Gunnar Kvaran (director del Museo Astrup Fearnley). 

Las fotografías de Sherman y Prince que salieron al ruedo en los años setenta, generan un proceso lleno de paradojas porque hacen de la apropiación una parte importante de su estilo. Especialmente en Prince, donde lo ajeno es lo propio en un ida y vuelta espiralado y complejo.

A través de ese procedimiento que tiene distintos grados que van de la apropiación a la remake de elementos y escenas que toman de fuentes de la cultura masiva como el cine, la publicidad y la moda, denuncian prejuicios y encasillamientos constitutivos de la cultura norteamericana dominante.  

En el caso de Cindy Sherman, su propia imagen y su cuerpo resultan muchas veces la materia prima de sus fotos.

Algo muy parecido sucede con la obra de Richard Prince, quien viene trabajando sobre imágenes publicitarias y últimamente de Instagram, a las que les da un encuadre, una materialidad y un tratamiento reveladores que terminan transformándose en propios, producto de inteligentes estrategias estéticas.

Lo que puede verse en la selección exhibida es que mientras en Cindy Sherman hay ironía y un recorrido que atraviesa ciertos aspectos de la historia del arte –en la que su obra se inscribe sin duda– para señalar, por ejemplo, prejuicios machistas y estereotipos femeninos, en Richard Prince hay al mismo tiempo denuncia y cinismo corrosivo sobre ciertos aspectos claves de la iconografía norteamericana.

Cowboy, 1999, de R. Prince.

Sobre la serie de fotos de Sherman de fines de los años ochenta inspirada en retratos históricos de viejos maestros de la historia del arte, la artista, que apunta a cuestionar las convenciones de un género, declaró en una entrevista citada en el catálogo: “Soy bastante más ignorante sobre pintura antigua e historia del arte que la mayor parte de las personas que participan del mundo del arte; así que realmente no lo tomo demasiado en serio. Como el seno en Untitled #216, que se ve como un pomelo cortado a la mitad incrustado en el pecho de una persona, y el bebé, que se ve artificial porque efectivamente es de plástico. Pero el caso es que en las pinturas de los Antiguos Maestros muchos de los senos no parecen reales o los niños son muy musculosos, como luchadores en miniatura. Posiblemente entonces también estoy comentando sobre por qué creemos que estas cosas son obras maestras. ¿Por qué pensamos que son tan geniales?”. 

Respecto de Richard Prince y su serie sobre cowboys, en el catálogo de la muestra se explica que el artista “refotografía las imágenes del vaquero de las publicidades de cigarrillos Marlboro [...] En estas piezas, el foco se desplaza de una publicidad de cigarrillos a un motivo aislado en el que podemos identificar valores de mucho peso en la sociedad norteamericana, como la libertad, la nostalgia de la vida campesina y la cultura masculina [...]”.

En la cuestión específica de la apropiación, desde la aparición de las buenas cámaras de celular, de la selfie, del turismo como plaga, del arte como posproducción y del triunfo de la posverdad, las obras de Sherman y Prince conforman un capítulo en la arqueología de las apropiaciones.

O tal vez, mientras la vida cotidiana en estas pampas nos ofrece la más veloz transferencia de recursos de abajo hacia arriba, por parte de un Estado que actúa en representación de intereses privados, haciendo de la apropiación una cuestión de Estado, podemos pensar que la apropiación de imágenes en el mundo del arte queda relegada a una nota al pie en la historia del apropiacionismo. La fuerza desbordante del contexto (que una lectura crítica no debe ignorar, porque el contexto modifica el sentido de las obras) hace que una parte importante del sentido de las fotografías de estos artistas, que en algún momento fue sintomático y anticipatorio, resulte, aquí y ahora, redundante.

Más allá de toda consideración de sentido, la obra de Cindy Sherman deslumbra por su potencia visual, de una extraña e hipnótica belleza.

* Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415. Jueves a lunes, de 12 a 20. Martes, cerrado. Miércoles, de 12 a 21. Hasta el 29 de octubre.