1 Ninguna frase tiene un único sentido. Los psicoanalistas lo sabemos bien, y los políticos también. Siempre hay lecturas múltiples, porque todo discurso requiere ser pensado en función del relator, de su hora, de quiénes lo reproducen y de los numerosos destinatarios a quienes se dirige. Y agreguemos que no se trata solo de distinguir entre el llamado sentido manifiesto y su significación inconsciente. También la conciencia puede condensar referencias diversas, aunque, desde ya, no siempre advertidas a tiempo. En algunos casos nuestro objeto de análisis podrá ser algo dicho como al pasar o bien que no concitó mayor atención; en otras ocasiones, podrá ser una frase que sí se instaló con fuerza, aunque pareció coagular una razón fija y solo tardíamente nos dimos cuenta de lo que ya se anunciaba previamente. 

2 A poco de empezar el gobierno de Mauricio Macri, y cuando rápidamente comenzaron a hacerse notorias las consecuencias de sus decisiones, muchos de sus votantes se lanzaron a señalar “hay que darle tiempo”. Si alguien criticaba alguna medida, de inmediato escuchábamos “hay que darle tiempo”. 

Esta respuesta podría parecer, a primera vista, sumamente razonable, salvo que le prestemos atención. En efecto, a nadie se le ocurriría pensar que un problema (económico, social, etc.) podría resolverse de inmediato, así como no podemos esperar que una fuerte gripe se nos pase con la toma del primer antibiótico. Sin embargo, esa naturalidad que parecía tener la respuesta de quienes apoyan al Gobierno, pierde su valor cuando reparamos en que la crítica no estaba dirigida a la demora sino a la pretendida solución. Para decirlo según el ejemplo anterior, el problema no es cuánto tarda el antibiótico en hacer efecto, sino en subrayar que el antibiótico no es una solución pues no era gripe el problema.

Un segundo elemento no carece de importancia: aquella frase (“hay que darle tiempo”), para decirlo en lenguaje aggiornado, se viralizó con una llamativa velocidad. Cuando tal cosa ocurre, cuando una misma expresión se repite aquí y allá cual si fuera un mantra automatizado, es posible conjeturar que estamos más ante una “opinión pública” instalada que ante una reflexión sobre un problema concreto. 

Entonces nos preguntamos: ¿por qué se incrustó de forma generalizada esa respuesta y cuáles serían los propósitos de ese tiempo requerido? Ensayaremos una hipótesis: si ante cada objeción planteada se nos respondió “hay que darle tiempo”, no se trataba sino de una falsa razonabilidad que solo buscaba imponer un ominoso silencio y neutralizar toda señal de alerta. 

3 En cantidad de ocasiones se cantó “Macri vos sos la dictadura” y no faltaron las referencias al nazismo. Sin embargo, y pese a las inconsistentes protestas de voceros oficialistas, ninguna de aquellas manifestaciones pretendió imaginar la existencia de centros clandestinos de detención ni de campos de concentración. 

Por caso, recordemos que la parcial comparación con el nazismo se ha formulado en virtud de las estrategias propagandísticas y de cierta retórica estigmatizante; así como la asociación con la dictadura cívico-militar surgió por razones similares, sumado al programa económico neoliberal y a las tradiciones familiares de algunos integrantes del Gobierno. 

Como sea, aquí se impone la siguiente pregunta: ¿por qué si Menem y De la Rúa tuvieron el mismo horizonte económico, no se dijo de ellos que eran la dictadura? 

Además de las gravedades diferenciales de cada hecho histórico, estos son siempre singulares y, por lo tanto, difíciles de agrupar unos con otros. No obstante, que no se justifique –en términos de identidades absolutas– decir que Macri es igual a Videla, nada impide reflexionar sobre el por qué de la irrupción de la frase citada al comienzo de este párrafo. 

4 Sobre el individualismo y la meritocracia se han escrito ya muchas páginas. Agreguemos cuánto se ensalza –claro que con un particular sentido– la independencia. No habría nada más noble que la independencia de los poderes o que un periodista independiente. Ya nos ocupamos en otra ocasión1 de poner en cuestión aquellos valores, así como de mostrar qué encubren y cuáles son las limitaciones o posibilidades de una verdadera independencia de poderes. Me interesa ahora seguir otro hilo: ¿cómo ligar una serie de hechos “aislados”, un conjunto de sucesos que, como con la desocialización propia del individualismo, quedan desconectados entre sí? ¿Cómo comprender la dirección posible de los acontecimientos cuando el discurso prevalente no los unifica? 

Un problema similar se planteó Agamben cuando al reflexionar sobre los Lager sostuvo que la verdad de lo que sucedió es “irreductible a los elementos reales que la constituyen [...] La aporía de Auschwitz es, en rigor, la misma aporía del conocimiento histórico: la no coincidencia entre hechos y verdad, entre comprobación y comprensión”2.

Reunamos una serie de sucesos: a) basta con poner la letra K para que un hecho o sujeto queden de inmediato descalificados; b) el principal asesor del Gobierno afirmó que Hitler era un tipo espectacular; c) una de las primeras hipótesis oficiales sobre la desaparición de Santiago Maldonado fue que lo habría golpeado “un gendarme suelto”; d) hubo un intento de implementar el 2x1 para los delitos de lesa humanidad; e) asesinato de Rafael Nahuel; f) persecución judicial a líderes de la oposición; g) prisión ilegal de Milagro Sala; h) María Eugenia Vidal, al ganar las elecciones, afirmó “cambiamos futuro por pasado”; i) El Presidente y otros funcionarios elogiaron y defendieron el crimen cometido por el policía Chocobar; j) se reprimen numerosas manifestaciones; k) se persigue a los senegaleses por ser vendedores ambulantes; l) las expresiones verbales de comunicadores como Baby Etchecopar evidencian un progresivo aumento de la violencia y la discriminación; m) se secuestra a una docente que organizaba una olla popular; n) las expresiones negacionistas así como la llamada teoría de los dos demonios  tuvieron un resurgimiento. 

La lista podría continuar, pero basten estos ejemplos para subrayar cuál es el interrogante que nos orienta. En efecto, no deseamos ahora subrayar solo la gravedad social e institucional de los hechos enumerados, sino más bien preguntarnos si en su conjunto prefiguran un norte de violencia cada vez mayor y ante el cual podríamos tener anestesiadas nuestras señales de alerta. 

5 Si bien se dice que quien se quemó con leche ve una vaca y llora, también sabemos que los seres humanos somos los únicos que tropezamos dos veces con la misma piedra. Primo Levi cuenta sobre las preguntas que solían hacerle cuando describía los campos de concentración: “¿Por qué no habéis huido? ¿Por qué no os habéis rebelado?”. Luego agrega: “... las deducciones inquietantes tienen una vida difícil: ni siquiera las incursiones de los sectarios nazis de casa en casa, fueron reconocidas como señales, se encontró la manera de ignorar el peligro”. Por último, recupera un poema alemán en el que un sujeto supone haber soñado una tragedia que vivió porque “no pueden existir las cosas cuya existencia no es legal”3.

Cabe insistir en un punto: estudiar o traer los más terribles acontecimientos de nuestra historia no es para afirmar que lo que pasa hoy acá es igual a lo que sucedió ayer en otro lado. No, no es esa la función. El propósito es aprender las lecciones de la historia para saber cómo leer la realidad, cómo anticipar lo que es verosímil suponer que pueda pasar, cómo hacer para aprender y no tropezar una vez más con la misma piedra. 

6 Hay algo que reiteradamente escucho entre los opositores al Gobierno. Cada vez que nos anoticiamos de un hecho grave (como los mencionados en el punto 4) hay alguien que, en su indignación, señala: “¿hasta dónde quieren llegar?”. Este interrogante se entiende por la angustia que provocan los sucesos que vivimos, aunque también me pregunto si no es expresión de cierta anestesia o naturalización. En efecto, ante cualquiera de los hechos anotados, hace unos tres años habríamos pensado o dicho que eran el límite, “qué quilombo se va a armar”. No habríamos imaginado que cualquiera de esos sucesos sería posible sin un enérgico y eficaz repudio. Es cierto que los hubo, que hubo y hay manifestaciones de rechazo de todo tipo, pero aun así persiste, y creo que resulta inquietante, la tendencia a preguntarnos hasta dónde quieren llegar. O en todo caso, ¿qué sentido darle a esa otra frase –dicha tanto por Macri como por Vidal– que dice “esta vez va en serio”?

7¿Es necesario reiterar que la Argentina de Macri no es Alemania en las décadas del 30-40 ni la  Argentina de 1976-1983? Ciertamente, es de perogrullo repetirlo, pero vale hacerlo para destacar la preocupación que nos anima: alertar sobre los niveles crecientes de violencia social y política enlazados con una cada vez mayor estigmatización. 

Nuevamente, busquemos enseñanzas del pasado, esta vez en una carta que Freud le escribió a Arnold Zweig hacia fines de la década del 30: “Ahora está todo tranquilo, la calma de la tensión, dicen, es como estar esperando en la cama de un hotel que arrojen el segundo zapato contra la pared. Así no se puede seguir, algo debe suceder”4. 

1 Plut, S.; (2018) El malestar en la cultura neoliberal, Ed. Letra Viva.
2 Agamben, G.; (2000) Lo que queda de Auschwitz, Ed. Pre-Textos.
3 Levi, P.; (1989) Los hunidos y los salvados, Ed. Ariel.
4 Freud, S. y Zweig A.; (1968) Correspondencia Freud - Zweig, Barcelona, Ed. Gedisa.

* Doctor en Psicología. Psicoanalista.