¿El centro cívico? El Centro Cívico... me mataste. Fueron las palabras de mi coordinador del viaje de egresados, esa famosa instancia fronteriza en la vida de los adolescentes de clase media, por lo menos así era casi dos décadas atrás. Esa frase me bastó para saber que estaba en manos de un inepto y que tenía que vérmelas por mi misma. Así que salí del hotel, pregunté, caminé y llegue en menos de dos minutos. Muy cerca estaba la célebre estatua de Roca, presidiendo como un ícono bastante discutido, que por alguna razón permanecía impertérrito en el Centro Cívico, la plaza neurálgica de la ciudad. Reminiscencias alpinas, rodeada de edificios de piedra que conforman la municipalidad, la Biblioteca central y así. Estaba por finalizar el invierno, pero la nieve resistía en los picos de los cerros y las temperaturas no pasaban los 10 grados ni a mediodía. Igual que ahora. Que aunque falten horas para el comienzo de la primavera, Bariloche está frío y lluvioso, y lo único que anticipa el cambio de estación son algunos árboles y arbustos floridos, si nos aventuramos un poco y salimos del centro. Andando por la Bustillo el paisaje aguarda ser observado, con una belleza indiscutible, aunque no haya sol, aunque llueva, truene, también si nieva, y/o baje una nave extraterrestre sobre el lago Nahuel Huapi.

Vine a la ciudad invitada por el FAB, Festival audiovisual de Bariloche, un encuentro de cine que reúne realizadores, estudiantes y público hace seis ediciones. A diferencia de otros simposios por el estilo, este tiene la clara meta de acercar espectadores a cines locales, con películas argentinas y latinoamericanas, en un variado arco de estéticas y propuestas y lo favorece con entrada totalmente gratuitas. Hay algunas salas justamente alrededor del Centro Cívico, una es la Biblioteca Sarmiento, mito de la cultura de esta Ciudad, y otra es una carpa turquesa que el INCAA instaló. A pocas cuadras está la sala, es en el teatro de verdad, el Baita y luego hay proyecciones en distintos puntos de los kilómetros, distintas repeticiones de la programación para que puedan ir los vecinos que viven en las afueras. El FAB alarga sus dedos para poder abarcar más Patagonia con sus pantallas.

En aquel momento con Heidi y Ojeda, mis amigos de colegio, hicimos todo lo posible por no parecer estudiantes. No usar gorros extravagantes, no caminar empujándonos ni cantando cantitos con obscenidades, caminar sí, pero discretamente, tranquilos, entrar quizás a una librería. También dimos por cerrada la posibilidad de ir a un boliche. ¿qué era eso de volver descompuesto, en andas, por haber tomado un trago flúo con nombre Papá Pitufo? Recuerdo haber hecho una excursión al bosque de los Arrayanes prácticamente sola. Todo el resto de mi división dormía la siesta de los monos después del boliche, incluido el coordinador venido desde Buenos Aires y pagado por la compañía (¿El centro cívico?, me mataste). Con mis amigos conocimos la ciudad de invierno, algo que ninguno de los tres había hecho nunca. Llegamos a  ver una banda de rock de amigos que tocaba esa misma semana. Hubiera sido una maravilla que existiera un Festival de Cine. Pero aun no había nada parecido y a mi me faltaban todavía unos meses para empezar a frecuentar la sala Lugones, el Cosmos y que mi educación sentimental con el cine diera comienzo. 

Además de la competencia de largometrajes, el Festival audiovisual Bariloche tiene secciones dedicadas al cine científico, videoclip, videodanza, cortometrajes, series patagónicas, PEC (Proyecto en Construcción, una forma mucho más atinada de llamar al WIP, Working Progress, que abunda en otros festivales), series patagónicas y proyectos Sub 21, retrospectivas; hay talleres de guión y otras actividades paralelas. Los largometrajes son todas ficciones argentinas de peso: Martín Rodríguez Redondo, Mercedes Laborde, María Álvarez, Sebastián Schjaer, Cristián Pellegrini, Toia Bonino, José Militano, Demián Rugna y Agustín Toscano. En cine científico se vieron películas sobre el significado social y político de glaciares, volcanes y pueblos fantasmas argentinos. Muy original es el lugar dado al video arte instalación y a la videodanza que tienen secciones propias en un encuentro que abraza la producción experimental. El FAB se arriesga y marca un rumbo que podrían seguir otros festivales.  

En aquel viaje no conocimos Grisú, ni Cerebro, ni Genux, pero sí nos flechamos con lo que se intuía un paisaje al que íbamos volver. No esperamos mucho para volver, recorrer, tocar, amar.