Desde Medellín

Acaba de terminar la charla, las participantes apenas se levantaron de sus sillas, y una multitud de jóvenes ya está agolpada al borde del escenario buscando un diálogo, una selfie, algún intercambio. Son en su mayoría estudiantes de periodismo; son en su mayoría mujeres. Es que lo que acaba de suceder en el Orquideorama del Jardín Botánico fue especialmente intenso, uno de los puntos altos de la primera jornada del Festival Gabo: la mexicana María Elena Salinas, la brasileña Natalia Viana y las colombianas Jineth Bedoya y Mabel Lara protagonizaron el panel “Ellas, transformadoras del periodismo”, temática por demás atractiva en estos tiempos, que llenó el espacio donde se desarrollan varias de las charlas del encuentro impulsado por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano y desató más de una ovación.

Salinas fue durante tres décadas co—presentadora y corresponsal del Noticiero Univisión en Estados Unidos, fue definida por el New York Times como “la voz de la América hispana” y ahora sostiene una carrera independiente; Viana fundó y co—dirige la Agencia Pública de Periodismo Investigativo, la primera organización sin ánimo de lucro de su tipo en Brasil, conducida por mujeres; subeditora de El Tiempo, ganadora de varios premios y veterana de coberturas en zonas de guerra y narcotráfico, Bedoya reveló en 2009 haber sido victima de abuso sexual e impulsó la campaña “No es hora de callar”; Lara, que ofició de moderadora de la charla, es una presentadora y reportera televisiva y radial que es figura indiscutida de los medios en Colombia. Semejante cuarteto de profesionales le dio sustancia a una charla que fue más allá de los tópicos obvios sobre la lucha de las mujeres por el reconocimiento y la igualdad en el oficio, porque aludió incluso a actitudes que las mismas mujeres deben modificar para vencer las barreras del dominio machista: “Es un error que intentemos ocupar espacios de decisión con las mismas herramientas abusivas que utilizaron los hombres”, se dijo en un momento de la charla, que también recorrió la dictadura de la imagen, los prejuicios, la misoginia de Donald Trump y Jair Bolsonaro (“Los políticos nos agreden porque se sienten amenazados por nosotras”, dijo Bedoya, y desató otra ovación), pero al cabo celebró los inevitables cambios de aire que recorren varios países.

El panel de las mujeres fue una de las últimas escenas de una primera jornada movida, caracterizada por el típico diluvio paisa que cayó pasado el mediodía y se mantuvo, por fortuna con menor intensidad, durante la tarde. Hubo una deliciosa y profunda charla de la escritora Gioconda Belli y su colega Sergio Ramírez, invitados a analizar la turbulenta situación bajo el gobierno de Daniel Ortega en el panel “Nicaragua: el grito de los volcanes”. En el Salón Restrepo, Ignacio Escolar dio detalles sobre la experiencia de eldiario.es, un periódico digital sostenido exclusivamente por el aporte de sus 33 mil suscriptores. En el mismo espacio, el documentalista brasileño Caio Cavechini dialogó con su compatriota Sylvia Colombo bajo la premisa de si un documental “se concluye o se abandona” antes de presentar Cartas para un ladrón de libros, el film que retrata a Laéssio Rodrigues de Oliveira, el mayor ladrón de libros raros de su país. Mientras tanto, el Patio de las Azaleas invitaba a una recorrida por varios stands editoriales, y representantes locales de Facebook ofrecían charlas sobre seguridad en las redes para periodistas.

Sí dejó un sabor agridulce “Historias que se resisten a callar”, el panel que dentro del apartado Obsesiones de Gabo presentaba a la rusa Masha Gessen y el venezolano Joseph Poliszuk, realizada –-en una extraña decisión-- en inglés ante un público mayoritariamente hispanohablante. Cofundador del sitio Armando.info y coordinador del equipo venezolano de los Panama Papers, Poliszuk se extendió con abundantes datos sobre las acusaciones de corrupción hacia el gobierno de Maduro, pero ante una pregunta del público sobre las posibilidades de una fuerza de oposición decidió no responder señalando que no era un entendido en análisis político y que lo suyo era el periodismo de investigación, dejando algo azorado a su interlocutor. Gessen, autora del libro The Man Without a Face: The Unlikely Rise of Vladimir Putin, ironizó que no le quedaba muy claro si había debido exiliarse en Estados Unidos por sus incómodas preguntas sobre el pasado del mandatario ruso o por su militancia queer, y dio un interesante análisis sobre el material que fue recabando para su biografía: “Mis pedidos de entrevista fueron rechazados seis veces, y no puedo considerar a algunas de las fuentes que fui consultando como plenamente confiables, con lo que creo que es un libro que aún no es conclusivo, no está cerrado”, dijo, para luego contar su búsqueda de la única ex funcionaria sobreviviente de un oscuro episodio de corrupción cuando Putin era vicealcalde de San Petersburgo, y a la que terminó encontrando escondida “literalmente en un bosque, aislada de todo”. Pero también, en el final de la charla, Gessen cortó una pregunta sobre por qué nunca había retornado a Rusia con un “No voy a hablar de eso” incomprensiblemente seco.

Más allá de los encuentros de la tarde, la jornada tuvo un segmento sustancioso en la mañana, dedicado al “Maratón de las mejores historias de Iberoamérica” que presentó a los doce finalistas del Premio Gabo cuyos ganadores se anunciarán en la noche del jueves. La presentación de las cuatro categorías sivió como prueba de lo difícil que se le presentó la elección a los jurados, un recorrido intensivo en el que la norma fue el espíritu colaborativo y la búsqueda de historias originales más allá de la coyuntura noticiosa. En “Cobertura”, la venezolana Maye Primera presentó De migrantes a refugiados: el nuevo drama centroamericano, trabajo realizado por los equipos de Univisión y el portal salvadoreño El Faro, sobre los miles de personas que en el nuevo siglo huyen hacia México, Belice, Costa Rica y Estados Unidos; el mexicano Daniel Moreno habló de La estafa maestra, investigación publicada por Animal Político y Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (y replicada por varios medios aztecas) sobre el modo en que el gobierno de su país usó 128 empresas fantasma para desviar 7.670 millones de pesos originalmente destinados a los más pobres; la colombiana Ginna Moreno dio cuenta de Venezuela a la fuga, pormenorizado análisis de la diáspora venezolana a diversos países americanos publicado en El Tiempo y Efecto Cocuyo, un trabajo que sigue su curso y que en octubre la traerá a la Argentina.

En la categoría “Imagen” subió al escenario el único argentino finalista, el fotógrafo Leonardo Vaca, por las poéticas imágenes registradas tras un vidrio esmerilado en la marcha Ni Una Menos y publicadas por Revista Anfibia: “Cuando me dijeron que no había fondos para más fotógrafos que abarcaran la enormidad de la marcha avisé que entonces iba a hacer lo que quisiera, y mi editora dijo ‘Música para mis oídos’, y fue buenísimo trabajar con esa libertad”, dijo Vaca, quien contó que las primeras mujeres a las que quiso fotografiar con ese recurso se negaron, pero que finalmente consiguió una serie de tomas de alta potencia artística. El rubro también presentó a la brasileña Adriana Zehbrauskas, por su trabajo en un hogar de ex trabajadoras sexuales rescatadas de la calle (“Me llamaron de New York Times, donde trabajaba, a decirme que me daban fondos para hacer el proyecto que quisiera: no lo podía creer”, contó), e Isabella Bernal, autora de El Naya, un notable trabajo sobre los trabajadores de la cadena de producción de cocaína en el Valle del Cauca, publicado por el medio colombiano ¡Pacifista!

La categoría “Texto” también se presentó reñida, con los trabajos del peruano Joseph Zárate (Un niño manchado de petróleo, desgarrador relato de la limpieza de un río de la Amazonia en el que se derramaron 500 mil litros de petróleo, publicado por la española 5W), el equipo de La vida de Nos -–Son presos políticos, nosotros también, sobre la situación en las cárceles de Venezuela— y sobre todo el de Carlos Martínez. En La revolución de las ovejas, el periodista salvadoreño se metió a fondo en la “rebelión” de un grupo de pandilleros que se atrevió a desafiar el poder de los maras en una cárcel convirtiéndose al evangelismo y renunciando a los códigos vitalicios de la mafia salvadoreña; su presentación abrió el debate a cuestiones que debió eliminar de la nota a pedido de algún entrevistado, algo a priori contrario a la ética pero que en rigor significaba salvarle la vida a algunos de los ex pandilleros en prisión. “Innovación” hizo honor a su título: la española Mari Luz Peinado presentó el trabajo multimedia y multiestilístico 28 días: 28 historias para acabar con los tabúes sobre la regla, publicado en el suplemento Verne del diario El País; Juan Heilborn habló de Los desterrados del Chaco, una investigación en equipo sobre el desmonte en Paraguay realizada íntegramente en forma gráfica para teléfonos móviles y publicada por El surtidor; Carola Solé le dio curso a Balas perdidas, realizada por el equipo de AFP sobre el infierno de enfrentamientos armados en Río de Janeiro tras las galas del Mundial y los Juegos Olímpicos, utilizando el periodismo de datos para una combinación de textos, fotos, infografías y mapas interactivos.

Al cabo, una demostración de lo que diría Jaime Abello Banfi, director de la FNPI, en el cóctel de cierre de la primera jornada, junto al alcalde de Medellín Federico Gutiérrez: aunque parezca curioso utilizar ese término para la profesión, el periodismo puede dar material para un festival. Y, por lo visto hasta ahora en tierra paisa, hasta un festín.