Lxs adolescentes de los colegios secundarios porteños señalan 2017 como el año en que se multiplicaron los escraches de chicas a adolescentes que abusaron de ellas. Fue una secuela de los escraches a integrantes de bandas musicales. La mayoría de las jóvenes refiere hechos recientes, aunque también aparecieron en las redes publicaciones referidas a hechos ocurridos hace años.

Los escraches no son algo novedoso en Argentina. Los hubo como consecuencia de las leyes del punto final y obediencia debida y los indultos a represores. También de feministas y lesbianas a violadores femicidas absueltos por la Justicia y a los tribunales que los absolvieron. Son un método de acción política directa. A veces legitimados socialmente y otras veces no. El movimiento Me Too elevó el tema a la enésima potencia de la visibilidad internacional con la difusión de las consignas “yo te creo” y “a mí también me abusaron”. 

Los escraches son materia de debate entre lxs jóvenes en aulas y en Comisiones de Género. Cuándo son legítimos, cuándo no. ¿Son herramientas punitivas que permiten a las víctimas descargar su dolor, pero sin más alcance que eso? ¿Construyen conciencia de que esto no debe volver a ocurrir? ¿Amerita exponer al adolescente que abusó y manifiesta su arrepentimiento? ¿Estigmatizan a quien ya se arrepintió? ¿Alcanza con el arrepentimiento? Las estructuras antiguas se derrumban y dentro de esas estructuras hay adolescentes formateados en estas estructuras ya endebles -pero que siguen resistiendo- y adultos que siguen sin comprometer. Soy entrevistó a cinco estudiantes y egresades de escuelas secundarias porteñas, que argumentan posiciones diferentes sobre este tema.

ABUSOS Y DESPERSONALIZACIÓN

“Escraché a un compañero de colegio por algo que ocurrió cuando teníamos 15 años. Lo publiqué hace poco. En aquella época no había escraches”. Malen Chittaro tiene 19 años. Habló con el chico antes de hacer la publicación en una red social.

“Fuimos a su cuarto a escuchar música y en su cama había otra amiga nuestra. Él no me dijo nada y empezó a manosearme las tetas. Yo solo atiné a mirar al techo. Si bien la situación daba para que pasaran cosas, él no me dijo: ‘Hola, estemos’. Me manoteó una teta y yo no respondía a lo que él hacía. Me tocó más abajo y le saqué la mano. Esto ocurrió dos veces más. Y un año después pasó lo mismo. Esa vez escapé de su casa, salté la reja asustada”. 

Así quedaron las cosas entre elles. Egresaron, pasó el tiempo y el chico hace una publicación en Instagram a favor del feminismo. “Hablé con él y entendió por qué me sentí incómoda con su pronunciamiento. Él no había olvidado lo que pasó. Los chicos no se plantean el lugar que atraviesa a las pibas. A nosotras nos dieron una educación emocional que ellos no tuvieron. Si no les ponés el término ‘abuso’ o ‘violación’, les cuesta identificarse en esos lugares de micromachismos. Entre los chabones el análisis es muy corto: ‘Estuve con una piba y me la transé’. Y si estuvo bueno o no ese chape. Les cuesta empatizar con las situaciones de intimidad, porque las situaciones de abuso son íntimas. Reconoció que no pensó en mí sino en su calentura. Me dijo: ‘Te abusé. Fui un forro. No me interesó tu deseo’. Yo lo tenía muy idealizado. El día que me dio bola pensé: ‘Me está dando lugar para que estemos juntos’. Pero lo que hizo fue tocarme una teta”.

“Para mí lo central de todo esto, lo que quiero especialmente que pongas en la nota, es que nosotras estamos criadas muy poco preocupadas por nuestro deseo. Al hombre se le promueve que tenga un orgasmo y se olvide de cuál es el estadío de excitación de la chica. No se promueve el desarrollo del deseo en nosotras”.

Ni hablar de que únicamente se les habla de un escenario posible de sexo coital heterosexual. 

“Me quedé pensando que estaría bueno hacer un escrache en Facebook, pensando en mis amigos. Ellos no leen los escraches, los consideran no específicos. Pensé que si hacía un escrache entre amigos y compañeros de colegio, esta vez sí se iban a sentir interpelados, involucrados emocionalmente. A ver si esta vez se identificaban con el lugar de la cosificada o abusada”.

Malen le propone al chico que la abusó hacer en conjunto este escrache en Facebook, que cada une arme un texto. “Lo publiqué en una nota de Facebook con su texto debajo y él solamente lo compartió. Tuvo una actitud muy pasiva. Cuando le pregunté si había tenido una situación parecida con otra piba me respondió que no. Pero nosotras sabemos que se zarpaba. Después empezaron escraches muy tranquilos de otras amigas a chicos cercanos”.

Lo que le duele a Malen es la despersonalización y la generalización en la respuesta de estos chicos. “Mirá la respuesta de este chico: ‘Abusé de una amiga y quiero pedirles perdón a todas las mujeres que se hayan sentido abusadas por mí por abalanzarme encima de ellas’. Un perdón impersonal a todas. Eso es lavarse las manos y no dimensionar el daño que le causó a la piba”.

“Para que los chicos se sientan interpelados, el escrache debe tocarle a alguien cercano. Los escraches y pensar el consentimiento nos hace más atentos a las situaciones que tenemos al lado”, concluye Malen.

¿Y YO?

En la escuela adonde concurre Iván Szerman (18) se reportó este año un caso de abuso. No oficialmente. La chica escrachó en Instagram al compañero que la abusó y a la Comisión de Género de la escuela. “La institución no hizo nada y la chica se tuvo que cambiar de turno. Ella tuvo que escaparse del chabón. Él me vino a hablar a mí y yo le puse los puntos. Es un pibe hipoacúsico con problemas en la comunicación, pero eso no lo justifica. Lo increpé: ‘No quiero ser amigo de un macho, ¿quién sos?’ Él esperaba la denuncia formal de la piba en la escuela, pero eso no ocurrió. Tardé mucho en reaccionar frente a esto. Fui indiferente a la cuestión y me arrepiento mucho. Formamos la Comisión de Género, había muerto un chico trans en la escuela y sí pudimos reaccionar frente a eso. Pero cuando ella nos interpeló y nos dijo: ‘¿Y yo?’, no hicimos nada. El chabón no es como un violador. Lxs tres habían tomado mucho. La chica se fue a dormir y se encontró con el chabón encima tocándole una teta. No sé si la solución era echarlo de la escuela. Creo que la solución sería hacer un taller de hombres en deconstrucción”.

HABEMUS PROTOCOLO

Una de las demandas de les estudiantes secundarios durante las tomas de escuelas en 2017 fue la sanción de un “protocolo para prevenir e intervenir ante situaciones de violencia de género y discriminación basada en la orientación sexual e identidad de género y su expresión”. Se logró. Julieta Valsan (18) participó en las tomas y defiende la aplicación de ese protocolo. “Los escraches de chicas a chicos están a full en las redes desde hace un año y medio. Son recursos que se utilizan cuando no hay otra alternativa. Pero en la escuela hay mecanismos a aplicar cuando se trata de menores de edad. Lo ideal es hablar primero con los psicólogos para que haya seguimiento de las dos partes, sobre todo para contener a la persona afectada”.

EL RIESGO PUNITIVISTA

Pau Fermín Diez (19) pertenece a un grupo donde se construyen nuevas masculinidades. Tiene sentimientos encontrados respecto de estos escraches. “Los respeto y nunca voy a cuestionar lo que están denunciando, pero es una lógica punitivista que no nos construye. Busca un castigo sin una consecuencia más positiva a futuro en casos de adolescentes. Hay más cosas a trabajar en la adolescencia para que los pibes puedan corregir actitudes machistas. La exclusión social no permite trabajar para que el pibe pueda percatarse de lo que pasa con el cuerpo de otra persona. Para eso contamos con mejores herramientas que el escrache. Por ejemplo grupos donde puede reverse el código de masculinidad. Entiendo desde donde nace la necesidad de escrachar. Es un lugar de bronca y de dolor muy profundo que sigue estando aunque haya un debate. Entiendo desde donde nace ese dolor y lo que implica, pero necesitamos pensar en conjunto nuevas formas de construir. Como pibe trans me pregunto si esto aplica igual dentro de la heterosexualidad y de las disidencias, si es la misma vivencia o no”.

EN TODAS LAS DIVISIONES

Franca (16) está en el centro de un problema. “En mi división hay un chico acusado. Él no acepta lo que hizo ni le pidió perdón a la persona a quien abusó. Ya lo hablamos un montón en la división estando presente el pibe. No sabemos qué hacer. Nos gustaría pasarle material para que lea, hacerle acompañamiento, ya le hablamos mucho. Pero dentro de la división hay otro grupo que le dice: ‘Quedate así como estás’. Ese grupo está formado en su mayoría por chicos, pero también hay chicas. En mi colegio formamos una Comisión de Géneros. Es una comisión abierta donde puede entrar cualquier estudiante. Se dio el caso de que a la comisión entraron personas que habían maltratado a chicas. Entonces se formó un grupo aparte, integrado solamente por mujeres y disidencias, y otra comisión orientada a varones, que se organiza con mucho cuidado y sin presencia en las redes sociales”.