Jair Bolsonaro será el nuevo presidente de Brasil. No alcanzó en los últimos diez días la movilización nunca vista en la historia local en favor del candidato del PT, Fernando Haddad. Personalidades del mundo político, científico, académico, religioso, periodístico y artístico salieron a hacer público su apoyo a Haddad, y muchos militaron por su candidatura.  

Los movimientos en favor del impeachment de Fernando Collor empezaron con la marca de una clara maniobra de la poderosa Red Globo. Las masivas protestas de 2013 fueron espontáneas, pero no apuntaban a un objetivo electoral directo. Las de estos últimos días han sido masivas, fueron espontáneas y sí tuvieron un objetivo específico político-electoral: Haddad. Pero no alcanzó.

La motivación de la reacción intensa antes del ballottage fue el rechazo al discurso violento, homofóbico, racista, misógino y agresivo de Bolsonaro. Además, cada vez fue quedando más claro para muchos que la historia personal y pública de Bolsonaro está cargada de relaciones con los grupos más corruptos y con las visiones sociales más retrógradas. Finalmente, no perdió oportunidad - al menos sin morderse la lengua - de manifestarse en favor del gobierno militar de Brasil, achacándole el único de error de no haber matado más en lugar de sólo torturar.

Bolsonaro no tiene nada que ofrecerle a la sociedad brasileña. Las muestran que ha dado, sin que sorprendan por su trayectoria, hacen presumir que continuará con más brutalidad el ataque a la sociedad que pretendió poner en marcha el gobierno Temer que surgió del impeachment a Dilma Rousseff: erosionar derechos laborales, libertades, las jubilaciones… También la cruda entrega de los recursos naturales del país a empresas extranjeras vinculadas a los sectores brasileños más ricos.  

Si Bolsonaro efectivamente sigue ese rumbo se encontrará con este nuevo fenómeno que antes de la primera vuelta parecía no existir: la movilización social. Así, una vez más, como cuando sucedió el proceso judicial contra Lula, el método de la elite de manipular a la sociedad no alcanza para convencer a todos. Si supusieron que encarcelando a Lula terminaban con el PT, se encontraron con que el principal partido sólido e importante que resistió fue el PT. Si pretendieron estigmatizar al PT como culpable de los problemas del país, se encuentran ahora con que mucha gente que era abiertamente opositora al PT, pasó públicamente a hacer campaña por Haddad. 

De esta manera, un candidato del PT, Haddad, vuelve a representar un proyecto social de inclusión, reducción de la pobreza, expansión educativa y de respeto a las libertades y de la democracia frente al candidato que representan la represión y el fascismo: Bolsonaro. 

Muchos se preguntarán cómo es que Bolsonaro pudo ser salir ganador de las elecciones. Brasil es un país que aún lleva la marca de siglos de esclavitud, la exclusión social en el marco de una tremenda concentración de riqueza. Mucha gente tiene poca y nula participación política. En grandes centros urbanos, acuden a grupos evangélicos, una parte de ellos aliados a Bolsonaro, que difundieron –ilegalmente– noticias falsas sobre Haddad, y que lo fueron presentando como “mito”, “Mesías” y “salvador”. Sería quien confrontaría con los “poderes establecidos”, de los cuales el PT sería la encarnación.  

La movida se basó en la comprensión del votante popular de Bolsonaro, sin acusarlo o calificarlo, reafirmando los objetivos que planteaba Haddad para interés de la inmensa mayoría de los brasileños. En particular, confluyeron en el rechazo a las formas dictatoriales, represivas y violentas que ya surgieron y a las que, quizás, apelaría un gobierno de Bolsonaro.

Como decía uno de los slogans, “Brasil es mejor que Bolsonaro”.  

* Profesor universitario, Rio Grande do Sul.