“Toda su obra está atravesada por la historia y su trayectoria política”, señala Sylvia Fernández Avello sobre su compañero, Aníbal Cedrón, mientras recorre junto a       PáginaI12 la enorme exposición que alberga el Centro Municipal de Arte –Casa de la Cultura de Avellaneda (San Martín 797)–. La obra de Cedrón (1948-2017) abarca cuatro salas del espacio cultural y concentra obras de los últimos treinta años del artista plástico, escritor, gráfico y militante.

En las paredes del CMA se encuentran trabajos de todo tipo y saltan a la vista las inquietudes intelectuales, políticas y técnicas de Cedrón, organizadas por temática y técnica por la curadora Graciela Limardo. Allí se aprecia desde su uso de la digitalización para componer nuevas texturas e imágenes en sus cuadros (incluso desde épocas tan tempranas para el arte digital como la década del ‘90), el simbolismo de usar sus propias huellas digitales para construir tramas, la permanente preocupación por los destinos populares de todo el mundo y un diálogo con grandes figuras del mundo de la plástica.

En total son 45 las obras de Cedrón que pueden visitarse en Avellaneda y que –explica Fernández Avello– contituyen una muestra itinerante que irá recorriendo las provincias; esta es la segunda parada, tras presentarse en el Caraffa en 2017. La muestra incluye trabajos que hasta ahora no habían sido expuestos, como “Tiempo de bicornios”, una obra que, explica su compañera, representa cabalmente al artista: “Ese bicornio para mí es Aníbal y su lucha en nuestra sociedad”. Al recordar a su compañero, Fernández Avello destaca que “tenía una sensibilidad hacia la humanidad toda” y que eso se manifiesta en obras como “Bombardeo en Bagdad” o “El imperio sobre nuestras cabezas” que –señala– alude al mercado que impide levantarse a los pueblos.

Pero además de su pasión por la historia universal de los pueblos, Cedrón prestó especial atención a la política argentina, que lo apasionaba y lo llevaba a involucrarse. Militó desde los 14 años, tuvo un paso por la FUBA, participó del armado de numerosos frentes políticos y organizó una asociación para artistas visuales, entre muchas otras actividades de militancia. Varios cuadros de la exhibición lo atestiguan, como los dedicados al Cordobazo (en particular “Donde ardía la marea”), obras como “El vuelo de las cacerolas”, “Toro argentino”, “Compañera Evita”, “El ausente”, “Artigas”, “Bombardeo a Plaza de Mayo” o “Libertad a Milagro Sala”, entre otras. “¡Su obra es tan actual! Fijate en  ‘El vuelo de las cacerolas’: la hizo por 2001, pero lamentablemente es actual”, observa Sylvia. Efectivamente, ese cuadro está firmado originalmente en 2002, pero Cedrón lo rehizo en 2017. 

“El periodista Miguel Angel Rodríguez decía que la obra de Aníbal era el ‘yo’ atravesado por el ‘nosotros’, y creo que eso fue siempre así”, asiente Fernández Avello mientras avanza por la sala Azul del CMA. “Todo lo que hacía estaba atravesado por su vida militante, por un estado siempre enfervorizado, tratando de llevar adelante proyectos con todo el mundo que sirvieran para atravesar lo que nos está pasando”, cuenta. Esto, recuerda, lo animó hasta el último minuto. Cuando lo reconocieron como personalidad destacada de la cultura, por ejemplo, cerró su discurso haciendo un llamado a votar por Unidad Ciudadana, aun cuando apenas podía tenerse en pie. “Su vida estaba inmersa en la política”.

Además de la pintura, Cedrón destacó como artista gráfico y también incursionó en la literatura, un campo que, según su colega plástico Yuyo Noé, Cedrón dominaba. “Yuyo decía que Aníbal hacía tan bien las dos artes, que lo incitaba a que siguiera escribiendo”. En un cajón, confía su compañera, hay un libro de Cedrón esperando ser publicado.

También llama la atención la insistencia por incorporar técnicas digitales a su producción. “Se burlaba y trabajaba con ella; muchos le cuestionaban eso, pero a él le encantaba. Ampliaba y rompía sus huellas, hacía tramas, de todo”, explica Fernández Avello, señalando distintos trabajos. ¿Lo criticaban? A Cedrón no le hacían mella esos cuestionamientos, explica su compañera. “Estuvo siempre acostumbrado a las enormes asambleas y a la cotidiana divergencia entre distintos sectores”, plantea. “Era un hombre muy inteligente, un hombre de la cultura, y a veces se divertía, otras no, pero formaba parte de su vida”.