La identidad es la conformación primaria de un sujeto, lo concerniente a las primeras marcas, que deja la posibilidad de instaurar, inaugurar un nombre con el cual es llamado, una posibilidad de un ser antes de que nazca. Lo simbólico, ese lugar que ocupará ese hijo en la cadena filiatoria.
Los avatares de la vida determinarán si ese nombre con el que es nombrado es lo que representa. Dilema para nada sencillo.
Ese nombre, el que le fue asignado, otorgado y pensado, ¿es o será el nombre para que él se sienta representado?
El nombre es lo que uno en la mayoría de los casos no elige, es dado, es elegido por el Otro.
Las vivencias de cada uno de los nietos encontrados por las Abuelas de Plaza de Mayo donde eran “otros”, esas marcas identitarias que no se pueden borrar, quedarán. De allí en más, se dará la construcción de esa nueva identidad, que se modifica, se entrelaza con esa vieja, se contrapone muchas veces, pero se irá hilando, tejiendo. Es tejido que se reteje, se anuda, se vuelve a retejer. Se parte, nace de lo que ya había. Desde allí se inicia poder construir y se deconstruye como parte de la construcción.
La restitución como acto constituye una reparación en sí misma. La restitución de un nieto a la sociedad, restitución de un sujeto a su propia historia, así como también a la institución Abuelas de Plaza de Mayo. ¿Qué implica cada una de las restituciones, cada uno de los encuentros? Ese doble movimiento sociedad-individuo. Dialéctica que va mutando en cada vuelta.
La identidad de cada uno de los nietos, con su doble vertiente en lo público y lo privado. La restitución es un borde, una zona gris, un espacio transicional, el limbo tal vez.
¿Como explicar qué es una restitución hoy? Cada uno de los adultos que hoy encontramos son personas que llevan adelante una vida con sus propios deseos y proyectos.
¿Los encontraron? Me preguntan cada vez que encontramos a uno, ¿y él buscó? Es la pregunta. ¿Qué importa? Los que buscan son los que buscamos nosotros. Buscamos a todos y cada uno de los hijos de desaparecidos, de mamás embarazadas durante el cautiverio.
El que busca y el que es encontrado. Quien es encontrado también busca sin saberlo. “Y el que busca encuentra”, dice el refrán. Se arma un baile metafórico de palabras, entre las búsquedas y los encuentros, danzamos buscando, los encontramos, seguimos danzando, buscamos sin encontrarlos.
Ellos. Están pero no están. Son demasiadas cosas las que suceden en poco tiempo en una restitución. Son infinitas las combinaciones de búsquedas y encuentros, pero por suerte se siguen produciendo cada año.
Y siempre esos encuentros tienen algo de mágico, son encuentros donde el tiempo se detiene, es anacrónico. Por eso el limbo.
Identidad y subjetividad que tendrán que preservarse en cada una de las apariciones, de los encuentros, en estos actos simbólicos y tan reales. Donde la posibilidad de que lo privado siga siendo privado como su resguardo de subjetividad, ya que es muy grande el impacto que produce, ese impacto de realidad, en personas adultas hoy, que no son niños. No son los niños buscados ya.
Desde el ámbito psi podríamos adentrarnos en el delicado momento de encuentro, procesar, elaborar esas marcas indelebles, casi la mitad de una vida, momento donde lo privado se hace público y donde esa brecha se hace tan frágil y que tiene efectos en la subjetividad.
Dependerá de cada sujeto, de cada adulto que vayamos encontrando, que se encontrará siempre con algo diferente a lo que pensaba. Lo que después cada nieto hace con eso, qué le produce en el plano afectivo, es parte del desafío. De lo que decida hacer con esa historia, lo que pueda hacer con esa historia, tanto la suya como la de la sus padres.
La historia de los encuentros de nietos lleva al menos 41 años. Elaboramos las pérdidas de nuestros seres queridos, que se contrarrestan con los encuentros de cada uno de los nietos, llevamos 128 encuentros, nos faltan más de 400 nietos. Nos falta mucho todavía, el legado, la transmisión es lo que nos dará el poder de la lucha, y que somos cada vez más en la búsqueda. Hay una sociedad que nos acompaña cada año, cada logro y cada vida celebrada.
Es, como dijo uno de los nietos, “como volver a un lugar conocido, con cierta familiaridad, un lugar que siempre estuvo”. Solo hay que dar tiempo y lugar para que eso suceda.
* Terapeuta en el centro de Salud x el Derecho a la Identidad de Abuelas de Plaza de Mayo. Ex terapeuta del Centro Ulloa. Trabajadora del sitio de Memoria Virrey Cevallos.