"Los españoles están igual de locos que en la época de la conquista". La mujer uruguaya que pronuncia esta frase, con su afectuosa entonación de cantante de bolero rioplatense, con ese desparpajo elegante y cordial que la caracteriza --y que la vuelve más punzante y acaso más provocadora--, acaba de escuchar que ganó el Premio Cervantes, dotado de 125.000 euros, considerado el Nobel de Literatura en castellano. Ida Vitale, a los 95 años, no deja de agradecer los premios que ha recibido este año, pero parece sugerir, como en estado sutil de alerta: "Esta boca es mía". Y la boca de la poeta manifiesta sus pequeñas grandes verdades. Cómo no rendirse a los pies de la poesía de Vitale, considerada como integrante de la llamada Generación del 45, junto con Mario Benedetti y Juan Carlos Onetti, una poeta excepcional que ha logrado como pocas hacer un uso ilimitado de las limitaciones de la lengua. La arbitraria memoria recuerda el comienzo de "Jardín de Sílice": "Ahora/ hay que pagar la consumición del tiempo,/ sin demora,/ gastado el arrebato/ en andar por un jardín de sílice.// Aramos otra vez el mismo surco/ para fertilidad de la desdicha,/ y la letra,/ el silencio/ van entrando con sangre".

Vitale (2 de noviembre de 1923, Montevideo) es la quinta mujer reconocida con el Premio Cervantes, que ha sido concedido a 40 hombres. Hasta ahora lo habían recibido las españolas María Zambrano (1988) y Ana María Matute (2010), la cubana Dulce María Loynaz (1992) y la mexicana Elena Poniatowska (2013). Al reconocer en esta edición a la poeta uruguaya se rompió una "regla no escrita", una costumbre que parecía imposible profanar. Desde 1996, el Cervantes solía alternar un escritor o escritora españoles con uno latinoamericano. El año pasado lo obtuvo el nicaragüense Sergio Ramírez. El ministro de Cultura de España, José Guirao, fue el encargado de hablar con la ganadora --a él le dijo que "los españoles están igual de locos que en la época de la conquista"-- y anunciar su nombre en una conferencia de prensa que se realizó en la sede del Ministerio, en Madrid. Antes de revelar a la ganadora, leyó uno de los poemas de Vitale, "Gotas": "¿Se hieren y se funden?/ Acaban de dejar de ser la lluvia.// Traviesas en recreo,/ gatitos de un reino transparente,/ corren libres por vidrios y barandas,/ umbrales de su limbo,/ se siguen, se persiguen,/ quizá van, de soledad a bodas,/ a fundirse y amarse.// Trasueñan otra muerte".

Amanecía en Montevideo, el lugar en el mundo donde nació y adonde regresó a vivir después de la muerte de su segundo esposo, el poeta Enrique Fierro, con quien vivió en Estados Unidos. El exilio marcó su vida. En 1974 decidió escapar de la dictadura militar uruguaya y se instaló en México, donde conoció a Octavio Paz, quien la integró al comité asesor de la revista Vuelta, y participó en la creación del semanario Unomásuno. Ida --que juega en sus poemas con extremada delicadeza y asombro para que la materia verbal adquiera más precisión-- comenzaba a regar las plantas que tiene en su departamento en el barrio Malvín, a pocos metros del Río de La Plata, cuando recibió una llamada de España. ¿Habrá pensado en ese preciso instante en su propio poema "Aclimatación": "(...) pierdes alma en lo seco, en lo que no comprendes,/ intentas llegar al agua de la vida,/ alumbrar una membrana mínima,/ una hoja pequeña.// No soñar flores"? "Nunca he esperado premios, es un desconcierto absoluto", dijo la poeta uruguaya, sorprendida por la noticia del premio, y confesó que "no tenía idea que estaban dando el Cervantes", un reconocimiento que ella consideró como "un exceso de generosidad de España", según expresó a la agencia AFP. "Ahora pienso en toda la gente que murió más joven y que con toda justicia lo podría haber recibido, en tantos que yo he venerado y murieron desconocidos". Uno de ellos fue su marido Enrique Fierro, también poeta y ex director de la Biblioteca Nacional de Uruguay, que murió en mayo de 2016, a los 72 años. "Va a ser un poco loco el día, amanecí con la vida cambiada", reconoció la poeta que el próximo sábado 24 de noviembre recibirá el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2018 en la Feria del Libro de Guadalajara, en México, su "país de adopción", como suele llamarlo, porque le dio "no sólo la comodidad de un mundo agradable, sino la oportunidad de sentirme útil con traducciones, con clases, y eso es algo que jamás dejaré de agradecerle a ese país, su enorme apertura hacia el que venía de afuera".

Pronto se cumplirán 70 años de la publicación de su primer libro de poemas: La luz de esta memoria (1949). "Yo no confío demasiado en mi palabra. La convicción de haber escrito un buen poema me puede durar quince días", admitió Vitale en una entrevista reciente con Página/12, durante la Feria del Libro de Buenos Aires. "Ese libro lo publiqué porque hubo profesoras, gente amiga, que me dieron una mano. Me quedé conforme, nunca pensé que era un libro inútil. En la última edición de mi Poesía reunida, hay algunos poemas de ese libro como para no falsificar el comienzo. Si sos (Arthur) Rimbaud, puede ser que tu primer libro sea el mejor. Pero no es lo normal. Y no fue mi caso", aclaró esta poeta con una larga trayectoria literaria, autora de Palabra dada (1953), Cada uno en su noche (1960), Paso a paso (1963), Oidor andante (1972), Jardín de sílice (1980), Sueños de la constancia (1988), Serie del sinsonte (1992), Procura de lo imposible (1998), Reducción del infinito (2002), Plantas y animales (2003) y el bellísimo libro en prosa El Abc de Byobu (2005), entre otros títulos. No se puede soslayar el papel que  ha tenido como traductora, especialmente de autores franceses e italianos, como Simone de Beauvoir, Benjamin Péret, Gaston Bachelard, Jacques Lafaye y Luigi Pirandello.

La mujer que amaneció con la vida cambiada, una de las mejores poetas de lengua castellana por su descomunal plasticidad para condensar el mundo, se siente un poco abrumada por la seguidilla de reconocimientos que ha conquistado en los últimos tres años y que la han sacado del "anonimato": el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2015), el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca (2016), el Premio Max Jacob (2017) y el Premio FIL en Lenguas Romances (2018). Después del "susto" y la sorpresa que se llevó al oír el último premio que se sumó a este listado --recibirá el Cervantes en abril de 2019 en Alcalá de Henares--, quizá recordó a sus dos grandes referentes, su profesor José Bergamín y Juan Ramón Jiménez. El autor de Platero y yo le dijo algo que no olvida: "Lo mejor que se puede hacer es escribir y guardar. Guardar en un cajón y sacarlo con el tiempo. Me hablaba de no olvidar nunca la objetividad, la autocrítica. Y yo lo hago. Lo guardo todo hasta olvidarlo", advirtió la gran poeta uruguaya. Ida quiere terminar un libro sobre México, el que estaba corrigiendo cuando murió su marido. Ella, que tiene una nítida tendencia a comprimir y abreviar el verso, sabe que escribir consiste más en borrar que en añadir. "Corregir es como arreglar cajones: sacás lo que está de más".

Los poemas de la mujer que corrige como arreglando cajones condensan una fugacidad irrepetible. "Corta la vida o larga, todo/ lo que vivimos se reduce/ a un gris residuo en la memoria.// De los antiguos viajes quedan/ las enigmáticas monedas/ que pretenden valores falsos.// De la memoria sólo sube/ un vago polvo y un perfume.// ¿Acaso sea la poesía?". La misteriosa claridad de Ida alumbrará por siempre el camino de la poesía en lengua española.