El gran misterio –la novela número cien de César Aira, que publicó Blatt & Ríos en 2018– condensa en su título la figura esquiva y discreta del prolífico escritor que hoy cumple 70 años, el único que aparece como firme candidato al Premio Nobel de Literatura. ¿Será este el año del Nobel a Aira? Más allá de las conjeturas que se podrán hilvanar hasta octubre, cuando la Academia Sueca anuncie en Estocolmo a los dos ganadores, Aira es un autor imprescindible de la literatura argentina que habilita “el contra realismo, el desvío y la desobediencia”, dice Fernanda García Lao, una de las escritoras que participará del Festival César Aira en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno –a partir de las 18, en la Plaza del Lector Rayuela, con entrada libre y gratuita–; una fiesta para descubrir, releer y ver sus libros, reunidos en una feria editorial, con lecturas a cargo de Gabriela Bejerman, Ricardo Strafacce, Ana Ojeda, Osvaldo Baigorria, Mauro Libertella y Evelyn Galiazo. Habrá música, para acompañar el “mariposeo sin sosiego” de las lecturas, con Ornella Benevento y Manuel Navarro.

Este festejo coincide con novedades en el campo de la edición. Se reeditó El juego de los mundos (Emecé), publicada en el año 2000 en una tirada muy reducida. En un futuro remoto en el que los libros se consideran materia muerta, un grupo de hermanos adolescentes se aficionan a un juego llamado Realidad Total. En marzo, Mansalva sacará una nueva novela del autor nacido en Coronel Pringles: El presidente. La editorial estadounidense New Directions lanzará Cumpleaños, traducida al inglés por Chris Andrews. Ariel Magnus publicó este mes Ideario Aira (Literatura Random House), una suerte de gran catálogo de las ideas inagotables del autor de El cerebro musical, que tiene entre sus principales fans a Patti Smith. La cantante estadounidense escribió una reseña para The New York Times sobre este libro traducido al inglés como The Musical Brain (2015), en la que ponderó que el escritor argentino tiene una “mente improvisadora” y un “ojo cubista que ve las cosas desde muchos ángulos al mismo tiempo”.

Un punk nostálgico

“Los aportes de Aira son inmensos y supongo que los terminaremos de dimensionar dentro de un par de décadas –plantea Mauro Libertella a PáginaI12–. Es evidente, por lo pronto, que le sacó solemnidad al asunto y eso siempre se agradece. No fue el primero en hacerlo, es verdad; el suyo es un combo explosivo de líneas de sentido que vienen de (Manuel) Puig a (Witold) Gombrowicz, de Borges a (Osvaldo) Lamborghini. Su influjo fue duramente criticado por unos –los que dicen que banalizó la literatura, que hizo que cualquier pavada sea un libro– y largamente ponderado por otros –los que dicen que modernizó nuestra tradición, que abrió la puerta del siglo XXI para la literatura argentina–. El se mantiene en silencio, saca cuatro libros por año, y así abona o destroza las tesis de unos y de otros”. La escritora y editora Ana Ojeda (Buenos Aires, 1979) comenta que la dimensión de Aira “excede el ámbito de la literatura”. “Es un escritor que se adelantó a la época; empezó a escribir novelines –mi traducción rioplatense de nouvelles– hace añares, sintonizando lo corto como algo a favor. Son libritos que se leen, en su mayoría, rápido, que encajan perfecto con la temporalidad archipiélago en la que vivimos hoy en las grandes urbes: dedicamos retazos de tiempo a leer y él nos ofrece la posibilidad de llenar esos vellones de tiempo con hermosas historias, a cual más disparatada”, explica Ojeda y agrega: “En Aira hay de todo, disfrazado de fácil. En realidad, con esa prosa que corre, toca profundidades y alturas que pocas ficciones se permiten. Dentro del campo de la literatura y su circulación, es un autor que creó a su público e instaló la idea de esta publicación a repetición: uno, dos, tres libros en un año, en distintas editoriales, todos al mismo tiempo, sin mayores explicaciones. Aira es un escritor sin modo de uso. Y eso le da libertad a él y a nosotres, sus lectores”.

Osvaldo Baigorria (Buenos Aires, 1948) compara a Aira con Borges en términos de estar en el lugar “del gran escritor argentino que marca una línea de exigencia, como el mismo Aira ha dicho respecto a este discutido maestro”, aclara el autor de Correrías de un infiel. “La presencia de Aira en la literatura argentina pone una vara tan alta para quienes escriben en este país, que es al mismo tiempo una bendición y una maldición, una maldición estimulante porque él lo hace tan bien que uno siente que debe esforzarse y no hacer cualquier cosa, para citar o parafrasear sus propias expresiones sobre Borges, aunque reconozco que a mí también a veces me sale cualquier cosa”. Fernanda García Lao (Mendoza, 1966) no sabe si existe la llamada literatura argentina. “Si fuera una categoría, estaría llena de nervios. Tan ramificada y contradictoria que podría desmentirse a sí misma en el acto de su proclamación. En todo caso, la de Aira es una escritura antisolenmne, inaudita y caprichosa, que desmiente lo que nombra, que se crea y se repele. Cada libro, una prueba. ¿Importa más el resultado que la pirueta? No sabemos. Pero el experimento, la construcción espacial de sus cien novelas, el humor, todo induce a la anarquía, una anarquía ensayada e inteligente, que contagia”, subraya García Lao. “Aira es un imprescindible. Habilita el contra realismo, el desvío y la desobediencia. Además de ser un punk nostálgico: rápido y anacrónico como un Pumper Nic”, agrega la escritora y recuerda que lo primero que leyó del escritor que cumple 70 años fue La liebre (1991), una novela ambientada en las pampas argentinas durante el período rosista. “Luego amé Ema, la cautiva. Nunca estuve en Pringles, pero creo en sus faisanes. Más tarde, fui librera seis meses en Proa y lo recomendé y vendí muchas veces. Cómo me hice monja era un hit”, precisa la autora La piel dura y Muerta de hambre. 

Deslumbramiento

Lo primero que leyó Baigorria fue Ema, la cautiva (1981), la primera novela que Aira publicó. “De la novela Moreira me enteré mucho tiempo después y la leí en fotocopias a causa de los avatares de aquella edición de la editorial Achával solo, postergada desde 1975”, precisa Baigorria y analiza el impacto que tuvo en él Ema… “Me impresionó la inteligencia con que rompía los estereotipos de la narración de cautivas, construyendo una cautiva que no se comportaba como tal, en una Pampa y una Patagonia con bosques y animales prodigiosos, con indígenas que eran artistas e intelectuales, criaban faisanes, vivían en palacios, jugaban con el dinero fabricado en una imprenta del fuerte de Pringles y filosofaban sobre cuestiones que Aira luego continuaría en otros libros: la indiferencia, el ocio, el vacío y lo lleno”. La primera aproximación de Libertella al mundo Aira fue con La luz argentina. La primera edición de esta novela, publicada por CEAL, se vende en Mercado Libre a ¡3985 pesos! “Es uno de los poquísimos libros que nunca reeditó y que hoy son inhallables. Hay entonces algo de paraíso perdido en ese primer deslumbramiento, el efecto de un rayo que corta el cielo una sola vez –reconoce el autor de Mi libro enterrado–. La luz argentina, por lo demás, es uno de sus libros más ‘redonditos’, una especie de nave insignia de su etapa más narrativa, cuando todavía estaba jugando a escribir novelas que tuvieran una estructura más o menos canónica”.

Ojeda admite que quedó hipnotizada por La liebre. “El último tramo de la novela me desquició completamente porque sentí que se había cansado y quería mandar todo a guardar lo más rápido posible. Fue liberador ver eso, es decir, atestiguar esa especie de menefreghismo genial que le hacía resolver un montón de historias e hilos narrativos en dos o tres páginas. En ese momento, para mí, ese nivel de desparpajo era impensable. El lo puso sobre la mesa como algo posible. De ese período histórico que retrata, me gusta mucho también Un episodio en la vida de un escritor viajero. Blatt&Ríos sacó una edición hermosa, con reproducciones a color de los cuadros de Rugendas, una delicatessen total. La escena del rayo que le da al pobre protagonista en mitad de la pampa me parece de otro mundo”, pondera la autora de No es lo que pensás y Mosca blanca mosca muerta.

La libertad de la imaginación

¿Todos los que celebran al escritor nacido hace 70 años, los que van a participar del Festival César Aira, han leído los cien libros que publicó Aira? “¡Yo doy por descontado que nadie leyó a Aira de punta a punta! Yo seguro que no –afirma Ojeda–. La excepción tal vez sean Ariel Magnus, que acaba de sacar Ideario Aira; y Ricardo Strafacce, autor del libro de referencia en Mansalva: César Aira, un catálogo. Creo que parte de lo encantador de su obra es que siempre hay más por leer. Yo lo leo como leo a Amélie Nothomb, con regocijo de que exista y de que haya siempre un libro que me falta leer”. A Baigorria no le parece imposible leer cien libros, “si uno tiene una expectativa de vida como la del lector promedio de hoy”. “Lo difícil, o lo raro, es concentrarse en un solo autor, pero eso pasa con los mejores en literatura, especialmente ante las distracciones que aparecen todo el tiempo, noticias, webeadas, Netflix y otras plataformas para el entretenimiento. De todas maneras, a alguien perezoso como yo le conviene pensar que no hay obligación de leerlo todo, ya que el criterio siempre debería ser el placer que produzca cada libro. Si alguno no me resulta placentero, lo dejo. En general, Aira nunca me ha defraudado y creo que a la larga uno podría terminar leyéndolo todo si vive lo suficiente, ¿no?”.

García Lao no sabe qué fragmento de Aira leerá. Prefiere la adrenalina. O el efecto sorpresa. Libertella cuenta que va a leer partes de Continuación de ideas diversas, “un libro hermoso” que publicó en Chile la editorial de la Universidad Diego Portales. “Es un compendio de ideas, de lucubraciones, de divagues, de conjeturas –detalla Libertella–. Para mí ese es el mejor Aira, o al menos el que más me gusta. No soy muy adepto del delirio, que es una zona muy difundida de su literatura. Me seduce más el Aira ‘filósofo’, el de los juegos mentales, el maestro del pensamiento especulativo. Y este libro es eso en estado puro: una idea tras otra, siempre narradas, muchas arropadas con el vestido amable de un cuentito, hasta de una fábula”. Ojeda eligió el comienzo de El juego de los mundos porque le parece “un libro interesante que dialoga muy bien con nuestro presente, a pesar de haber sido escrito originalmente hace muchos años”. Baigorria compartirá la lectura de Entre los indios, “otra de sus novelas de indios, donde aparecen esas tribus que llamo de ‘raza aira’, esos indígenas fabulosos, meditativos, que no trabajan, viven como aristócratas incluso en la pobreza y que en cierto sentido evocan a los ranqueles de Mansilla, pero con la libertad de una imaginación que ha sido fuente de inspiración para mis propias ficciones, investigaciones y deseos sobre aquel mundo perdido en los laberintos de la historia”.