Ana Villanueva contó la experiencia fueguina en lo que hace a las licencias por maternidad, regidas por la ley 911, “aprobada en 2012, cuando había una mujer como gobernadora. Nuestra pelea fue por darle a cada familia el derecho a armar su propio esquema de uso de licencias y por que la ley amparara a todas las formas familiares. Queríamos una ley que acompañara los avances de la sociedad en cuanto a los derechos civiles, como el matrimonio igualitario. Si las licencias son fijas e inamovibles, discriminan a las mujeres, porque insisten en naturalizar que es ella la que debe ocuparse del niño, refuerzan los estereotipos de género. 

En nuestra provincia hubo tres leyes de maternidad. En las primeras, los padres no tenían derecho a alimentar a sus hijos salvo en caso de muerte de la madre, puesto explícitamente así en el texto. Ahora, el padre también tiene derecho a salir antes de su trabajo para alimentar a su bebé. Hace poco, una pareja de hombres adoptó un niño y tomaron treinta días de licencia los dos juntos para insertarlo en la familia. Otra pareja, que tuvo mellizos, también tomaron licencia los dos juntos. La flexibilidad es fundamental para adaptarse a la realidad de cada familia. Y para no reforzar los estereotipos de género, las licencias compartidas son indispensables”.