La luz azul de un patrullero, los estiletes enganchados en las baldosas rotas,  los brillos cortando la oscuridad, las medibachas agujereadas por el roce del pavimento: la escena se repetía cada noche en los ‘90.  Aquellos calabozos porteños donde los canas rendían el resultado de su cacería, terminaron siendo el tiro por la culata de ese aparato travesticida que no esperaba ver convertidos a sus espacios de castigo en sedes para la reunión T: estrategias de supervivencia y lazos de sororidad florecieron en aquél fango carcelario. La obra teatral “Calabozo en la 25”, dirigida y escrita por Daniela Ruiz, busca documentar la historia de esos encierros transmutados en espacios de resistencia.

¿De qué era sinónimo la 25?

Fue sinónimo de años 90, discriminación, violencia, detenciones arbitrarias, una manera de hacernos entender que el Estado nada garantizaba para nosotras: no éramos sujetas de derecho.  Adentro del calabozo se armaban lazos de solidaridad y sororidad. Aquel tiempo vacío lo llenábamos con el relato de nuestras formas de ver el mundo y hasta con chistes. En la 25 conocí realidades diferentes a la mía. La prostitución era un campo de concentración a cielo abierto donde no podíamos charlar y hasta en un café éramos detenidas por aquel código contravencional. Paradójicamente, el único lugar que nos quedaba donde poder empoderarnos, era la cárcel.

Y en la 25 terminaban casi todas…

Era uno de los centros de detención de la mayoría de las travestis, el resto iba a la 29, en Av. Santa Fe. Había un grupo especializado de moralidad, caballería, fuerzas armadas motorizadas, que se dedicaban los fines de semana a buscarnos por la Zona roja. En ese hacinamiento teníamos que orinar paradas; eran oscuros y húmedos y allí el derecho humano no existe. Ahí ser travesti te convertía en un objeto de códigos de falta y en un expediente.  

¿Cómo trasladarte está historia al espacio teatral?

Es una estructura dramática con cuatro personajes. Una es María, una cafetera de Quilmes que se traviste como hombre para sobrevivir.  Sin haber tenido vínculos sociales con otras compañeras descubre el mundo travesti dentro de la comisaría.  Otra es una chica travesti del conurbano que  vive de ilusiones junto a la madre travesti. Y después está Donatella Star, una travesti de Confusión, de esas que han hecho historia en el arte trans. Está también Roberta, una persona en situación de prostitución. Algo fundamental en la obra es la hermandad.