Lo que comenzó como simple proyecto devino misión devocional, a la que le ha dedicado 8 años de su vida. Ese es el tiempo que le ha llevado a la realizadora norteamericana Pamela B. Green terminar su ópera prima, la biopic Be Natural: The Untold Story of Alice Guy Blaché, que tras pasar por reputados festivales del globo (Cannes, New York Film Festival, BFI London Festival), acaba de estrenarse en salas comerciales de Estados Unidos. El cometido de su largometraje, dice Green, es difundir la labor “de quien ayudó a crear la gramática del cine como lo conocemos hoy en día”. La primera persona en dirigir ficción, incluso antes que Méliès, que innovó con intuición y arrojo, impulsando al medio técnicamente en sus albores, sí, pero atendiendo especialmente su potencial artístico y narrativo. Si acabó como nota al pie de la historia del cine fue por haber sido mujer, subraya Pamela, cuyo docu rescata vida y obra de la genial cineasta gala Alice Guy Blaché, una pionerísima que durante décadas no fue reconocida. 

El primer film de Guy, considerado la primera película de ficción de la historia del cine, fue el encantador El hada de los repollos, de 1896. Lo escribió, produjo y dirigió con apenas 23 años, abordando esa leyenda que a la pregunta “¿de dónde vienen los bebés?”, responde: hay que buscarlos en la huerta, salen de los repollos. Le siguieron más de mil cintas, en las que se aventuró en la comedia, el melodrama, el western, el thriller, la épica religiosa, experimentando con el sonido sincronizado, el color, los efectos especiales, los close-ups, las técnicas de montaje… Tratando, dicho sea de paso, temas punzantes como raza, clase y género desde una mirada archimoderna. 

En Las consecuencias del feminismo (1906), AGB imagina un mundo en el que hombres y mujeres intercambian sus roles, evidenciando los dobles estándares que pesan, con los varones revelándose al ser obligados a la sumisión y las tareas del hogar. En The Making of an American Citizen (1913) habla de inmigración y violencia conyugal. En Matrimony’s Speed Limit (1913) pone énfasis en el matrimonio como una relación entre iguales. Cuando sus actores blancos se niegan a compartir pantalla con actores afro, Guy responde con A Fool and His Money (1912), la primera película narrativa con elenco negro de la historia. Otro de sus trabajos, La Vie du Christ (1906), es descripto como la primera superproducción del cine con 25 decorados, exteriores en el bosque de Fontainebleau, 300 extras.

Según la crítica estadounidense, una de las grandes bondades del flamante Be Natural (narrado por Jodie Foster, además productora) es mostrar numerosos extractos en excelente calidad de esos films; además de rastrear y rescatarraras entrevistas a la cineasta, cartas y mementos, ¡libros de contabilidad!, descendientes. Sin embargo, parece que Green exagera la nota detectivesca, zigzagueando por las calles de Los Ángeles en busca de un lab que digitalice las cintas, por ejemplo. También se le va un poco la olla remachando cuán ignota permanece Guy, cuán poca gente la conoce, cuando lo cierto es que su nombre ha salido del ostracismo estas últimas décadas.

El reconocimiento llegó tarde, pero llegó, gracias a libros, ciclos homenaje, tesis doctorales, incluso cuentos para niños. Algunos pocos ejemplos: el docu Le Jardin Oublié: La vie et l’oeuvred’ Alice Guy Blaché de la canadiense Marquise Lepage. Biografías como Una visionaria olvidada del cine de la autora Alison McMahan, o Vida de Alice Guy Blaché de Alejandra Val Cubero. La obra de teatro Alice a la sombra de las maravillas de la compañía española La Recua, cuyo estreno contó con la presencia de la nieta de Guy, Régine Blaché-Bolton. En resumidas cuentas, la “historia nunca antes contada de Alice Guy Blaché”, como titula Green, sí que ha sido contada anteriormente. Aún más: la contó la misma Guy en sus memorias, publicadas post mórtem en la década del 70. 

Allí Alice relata sus orígenes; cómo trabajando como secretaria de Léon Gaumont, lo acompaña a una proyección privada de los Lumière, y de inmediato comprende el potencial narrativo de las primitivas cámaras: “Pensé que podía hacerse mucho más que esas películas de demostración. Así que, reuniendo coraje, le propuse tímidamente a Gaumont filmar una o dos pequeñas escenas con algunos amigos como actores”. Él accedió “con la expresa condición de que esto no infiriera con mis deberes de secretaria”. Deberes a los que, pronto, sumaba nuevas tareas: directora de casting, diseñadora de vestuario, directora de fotografía, editora, guionista, productora, realizadora. Tal era el talento de Alice que cuando Léon abre una división de producción cinematográfica en su empresa en 1897, le confía a ella la dirección. Así y todo, recuerda El País que “cuando en 1930 Gaumont publicó la historia de su productora, decidió iniciarla en 1907 y así ninguneó a aquella secretaria que llegó a ser responsable del 80 por ciento del negocio de su empresa”. 

En 1907, Alice se casa con el camarógrafo Herbert Blaché y se mudan a New Jersey. Fundan la productora Solax, una de las primeras en Estados Unidos, y ella filma muchísimo, con tanto éxito que sus cintas son distribuidas por todo el país, incluso afuera. Pero eventualmente él crea un estudio paralelo con su nombre, Blaché Studios, a partir de los recursos de Solax, que se resiente y se acaba fundiendo. Además la engaña con una de sus actrices, y el asunto termina en divorcio. A pesar de su extensa hoja de ruta, Guy -entonces madre de dos- no consigue laburo y regresa a París, donde tampoco tiene suerte como cineasta. Hasta su muerte a los 94 años no vuelve a rodar. “Lo más asombroso de su vida, y lo que la hizo sufrir más en su vejez, fue su desaparición en la historia del cine. Dedicó los últimos 30 años de su vida a buscar sus películas en Francia y Estados Unidos”, cuenta una apenada Alice GuyPeters, su tataranieta.