En el pasado, el arte procuró expresar los misterios de la naturaleza y exorcizar los peligros que acechaban a cada paso. Buscó también acercarse a la apariencia real del mundo y, al mismo tiempo, ofrecer una mirada idealizada sobre él y se convirtió en un instrumento al servicio de los nuevos Estados en busca de su ethos. Fue propaganda e identidad, color local, talento e inspiración, genialidad y oficio. Tomó la forma de tótem y de monumento, de plegaria y de exaltación del progreso. Fue local e internacional, tradicional y experimental, e instituyó las nuevas catedrales laicas a través de las cuales se intentaba recuperar el aura perdida.

En la actualidad, en cambio, el arte contemporáneo es un campo ligado principalmente a la exhibición y a la forma que instituye en su circulación, en la cual intervienen artistas, curadores, investigadores, críticos, galeristas y coleccionistas, en diálogo con diferentes instituciones y formaciones culturales que configuran las agendas curatoriales.

El arte fue ganando nuevos públicos que dotaron de nuevos sentidos una experiencia que antes compartía un reducido círculo de elite. Al mismo tiempo, fue cobrando un inusitado protagonismo en los medios comunicación masiva a través de la difusión y la promoción de eventos de gran impacto y convocatoria, como son las ferias, las bienales y las grandes exposiciones que tienen lugar en los museos más visitados.

A pesar de su origen escindido, el arte parece integrarse a la cultura de masas y participar cada vez más de la vida social. En este contexto, las exposiciones son un instrumento de difusión de las producciones artísticas, además de representar la fuerza de acción de las economías del arte, que movilizan una multiplicidad de recursos, financieros y humanos, para hacer eficaces y rentables sus programas artísticos.

La exposición deviene de este modo en un escenario en el que confluyen los profesionales del arte. Este nuevo plantel, conformado por gestores, productores, curadores, museólogos, diseñadores y arquitectos, entre otras ocupaciones afines, administra las producciones y los discursos sobre el arte y vuelve indivisibles, o bien difíciles de diferenciar, dos figuras centrales del mundo del arte contemporáneo: el artista y el curador. Así lo expresa Boris Groys, para quien producir arte implica necesariamente la acción de exhibirlo. En esta lógica, es el curador el que administra el espacio de la exposición, “en nombre del público”. Las exposiciones son el centro de las confrontaciones y los debates en la medida en que confluyen allí, de uno u otro modo, artistas, curadores, críticos, galeristas, coleccionistas y el público.

“La exposición no es nada más que una serie de elementos casi invisibles que terminan generando un entramado mediante contenidos diversos”, afirma Martí Manen, para luego decir que es el dispositivo de presentación más destacado en el arte contemporáneo, en el que conviven obras, textos, documentos, objetos y elementos varios que generan un contexto –y un tiempo–  que puede permitir una recepción y una interacción con el trabajo de los artistas y otros agentes culturales.

El curador es en la actualidad una figura consolidada para la topografía del arte contemporáneo, que goza de cierta estabilidad en la red de intercambios del presente. Cuestionado en ocasiones, aunque no del todo estudiado en la Argentina, el curador ocupa un rol en la escena contemporánea en nuestro país que parece haber pasado abruptamente de un estadio amateur a la órbita profesional. Este proceso podría delimitarse con mayor claridad en la década del 2000, aunque las acciones tendientes a su inscripción profesional datan de la década anterior.

Métodos y prácticas curatoriales en los 90, entonces, propone analizar ese proceso considerando los años 90 en Buenos Aires un momento seminal en el que se vislumbra el ascenso del curador como parte de un proceso más amplio de reestructuración del sistema del arte, de su ontología, de sus prácticas, de su topografía, de su circulación y de sus instancias de legitimación.

Los estudios curatoriales proponen analizar las formas en que el arte es exhibido y discutido como parte de la historia de las exhibiciones al mismo tiempo que estas comenzaron a formar parte del proceso de conceptualización y producción del arte. Desde esta perspectiva, haremos foco en el itinerario artístico-intelectual de Jorge Gumier Maier y de Marcelo Pacheco –dos figuras de gran peso simbólico para la escena de la época, cuya práctica se expresó en curadurías, escrituras y docencia–en procura de definir un universo de acciones ligadas a la exposición como objeto de estudio para la historia del arte. […]

La investigación que da soporte a esta publicación comprende el período que se abre entre 1988, con la creación de la galería del Centro Cultural Rector Ricardo Rojas y la posterior incorporación, en 1989, de Gumier Maier a la coordinación del área de artes visuales de ese centro, y 2000, con la publicación del libro Artistas Argentinos de los 90, editado por el Fondo Nacional de las Artes, que contó con la curaduría de Jorge Gumier Maier y Marcelo Pacheco y la dirección de Luis F. Benedit. No obstante ello, esta investigación también excede y traiciona esta cronología, y busca establecer líneas genealógicas que atraviesan aquellos años o confieren una dimensión temporal mucho más porosa.

Este trabajo se propone pensar la práctica curatorial de manera genealógica, atendiendo tanto a su fase de profesionalización e institucionalización como a sus inicios híbridos e imprecisos, sus referencias y su cercanía con otras prácticas, su fundamentación teórica, su praxis y su poder en términos de legitimación. Buscamos comprender estas transformaciones poniendo en circulación una serie de ideas y debates que no han sido considerados oportunamente por la crítica y la historiografía reciente y que siguen invisibilizados, recuperando voces, textos imágenes y problemáticas.

La mayoría de estos registros permanecían dispersos, estaban inéditos y eran casi desconocidos. En este sentido, este libro también contribuye a construir un archivo específico sobre el tema, al poner en consideración múltiples registros documentales (relatos, manifiestos, declaraciones, programas, obras, producción crítica, entre otros) por medio de los cuales procuramos dar cuenta de la dinámica del período y aproximarnos a la complejidad de estas prácticas.

La intención no es hacer un culto a la personalidad de Jorge Gumier Maier y Marcelo Pacheco, sino más bien, analizar su práctica en compleja trama que estructura los discursos curatoriales en la Argentina. De este modo, el análisis de estos casos de suma relevancia para la comprensión del período estudiado aspira a convertirse en el punto de partida de un proceso de escritura de una historia que todavía está en debate. Una historia que supone la toma de posición en relación con los procesos de institucionalización de estas prácticas y sus relaciones con el mercado, con los ámbitos académicos, y también con los museos y otros espacios de exhibición y circulación.

* Curadora, investigadora y profesora en la Universidad Nacional de La Plata. Fragmento del prólogo de su libro, recientemente publicado, Modelos y prácticas curatoriales en los 90 - La escena del arte en Buenos (Libraria Ediciones, 236 páginas).