Cuando la cuarta ola feminista irrumpió como marea y fuerza viva, las estructuras y modos de relacionarnos empezaron a sufrir los cimbronazos. En esa crisis de lo cotidiano, emergió una noción clara: había –hay– que derribar al patriarcado. ¿Y después qué? Entre los múltiples debates que aparecieron, epifenoménico y secundario, emergió la pregunta por el qué hacer de los hombres. Que si reactivos ante el cuestionamiento de los privilegios, que si aliados, que si feministas, que si meros espectadores, que si actores determinantes. Poco a poco fue creciendo una categoría que algunos denostan y otros aplauden: los varones antipatriarcales. Existen incluso organizaciones por toda América latina (con un encuentro anual , el ELVA), en las que ellos se suman a discutir qué hacer para derribar la estructura que, asumen, oprime a la mujer pero también al hombre.

Con el curioso ingrediente de que la obra fue elaborada en base a la imposibilidad de observación de un universo vedado para cinco mujeres, aquella premisa aflora en la quinta creación del grupo teatral Piel de Lava: Petróleo, estrenada en 2018 en el Teatro Sarmiento, en el marco del programa artista residente del Complejo Teatral de Buenos Aires. En ese entonces las creadoras e intérpretes Pilar Gamboa, Valeria Correa, Elisa Carricajo y Laura Paredes (a quienes se suma Laura Fernández en escritura y dirección) montaron esta obra que sacudió la escena porteña hasta llegar al teatro comercial en mayo de 2019, luego de agotar 60 funciones para más de 25 mil personas en el Teatro San Martín. Hicieron tres meses a sala llena los martes a las 20 y lograron saltar la cerca de las 12 funciones, porque Petróleo está ahora en el prime time de la calle Corrientes los viernes, sábados y domingos a las 20.30 en el Metropolitan.

El éxito rotundo se explica por el talento y la solidez del grupo, con más de 15 años de indagación y trabajo conjunto, pero también por la trama de una sensibilidad social creciente en torno al modo en que el patriarcado nos afecta también a los hombres. Cuatro obreros petroleros en la Patagonia, trabajan para que el pozo al que están confinados dé frutos. Y en ese escenario de claustro sellado y alejado del universo de lo femenino, florece la masculinidad –¿tóxica?–. Las criaturas que componen las Piel de Lava son tan hombres como cualquiera de los hombres que hemos cruzado, que hemos sido. “Son años de observación y de parejas vividas y hasta padecidas”, dice Pilar Gamboa en las entrevistas. Las criaturas, la masculinidad estereotipada, que es esa que oprime y sujeta a los hombres en el sistema actual, es a base de experiencia lisa y llana. Surge de la capacidad de las actrices de mirar alrededor.

Hay dos tipos de nociones emergentes ante la cuarta ola feminista: la que pone el foco sobre lo tóxico de la masculinidad hegemónica y la que indaga por dónde habrá que buscar la salida. Hoy se discute y se señala de forma masiva lo dañino de la masculinidad y el rol de hombre como construcciones sociales que afectan negativamente a varones y mujeres. Incluso se sabe que los pilares que definen a esa masculinidad (provisión económica, seguridad física, agresividad y “no llorar” o no flaquear) son, junto con la mala educación comunicacional y emocional recibida, y según estudios de la Organización Mundial de la Salud, las causas que llevan a que haya tres a cuatro veces más suicidas hombres que mujeres en el mundo.

La presión por el mandato social asignado al género es lo que se exacerba y emerge en Petróleo. Con el plus del humor que desborda los 80 minutos. Todo es risas y la reflexión llega por añadidura: risa para ver que los hombres no lloran, no aflojan, no mariconean, no dejan de trabajar ni muestran dolor alguno. Los hombres, en definitiva, se la bancan.

Petróleo se suma a una tendencia que demuestra que las representaciones culturales y sociales mayoritarias ya no son las de la toxicidad o bien que se mofan de ellas. Pero ante la novedad aún resuenan las antiguas ideas: hace poco el NO puso el foco sobre How to Sell Drugs Online (Fast). En la microserie alemana, Moritz quería recuperar a su novia en la secundaria y lo hacía tratando de superar al nuevo flirteo de su ex: un repartidor menor de éxtasis. La hombría se ponía en juego y el macho, un nerd poco atlético, se medía con las herramientas de la vieja masculinidad: superar en el negocio narco a su rival, ser más hombre.

 

En esa serie, como en ninguna otra, se veía el conflicto de las nuevas masculinidades emergentes porque por otro lado se cuestionaban algunas otras aristas y aparecía la debilidad o fragilidad de Moritz como un eje evidente. Pero es algo que trasciende un caso. Puede ser Moritz, puede ser Otis Milburn en Sex Education, o puede ser la ambivalencia de los diferentes personajes masculinos en la última joya de la BBC, Years and Years, en la que el futurismo llega hasta ahí nomás: los hombres siguen desviviéndose por ser los proveedores y se esconden para llorar.