A los compañeros

Figura excluyente de la adolescencia. Guía, rector en el pasaje de los tiempos que bien describió Paul Nizan conirrevocable enunciado "yo tenía veinte años. No permitiré que nadie diga que es la edad más hermosa de la vida"; el preceptor transita esa institución que a pesar de todo el argentino porfía en mantener, la escuela.En virtud de su trabajo, acompañamiento, compromiso con la educación y sobre todo con el estudiante, sirva el recuerdo de quien el 1 de junio de 1977, en cumplimiento de las mismas funciones, no volvió a su casa, a sus versos, a sus libros: Roberto Jorge Santoro.

Hijo de italianos, nació en Buenos Aires el 17 de abril de 1939. Hombre de oficios varios fue además de preceptor en la escuela secundaria, vendedor en un puesto de mercado, empleado en el sindicato de músicos, pintor de brocha gorda y antes que nada poeta, nació para ello. Entre sus obras se halla la dirección de la inestimable revista El Barrilete, y los textos, Oficio desesperado, De tango y lo demás, Literatura de la pelota, entre otros.Militante del PRT, supo unir vida con obra. Tanto que cuando no tuvo dinero para publicar sus libros aprendió el trabajo de linotipista, decía: "Al principio, mis manuscritos entraban por las puertas de las imprentas tradicionales y de ellas salían transformados en libros. Con la excepción de haberlos escrito, yo no tenía nada que ver con la realización. Hasta que me di cuentade que había que poner manos a la obra. Esto quiere decir: comprar papel, realizar el armado de las carpetas o de las cajitas de cartón, compaginar la inclusión de hojas escritas y dibujos, tomar mates mientras se trabaja, es decir, asociarse para derrotar los costos elevados, la mufa de las imprentas. Todos colaborando con todos".

Corría el invierno del 77. Hacía más de un año que azotaba la Dictadura en el país, las clases se desarrollaban digamos con "normalidad" en la Escuela Nacional de Educación Técnica nº 25 del barrio de Once de la Ciudad de Buenos Aires, cuando tres hombres se arrimaron preguntando por uno de los preceptores, Roberto Santoro. Uno de ellos refirióser familiar de un alumno. Al presentarse el buscado lo redujeron, y en medio de gritos y desesperación lo llevaron. Jamás volvió a tomar el presente.

 

Alguna vez Rodolfo Walsh señaló que la historia argentinano puede relatarse de manera continua, es decir, no hay posibilidad de configurarla en totalidad, sino en comparación y superposición de épocas, es por ello la licencia del recuerdo en estas líneas, el dato análogo anecdótico. Pero tambiénvalga la emoción del reconocimiento significado en el poeta, aquel preceptor que en años aciagos escribió con su existencia: "Quevenga la vida y me golpee/ de nada vale cerrar los ojos/ Un hombre dormido/ es un dolor que descansa".