“Estamos desbordados, colapsados”. Apenas pasado el mediodía, de esa forma describía la actriz y presentadora Carla Czudnowsky ­­ lo que se vivía en la segunda jornada de la Expo Cannabis. Para ese momento la fila de personas esperando para entrar a La Rural ya se extendía por más de tres cuadras, se habían vendido todos los combos y promociones para ingresar a la exposición, apenas se podía circular entre los setenta stands que funcionaban adentro. “Sabíamos que esta muestra era producto de una necesidad muy grande”, decía Czudnowsky cuando en el predio de charlas y conferencias se levantaban personas a cada momento para dejar ingresar a niños en sillas de ruedas y ancianos que caminaban con bastones. “Ni siquiera nosotros esperábamos que esto fuese tan grande”.

El predio de La Rural destinado a la Expo Cannabis tuvo que ser ampliado a fuerza de visitantes. Se abrieron salidas a un espacio verde y se movieron hacia otras zonas el resto de los eventos programadas dentro del predio. “Ya podríamos llamarlo un éxito”, decía Martín Armada, jefe de Prensa de Expo Cannabis y editor general de la revista THC, uno de los principales organizadores del evento. “Lo más destacable es lo cuantitativo y lo múltiple, transversal, variopinto de la concurrencia. Hay familias con sus niños, adultos mayores, pibes y pibas entre Grow shops, científicos, médicos, defensores públicos del Estado. Y entre todos armaron un clima amable, relajado. No hemos tenido ningún problema. Todos vinieron acá interesados por aprender”.

El recorrido de expositores de la segunda jornada mostraba ese mismo abanico caleidoscópico que se veía entre los pasillos. Mientras arriba del escenario se anunciaba una charla titulada “Tercera Edad” y Czudnowsky mencionaba lo inesperado de un público que aumentaba a cada minuto, en uno de los puestos de cultivo una abuela le compraba a su nieta el vaporizador que buscaba desde hacía meses. Unos minutos más tarde, al momento de la conferencia “Medicina Ancestral” --brindada por referentes de distintos pueblos indígenas--, un grupo de amigos se sacaba selfies con Caballero Rojo de Titanes en el Ring, que les ofrecía “el mejor papel saborizado para armar”. Sobre el escenario, un hombre bajo de voz quebradiza y pausada aseguraba: “Nosotros no creemos que podemos ser dueños de una planta. El bosque y la selva son nuestras farmacias, así como nuestros abuelos son nuestras bibliotecas vivientes. Somos treinta y cinco pueblos en Argentina que hemos venido aquí para prevenir de que esta planta milenaria y sanadora puede caer en manos de grandes monopolios. Y nosotros conocemos de que nos roben nuestra libertad”.

Los aplausos que generaba su discurso se iban perdiendo a medida que uno se alejaba de la zona central destinada a las conferencias. Lo que se imponía allí era el bullicio alrededor de todos los locales que ofrecían parafernalia cannábica: pipas, tuqueros, recipientes herméticos anti-olor, recipientes para curado de flores, vaporizadores, papeles de armado de múltiples colores y sabores, picadores, filtros para armado. “En este lugar está todo muy lindo, muy cuidado, eso es algo que nos dio seguridad”, decía una mujer que acompañaba a sus hijas a cobrar bolsas de sustrato hecho con guano de murciélago, uno de los fertilizantes más preciados durante la exposición. En esa frase también dejaba en claro el giro simbólico que produjo la Expo Cannabis. Todos los stands estaban montados con estéticas armónicas y hasta sensuales, colores atractivos, disposiciones dinámicas. No había ninguna posibilidad, dentro del predio, de vincular al cannabis con un universo marginal y violento.

“El noventa por ciento de las consultas tienen que ver con personas que quieren saber cómo cultivar, cuántas plantas pueden tener en su casa, cómo pueden conseguir el aceite”, contaba la abogada Gabriela Basalo, coordinadora del Punto de Acceso a la Justicia. En ese espacio, ubicado en un pasillo lateral del predio, trabajaban más de veinte abogados y miembros de las defensorías de la Ciudad de Buenos Aires, la Provincia de Buenos Aires y de Nación Argentina. “El sentimiento que más aparecía en las consultas era la indignación, personas mayores que no podían entender el hecho de que tenían prohibido cultivar cannabis en sus casas, y que además no tienen casi ninguna otra forma de conseguirlo”.

El escenario legal en Argentina alrededor del cannabis está signado por la contradicción. Por un lado aún sigue vigente la llamada Ley de Drogas ­–Nro. 23.737– en la que se penaliza cualquier consumo de la planta y, por otro lado, la Ley de Cannabis Medicinal aprobada en marzo de 2017 aún no fue reglamentada. En esa ley se permite dentro de uno de sus artículos el autocultivo con fines medicinales, que hoy representa el mayor acceso a la planta. Según el Centro de Estudios de la Cultura Cannábica (CECCa), esta vía representa al 80% de los consumidores, sean para fines medicinales o recreativos. “Hubo una interacción muy fuerte e incluso mucha ruptura de prejuicios en el punto de acceso”, relataba Basalo. “Nos pasó de que llegaran chicos con causas penales y mujeres mayores que los escuchaban y les decían: yo pensaba que lo medicinal era una cosa y la otra era para drogadictos, pero la verdad me preocupa lo que te pasó. Y los pibes les terminaban mostrando fotos de sus plantas. La verdad que se dan situaciones impensadas hasta hace muy poco tiempo”.

La jornada continuó con las conferencias “Variedades de Cannabis. Efectos físicos y psíquicos” --a cargo de la doctora Carla Pallavanici-- y “Cannabis medicinal e insomnio” --a través de una videollamada con la ingeniera estadounidense Mara Gordon--. Al mismo tiempo eran expuestos en uno de los rincones del predio los más de treinta y cinco posters científicos, que iban desde las investigaciones en torno al genoma de la marihuana hasta los que buscan la mejor manera de producir un cultivo masivo dentro del país. “Tenemos un desafío hoy para hablar también con los jóvenes que se preocupan por lograr que sus plantas sean más fuertes”, explicaba dentro de la charla “Modelos Solidarios” la activista chilena Ana María Gazmuri. “Podemos mostrarles que también se trata de una herramienta de autoconocimiento y reflexión. Está bueno ir educando en ese sentido: no siempre más es lo que realmente satisface. Esa verdad obedece al tipo de cultura que hemos construido: una cultura voraz, consumista, ansiosa. Y Eso mismo se replica en la forma de usar la planta. Tenemos que deconstruirnos y volver a una mirada más ritualizada, más plena de sentido”.

Cuando la jornada ya llegaba a su fin, el Punto de Acceso a la Salud, también ubicado en un pasillo lateral, aún seguía repleto. Los médicos no daban abasto. Los más de veinte que trabajaban allí, despejando dudas en torno a las posibilidades medicinales de la planta, estaban rodeados por más de diez o quince personas cada uno. “No es lo mismo que buscar en internet, y yo creo que mi médico de cabecera ni siquiera me va a responder si le pregunto”, decía una mujer anciana de pelo blanco y sonrisa tímida que caminaba con andador, en una suerte de síntesis acerca de todos aquellos que la rodeaban. “Quise buscar por internet pero no sabía bien cómo usarlo, dónde conseguirlo, si me servía para mis dolores. La verdad es que no se entendía nada. Y cuando llegás acá te das cuenta de que hay mucha gente que no sabe y no entiende, así como una. Lo que ahora no entiendo es cómo no hay más lugares donde preguntar y donde informarse. Esta exposición tendría que hacerse mucho más seguido”.