Desde Río de Janeiro

Lo esperado se confirmó: con Lula da Silva de regreso a la libertad y a las calles, el gobierno ultraderechista de Jair Bolsonaro finalmente tendrá una oposición activa y dispuesta a señalar principalmente las consecuencias de la política económica del neoliberal fundamentalista Paulo Guedes.

El discurso de Lula del pasado sábado sorprendió porque no se esperaba que partiría con un ataque directo contra el Jair Bolsonaro, Sergio Moro – el juez que lo condenó en un proceso plagado de altas irregularidades y sin prueba alguna – y que desde ya centrase fuego en Guedes. Y fue exactamente lo que ocurrió.

Aunque sin articular propuestas alternativas a las iniciativas del actual gobierno – pidió un plazo de veinte días para hacerlo, recordando que desde hace 580 estaba preso – Lula despotricó fuerte contra el programa económico del actual gobierno.

Llama la atención de analistas políticos y, por supuesto, de políticos, que Lula haya pedido esos veinte días para darse cuenta del verdadero estado en que se encuentra el país.

Lo que se entendió es que ese tiempo servirá para trazar la estrategia de sus acciones, bien como su tono, el contenido y los blancos a ser alcanzados. De sus declaraciones del sábado algunos puntos merecen atención.

Por empezar, su crítica al “acomodamiento” de la oposición, lo que es algo concreto y real. Al margen de la campaña por “Lula libre”, lo que se vio a lo largo del año ha sido un PT y partidos cercanos sin norte ni rumbo.

De todo lo que él dijo el sábado a la multitud que rodeó el Sindicato de Metalúrgicos en San Bernardo, un detalle llamó la atención: Lula comparó, de manera clara, la situación brasileña a lo que ocurre en Chile. E instigó la gente a salir a las calles a protestar.

Con eso, dejó claro cuáles serán sus pasos de aquí en adelante: no solo defenderse, pero criticar, golpear, atacar. En resumen: polarizar.

Además, Lula atacó a Bolsonaro por un costado peligroso para el actual presidente: los vínculos, tanto de él como de sus tres hijos que actúan políticamente, con las “milicias”, los grupos paramilitares que disputan el control de alrededor del 60% de la región conurbana de Río de Janeiro con bandos narcotraficantes.

En segundo lugar, concentró ataques a la operación “Lava Jato”, encabezada por el entonces juez y actual ministro de Justicia Sergio Moro, que lo condenó a prisión en un juicio claramente manipulado.

Bolsonaro dijo el viernes que debe su victoria, básicamente, a Moro. Con eso, le abrió las ventanas a Lula para afirmar que queda comprobado que el juicio que lo condenó impidiéndole disputar las elecciones ha sido fundamental para que Bolsonaro llegara a la presidencia.

El tercer foco de sus ataques en el pronunciamiento del sábado ha sido el proyecto económico de Paulo Guedes. La expectativa es que precisamente ese foco de ataque de Lula prevalezca en sus nuevos pronunciamientos.

Será la primera vez que se levante una voz – y justo la de Lula – para denunciar los daños que el programa armado por Paulo Guedes puede imponer al país. Recién hace pocas semanas otros economistas apenas insinuaron, por primera vez, críticas al programa económico del gobierno, pero de manera lateral. Lula fue directo al blanco, y con fuerza.

Hasta ahora, en ningún minuto de todos los días de todos los diez meses de gobierno de Bolsonaro ocurrieron ataques tan sucintos y contundentes a la política económica que Guedes lleva a cabo mientras el país se distrae con los desvaríos del clan presidencial como los proferidos por Lula el sábado.

Resumen final: Lula volvió.

Y con eso se puede esperar un cambio radical en el espectro político brasileño. Para saber cuáles efectos tendrá ese regreso, habrá que esperar al menos los veinte días pedidos por él para enterarse mejor de la situación y volver a pronunciarse a la nación.

Las expectativas crecen por todo el espectro político de Brasil. Pero hay un foco especial de parte de quienes pueden intervenir de manera de cambiar el rumbo de las cosas: las Fuerzas Armadas, en especial el Ejército.

Un día después del pronunciamiento de Lula, lo que este domingo se pudo apurar es que entre militares en activo hay temor de que tanto él como Bolsonaro asuman posiciones cada vez más radicales.

En este primer momento, la impresión entre los uniformados es que ambos tuvieron actitudes razonablemente contenidas.

Hay un grueso y nutrido grupo de militares retirados que integran el gobierno ultraderechista de Bolsonaro.

Pero entre los que efectivamente cuentan – los en activo – se observa un cierto alejamiento de Bolsonaro, considerado muy intempestivo y sin noción de que el control es esencial para presidir un país sumergido en una crisis social y económica de semejantes proporciones como la actual.

Con eso, las expectativas se concentran no solo en Lula y Bolsonaro, pero también en los militares.

A ver qué pasa en los próximos días.