I.

A las dos de la madrugada, el corazón delator de Aranza es un carruaje que trata de mantener sus letras visigodas para jurar que, por siempre, correrá detrás de las imágenes que desata la mente, a pesar de los ayunos a los que se enfrenta por los usos y costumbres de la palabra obligatoria.

II.

El Mío Cid estuvo saltando toda la mañana de pupitre en pupitre, anacrónico e impotente, blandiendo su armadura de bien cultural.

Que se trata de un héroe.

Que no es un asesino de moros.

Que es castellano antiguo.

Que es obligatorio.

Que si no se lee en la escuela jamás se lo leerá.

III.

El corazón delator de Aranza, joven y empoderado, descree de cada una de las sentencias. Con hidalguía posmoderna clava la vista hacia fuera del pecho, sobre el libro que aguarda en el escritorio la prueba de lectura. Espía al mítico matador español que fue de boca en boca, de juglar en juglar, cómodo en su lengua. No puede dejar de pensar en los ojos alelados de los veintinueve rostros estudiantiles que completan la clase y aceptan con resignación que ese armazón incomprensible es la literatura, y esperan, minuto a minuto, que un timbrazo redentor los libere del suplicio.

IV

¿Historia de la literatura o literatura?, inocentemente,

inconvenientemente, se pregunta Aranza guiada por su corazón delator. Y traza un dibujo cardíaco desde acá hasta allá. La escuela hace méritos para expulsar de su mente toda sospecha de placer en la palabra literaria, pero, sin embargo, es mucho más fuerte la imagen latida que permanece vibrante, libre del acoso del canon, curiosa de voces que escriben en la lengua de su tiempo, y la nombran, y la provocan a escribir por sí misma sus propias contiendas del más acá.

V

Que siente piedad, por el andar herrumbroso del caballero. Que ella aprecia el mérito de ser el primero, de fundar la literatura castellana. Que tiene su monta esta originaria hibridez de literatura e historia.

El corazón delator de Aranza aprecia lo que los otros padecen con total honestidad. Pero, ¿será justo perder 29 lectores en nombre de una tradición escolar?, le pregunta el corazón a Aranza, o Aranza al corazón.

VI.

Ella, guiada por su corazón delator, podría escribir el Don Cid de la Mancha, o El cid es sueño, o El cid del buen amor, o Recuerdos de cid provincia, o El Cid Fierro, o Expedición a los cides ranqueles, o Cid rumbo, porque ella y su corazón han sido ganados por el salvaje apetito deconstructor de las vanguardias.

VII.

Muy bien. Has desarrollado un particular estilo para el desbarajuste, pequeña saltamontes, ahora, es tiempo de blanquear tu vocación. No será la ingeniería, no serán los cálculos, no serán. Agarrame fuerte y vamos a confesar ante tus mayores que te ha pasado lo imperdonable: amás la literatura, a pesar de tus maestros, y estudiarás letras. Yo, tu corazón delator, te lato en son de paz y en son de guerra. Será un golpe demoledor saber que la pequeña genio no hará vibrar su corazón en las aulas químicas sino en las alquímicas.

VIII

Las destrezas inventivas de Aranza, a las dos de la mañana, se motorizan como alas de un ángel creado por Philip Dick. La mitad del cerebro en juglarías y la otra mitad en el reino de las palabras cucuruchos, de las palabras pelajes, de las palabras ladridos, de las palabras lugares, de las palabras puertas, de las palabras platillos voladores.

IX

Que dentro de mil años habrá otro cid creado por Aranza.

Que sobre los ciber-pupitres de la proto-escuela saltará tu nombre, saltamontes.

Que los poemas no son moros muertos por la espalda.

Que la poesía no es una mera transcripción de sucesos.

Que por eso lleva tanto tiempo escribir.

Que la poesía es una suma total de aleaciones físicas y detonaciones químicas, de mundos tangibles y de orificios, de materia y antimateria, de huesos y antihuesos.

X.

Aranza, a las dos de la mañana, le pregunta a su corazón delator, ¿en qué pensás?

En los saltimbanquis sagrados que tenés en la cabeza, en los chicos mendigos que te brotan de los dedos, en el gato negro de Poe y en el de Lorca. En vos. Pienso en vos, que vas de frente por mí, que me das voz, que sos mi cid campeadora. Sos mi espada y mi armadura. Mi bestia suave. Mi niña milagrera. Mi perro azul.

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