En mi larga carrera en el Deporte he trabajado en democracia, con diversas administraciones. Las hubo que privilegiaron al Deporte Social y aquellas que se refugiaron sólo en el alto rendimiento, estableciendo así una especie de dicotomía entre ambos. Sin embargo, como entiendo que uno resulta la consecuencia del otro, las posiciones divergentes son estériles.

Es verdad que la mayoría de los países con mejor estándar de vida dedican sus mayores esfuerzos a la accesibilidad del deporte a sus ciudadanos, en las diferentes franjas etarias, y el deporte de elite es sostenido por empresas u otros programas alternativos, participación en loterías, etc. No es el caso actual de Argentina, que con una moneda fuertemente depreciada y un complejo panorama social que incluye desocupación, pobreza, e inseguridad crecientes, parece indicar otro panorama y expectativas.

Sin embargo, el deporte no es como algunos puedan creer, la expresión hormonal de jóvenes ociosos, sino un poderoso asistente social que ayuda fuertemente a evitar la desintegración. Con un presupuesto muy bajo hoy, el quinto de Sudamérica y que en dinero constante es apenas el 10 por ciento de lo que se invertía a inicios de la década del '50, en el siglo pasado, la situación es de gran preocupación y de extrema vulnerabilidad.

Escasa y mal distribuida infraestructura, con deportes amateurs que apenas sobreviven, técnicos mal retribuidos que estimulan su voluntad diaria con su platónico amor al deporte, escasa o inexistente conexión con el alicaído deporte escolar, y una educación física que debe entrar rápidamente en el nuevo siglo, conforman un panorama difícil, aunque no imposible de sobrellevar y mejorar para las próximas autoridades. Ojalá se comprenda que el masivo ingreso de los niños y jóvenes al maravilloso mundo del deporte, es un esfuerzo que vale la pena.

* Ex Director Nacional de Deportes.