El esquema de créditos UVA, atados a la inflación, tuvo desde su nacimiento el germen de su propio fracaso. La aplicación de este esquema en una economía con problemas estructurales y multicausales de inflación derivó en una espiral de indexación sobre los préstamos tomados bajo esta modalidad que tornó impagables los compromisos futuros. Los constantes saltos devaluatorios que llevó a cabo el macrismo aceleraron los ajustes de capital e intereses, lo que, sumado a las condiciones iniciales de baja relación cuota/ingreso y reducida exigencia de monto de capital inicial, hizo que muchas familias hayan pagado el equivalente a dos veces el préstamo, quedando un stock equivalente aún por pagar (ver aparte). Uno de los principales problemas fue la ausencia de cláusulas que limiten el ajuste por inflación cuando los ingresos evolucionan por debajo del ritmo de aumento de los precios internos.

La indexación de préstamos se sustentó en una diagnóstico equivocado del gobierno de Cambiemos y en proyecciones que estuvieron lejos de cumplirse tales como fueron formuladas. Esperaban que la economía creciera al 3 por ciento anual, mientras que en 4 años sólo creció en 2017 y anotó duras recesiones los otros tres años. Con respecto a la inflación, esperaban que este año fuera del 5 por ciento anual, mientras que las últimas proyecciones estiman 55 por ciento. En cuanto al tipo de cambio, consideraban que este año podía ser de 17 pesos, mientras que actualmente se encuentra en 58 pesos, según resume el documento del ex titular del Banco Central Federico Sturzenegger, que escribió en noviembre pasado, luego de que el macrismo perdiera las elecciones presidenciales.

El resultado de ese mal diagnóstico fue la pesadilla de quienes tomaron estos préstamos que no sólo incluyó préstamos hipotecarios, sino también la compra de vehículos. “La UVA, como la alternativa para dar préstamos hipotecarios a largo plazo en Argentina, aumentó en el 2018 un 46,85 por ciento, pasando de 21,15 a 31,06. En efecto, al cumplirse 3 años de su lanzamiento el 31 de marzo de 2016, acumuló un incremento del 141,78 por ciento, al pasar del valor inicial de 14,05 a 33,97”, detallaba un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA). Luego vino la devaluación pos PASO y los créditos volvieron a indexarse, duplicándose la cuota de estos créditos.

En un escenario de espiral inflacionaria, donde tanto capital e intereses se indexan, los tomadores del crédito pagan intereses sobre un saldo deudor que se ajusta todos los meses. Y a mayor saldo deudor, mayores intereses. El fracaso de este esquema explica la caída estrepitosa de los préstamos hipotecarios durante 2019, a niveles mínimos en las últimas cuatro décadas, dejando también al desnudo además la ausencia de una política habitacional.

El atractivo que tuvo esta propuesta es que ofrecía una cuota inicial muy baja, lo que permitía una menor relación cuota/ingreso. Al acelerarse la inflación e indexarse los créditos, esa relación se hizo imposible de pagar. Actualmente, la cuota llega a representar 2,1 salarios mínimos para un crédito promedio. La cuota del UVA pasó de representar el 48 por ciento del pago de un crédito tradicional a superar el 119 por ciento. En julio del año pasado el ex presidente Macri reconoció que “los créditos UVA se nos fueron por la inflación”, pero auguró que con una supuesta baja de la inflación que estaba en marcha, “volverán a ser un éxito importante”. El gobierno de Cambiemos terminó el 2019 con la peor inflación desde 1991.