Sandra Goñi, investigadora de la Universidad Nacional de Quilmes

La vida revolucionada por los testeos

Desde hacía veinte años respetaba una rutina bien establecida. Ahora sus días estallaron: hace testeos de covid-19 y a diario explica su trabajo en los medios.

Por Pablo Esteban

Su cara aparece en televisión, su voz se escucha en la radio. Hasta hace 30 días cultivaba un perfil bajo, era un bicho de laboratorio. Sin embargo, el aislamiento le cambió la vida o al menos trastrocó su rutina. “Nunca pensé estar tanto en los medios. Con la tele me pongo un poco más nerviosa porque es un lenguaje y un ritmo que me cuesta manejar. Te piden respuestas inmediatas y ahí está una poniéndole el cuerpo. Es raro, pero lo hago de cualquier manera. La radio, por el contrario, me parece fantástica. Al ser docente e investigadora de una universidad pública tengo una responsabilidad enorme con la comunicación. Siento un compromiso muy fuerte porque la gente quiere saber, está ansiosa por resultados, por recuperar sus vidas de antes”, plantea Sandra Goñi, investigadora del Laboratorio de Virus Emergentes del Instituto de Microbiología Básica y Aplicada de la Universidad Nacional de Quilmes.

“Previo a la pandemia había muy pocos expertos en coronavirus. Por lo general, todos los que estamos tomando la palabra teníamos muchos conocimientos de base por dedicarnos a la virología. Pero este virus tiene sus características específicas, de modo que tengo que estar todo el día actualizándome. Mi cabeza va a mil por hora”, dice Goñi, que lee más que nunca, repasa papers, consume información de manera voraz y procesa datos a velocidades impensadas. Lee medios que en el pasado no leía, observa con detenimiento publicaciones de otros países. Estudia virus pero también se preocupa por la dimensión geopolítica.

No solo perdió el miedo a las cámaras por su aparición recurrente en estudios de televisión o móviles en vivo sino también por las modalidad virtual que adquiere la docencia. “Para subir las clases al campus me tengo que grabar. Pienso que a mis estudiantes les sirve más si podemos recuperar la presencialidad de algún modo, para no hacerlo tan impersonal. Para los docentes es un trabajo extra y no estamos acostumbrados. Hacemos lo que podemos básicamente”, comenta la profesora de Salud pública y ambiente y Legislación ambiental en la UNQ.

--¿Cómo era su vida antes que se decretara el aislamiento obligatorio?

--Tenía un horario fijo para dar clases y luego me acomodaba el resto del tiempo para trabajar en el laboratorio. Cumplía con ese modelo todos los días y me iba a mi casa. Así fue durante años. Con la pandemia, todo se modificó. La dinámica del grupo de trabajo se transformó de manera rotunda.

En la actualidad, algunas de sus compañeras se quedan en sus casas, se concentran en la puesta a punto de proyectos y presentaciones a diferentes convocatorias que lanza el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación para combatir la covid-19. Pero otras, como Goñi, se sumaron al grupo de diagnóstico de la UNQ. La Universidad, a través de sus recursos humanos, realiza diagnósticos de coronavirus de acuerdo al plan de descentralización de los testeos que encomendó el Ministerio de Salud semanas atrás. “Todos los días tengo que salir de casa y participo de la organización de las tareas de ese laboratorio destinado a procesar las muestras. Antes me repartía en muchísimas tareas, pero ahora estoy a full con eso. Voy y vengo todo el tiempo. Ya no tengo más capacidad de planificar lo que viene. Un día voy a un horario y no sé en qué momento podré volver”, relata esta científica que descubrió una capacidad que no sabía que tenía: la posibilidad de resolver sobre la marcha.

Conversa con sus colegas de manera constante para diagramar lo que será, al menos, el día siguiente. Llega al laboratorio, se saca su ropa de civil y se viste de científica abocada a la pandemia. “Aquellas que nos encargamos de recibir las muestras nos ponemos un ambo y otros elementos de protección como barbijos, guantes, guardapolvos y máscaras. Los compañeros que están adentro y se encargan del procesamiento disponen de otro equipamiento específico y tienen que cumplir con mayores requisitos de bioseguridad”, aclara y completa: “Recibimos muestras hasta las tres de la tarde y al finalizar hay que acomodar todo para el día siguiente. Nunca terminamos temprano”. En su casa la esperan sus hijas para hacer la tarea y compartir un rato. El padre se dedica al rubro gastronómico, ya que también tiene el permiso y sale a trabajar cuando ella regresa. Una dinámica patas para arriba. El desafío de negociar un nuevo orden en medio del caos.

Un mes atrás todos los días se parecían mucho entre sí. Por la mañana dejaba a sus hijas en el jardín y el colegio y se marchaba para el laboratorio hasta las cuatro y media de la tarde, cuando las iba a buscar. Realizaba muchísimas tareas de extensión y militancia; participaba de un grupo que intentaba visibilizar el rol de las mujeres en la ciencia. Hoy lo sigue haciendo, aunque todas las iniciativas frenaron su inercia. Como en las mejores ficciones distópicas, el coronavirus abrió un agujero en el tiempo y obligó a una pausa generalizada. “Lo positivo de todo esto es que surge una oportunidad única de poner en discusión la participación de los científicos en la toma de decisiones a nivel público. Se armó una mesa enorme de debate que nos incluye como colectivo, que nos valora y eso me parece que es algo muy bueno. Hablamos de virus todo el tiempo y me encanta, pero nos debemos varias conversaciones que vayan más allá de lo biologicista y que recuperen una pata más estructural. Pensar a la pandemia a partir del consumismo, de la acción que los seres humanos tenemos sobre la Tierra y cómo impactamos”, reflexiona.

Goñi nació y creció en el campo, en Arano, una localidad del partido de Adolfo Alsina hacia el oeste de Buenos Aires. Recuerda que se levantaba a las cuatro y media de la mañana y junto a sus hermanos daba una mano en el tambo. “Mi viejo se iba a hacer cosecha a algún otro lado y con mi vieja y mis hermanos nos íbamos a pasar la mañana con las vacas. Después era resistir hasta el mediodía que llegaba el momento sagrado de dormir una siesta. A la tarde se repetía el proceso, siempre andábamos en alguna cosa. Llevé una vida rural hasta los 17 que vine para Buenos Aires”, narra. Desde Arano recorrió 600 kilómetros y el primer contacto que tuvo con Buenos Aires fue para anotarse en la carrera de Biotecnología en la Universidad Nacional de Quilmes: “Ese viaje fue alucinante, lo hice en el camión de un amigo que hacía traslados de hacienda. Me bajé en el mercado de Liniers y un primo de Ciudadela me vino a buscar. Fue la primera vez que me tomé un tren y un subte. Viví en una casa de estudiantes en La Plata y después me vine a Bernal. De aquí no me moví nunca más”.

Luego se recibió como doctora en Ciencias Básicas y Aplicadas y se dedicó a la virología. Aunque su especialidad es el virus Junín --que causa la fiebre hemorrágica argentina (FHA)-- y el de la Encefalitis de Saint Louis --SLEV, por sus siglas en inglés-- hoy se dedica tiempo completo al coronavirus. No sabe por cuánto tiempo este patógeno invisible dominará el pulso de sus horas. No lo sabe y sin embargo sigue.

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Pablo Carrera, director de una secundaria estatal

Enseñar on line, repartir comida

Lejos de una cuarentena tranquila, los docentes debieron multiplicar tareas. Clases virtuales, correcciones a granel y hasta entrega de bolsones en el cole.

Por Santiago Brunetto

"Intentamos que los chicos sepan que, a pesar de que el edificio está cerrado, la escuela sigue ahí para ellos", sostiene Pablo Carrera, director de la Escuela Secundaria N° 12 de Adrogué, colegio de la zona sur del conurbano bonaerense al que asisten cerca de 700 alumnos. A un mes del inicio de la cuarentena obligatoria, Página/12 dialogó con Carrera para conocer cómo se acomodó la dinámica escolar a este contexto: "El trabajo que uno estaba acostumbrado a hacer adentro del aula se tuvo que adaptar a lo virtual, con las dificultades que eso tiene: el trabajo se acumula y el contacto diario con los chicos se hace complicado, muchos de ellos ni siquiera tienen acceso a los recursos técnicos necesarios”.

--¿Cómo se manejan con los chicos que no tienen ese acceso?

--En principio entregamos los cuadernillos que nos da el Estado provincial, que tienen actividades para que realicen en sus casas, pero igual se hace complicado hacer un seguimiento de cada uno. De los alumnos que tienen acceso a internet, el 80 por ciento no tiene computadora y tiene que usar el celular, muchos de ellos no cuentan con conexión WiFi, por lo que usan datos móviles que son caros y no todas las familias pueden sustentarlos. En cada caso intentamos hacer un relevamiento, ver cómo trabajan día a día, si no hacen las actividades tratar de entender por qué o qué les falta para hacerlas. Intentamos generar un vínculo más allá de las tareas o los trabajos prácticos.

--¿Y cómo se se genera ese vínculo?

--Hay que entender que los chicos también atraviesan estrés y angustia por la cuarentena, y no tiene sentido llenarlos de actividades, menos si se trata de una fotocopia de un manual sin el acompañamiento de una explicación didáctica u otro recurso. Hubo una primera etapa en la que tanto directivos como profesores tuvimos que organizarnos y adaptarnos a la situación, ahí empezamos a dar una actividad por semana, un poco por la inercia a la que uno está acostumbrado, pero después nos dimos cuenta de que era demasiada presión, los chicos tienen diez materias y diez actividades por semana es una locura. Ahora tratamos de bajar el ritmo, trabajar con contenidos mínimos e indispensables y buscar la vuelta a las actividades con recursos como videos, explicaciones didácticas o incluso grabaciones de los profesores.

--¿Ese es el mensaje que se baja de manera oficial?

--Sí, la verdad es que todos aprendemos sobre la marcha. Los inspectores trabajan muchísimo al igual que nosotros, se organizan entre ellos y tratan de organizarnos a nosotros. La bajada es no llenar de tarea a los chicos sino intentar que entre la escuela, los alumnos y la familia se genere un vínculo, que en este contexto es muy importante, que sepan que, aunque el edificio está cerrado, la escuela sigue ahí. Tratamos de generar vínculos entre profesores y alumnos, mandar mensajes que apelen a lo personal, más allá de la actividad o la tarea. Todo esto se dio muy temprano en el año y, en muchos casos, los chicos ni llegaron a conocer a sus profesores. Lo que buscamos es que el alumno sienta el contacto con la escuela sin una exigencia exagerada, porque además, en muchos casos, sus condiciones materiales no permiten responder a esa exigencia.

--¿Entregan alimentos en el colegio?

--Eso lo comenzamos a hacer ahora. Antes no entregábamos comida, solo una vianda diaria para la merienda, pero, ante este contexto, ahora repartimos bolsones de alimentos que manda la provincia a través del municipio de Almirante Brown. Esta semana entregamos la primera tanda. Hay un bolsón disponible para cada alumno, se entrega a un representante por familia y el día que repartimos lo retiró mucha gente, unas 300 familias. Es todo un trabajo, ese día preparamos los bolsones desde temprano, armamos planillas para organizarnos y a partir de las diez de la mañana entregamos con un cronograma por curso. Ahí mismo les dimos también los cuadernillos a los chicos que no tienen acceso a internet y la idea es seguir con los repartos todas las semanas o cada quince días, ya que lo más probable es que no volvamos a clases hasta después de las vacaciones de invierno.


Adamo Venticinque, dueño de un restaurante en Palermo

Cómo reinventarse en una semana

El Arte de Mafia nunca había trabajado con entregas a domicilio. Ahora, tuvo que improvisar el servicio para paliar aunque sea un poco el parate.

Por Patricia Chaina

Entre los rubros comerciales afectados por la pandemia, el gastronómico es de los que expresa mayor déficit. “Los parámetros son los de una economía de guerra. Estamos tratando de ver cómo extender económicamente nuestro negocio, y es lógico, porque estamos como en una Tercera Guerra Mundial, a ese nivel” define Adamo Venticinque. Dedicado hace 23 años al rubro gastronómico, hoy su restorán Arte de Mafia, ubicado en el porteño barrio de Palermo --El Salvador y Thames--, y a tono con la tendencia impuesta por la emergencia, solo funciona por delivery.

Nieto de sicilianos, Adamo, que ya atravesó otras crisis, se dispone a sostener un negocio que gestiona con tenacidad y experiencia. “Empecé en 2003, hubo que esperar seis meses para que arrancar, y lo hicimos. Esto va a pasar”, augura. Y recuerda como bajo el consumo con “la prohibición de fumar, las semanas de la Gripe A, o el auge de las cervecerías”.

Su estrategia es “usar el poco capital que queda para estirar todo lo que se pueda”. Su horizonte comercial hoy se limita al radio que cubren “las motos del delivery”. Pero busca con Elizabeth, su pareja, modalidades creativas “para bancar la cuarentena”. Una es la carta, “reducida pero atractiva” y un servicio a domicilio que puede consistir “solo en despacho de bebidas”. Y mantener “la calidad del menú y la calidez humana. Porque vamos a salir --vaticina-- y vamos a valorar más los abrazos y las reuniones”.

A un mes de declarado el aislamiento social, Adamo reflexiona sobre la crisis y destaca: “El Estado muestra presencia y está dispuesto a dar ayuda de la mejor manera posible. Soy consciente de eso --explica--. Me imagino qué haría yo si fuese presidente, con este presupuesto y tratando de distribuirlo de la mejor manera. Es muy difícil, y más si te dejan un país como el que dejó el macrismo. ¡Dificilísimo!”.

--¿Cómo funcionaba el negocio cuando se declara la pandemia?

--Esperaba el repunte de otoño, porque el verano en Buenos Aires es baja temporada para un restorán. Estaba relajado, esperando el arranque. Escuchaba noticias del exterior y pensaba que no iba a llegar porque acá somos como más patagónicos que otra cosa. No imaginé que podía llegar. Pero la gente viajo, fue, vino. Y llegó.

--¿Ustedes ya hacían delivery o lo incorporaron ahora?

--Nunca había hecho delivery. No tengo experiencia, sino hubiese podido afrontar esto de otra manera. Pasaron unos días hasta que armé la promoción con celulares, listas de clientes habituales, fieles, no tan fieles. La mayoría son conocidos. Hay clientes de hace más de 15 años. Armé promociones con pocos platos, con una botella de vino. Ahí empezó a moverse. Ahora tenemos varios pedidos por día pero no llegamos al promedio, nos falta mucho.

--¿El sistema de las entregas a domicilio es funcional para restoranes como éste?

--Esas empresas tercerizadas hoy son un mal necesario, porque un restorán que se esfuerza en ponerle un valor a un plato, le deja una gran porción del producto y para recuperar el costo tiene que elevar el precio. Esas marcas absorben el 30% del precio de lista y por acuerdos con las tarjetas de crédito, termina siendo un 60% menos, eso no ayuda a los restoranes.

--¿Qué opción imagina como factible?

--Una podría ser que la gente retire en la puerta: un take away, sin aglomerarnos, que cada cliente tenga su protección y tomemos los resguardos y distancias necesarias, como en los comercios que venden de día. Sería una forma de sostener la clientela. Eso por el lado de la normativa. Además, ponerle fuerza y ponerle huevo, aunque suene futbolero, es lo que hay que hacer. Vivimos al dia. Hoy los proveedores no bajan mercadería si no pagas al momento. Ellos pagan al momento también. Está difícil. Pero vamos a salir.

--¿Qué propuesta del menú tiene más pedidos en estos días?

--Las pastas y algunos platos elaborados con cordero o pescado. Son nuestras especialidades. Los cocineros son muy buenos, son los verdaderos gladiadores, los soldados. Yo apuesto a una salsa que vamos a agregar ahora, salsa Lucky Luciano, que además... era chef. Es de aceitunas negras, anchoas, albahaca, alcaparras, oliva y tomates frescos. Se sartenea, no lleva salsa de tomate. Y de postre, manzana asada con ron, helado y almendra.


Alejandro, socio gerente de una empresa de indumentaria

Sobrevivir con la persiana baja

El rubro textil tuvo un mes de inactividad total. Uno de los socios de AG Store cuenta los malabares en marcha para salvar y poder pagar a los empleados.

Por Azul Tejada

¿Cómo sobrevivir a la crisis económica desatada por el coronavirus? En el rubro textil, a un mes del inicio de la cuarentena, las respuestas no están claras todavía. Con los locales al público cerrados y las fábricas completamente paradas, el sector está a merced de los créditos bancarios y los subsidios estatales, que no siempre llegan a tiempo. “¿Cómo voy a hacer para pagar los sueldos de abril? Sinceramente, no tengo idea”, expresó con angustia uno de los socios de AG Store, fabricante de indumentaria.

AG Store es una pyme con más de 25 años de historia en el país. Desde el 20 de marzo, en cumplimiento de la cuarentena obligatoria, tanto la fábrica como los 4 locales que tiene en la Ciudad de Buenos Aires tuvieron que cerrar sus puertas. “Veníamos con 4 años muy malos con el macrismo. Ahora estábamos con más expectativas. El 1 de marzo comenzamos la venta de la colección de invierno, que fabricamos en enero y febrero, pero el 20 tuvimos que cerrar todo” lamentó Alejandro, socio gerente de AG Store, en diálogo con Página/12.

“Como la venta minorista comienza a crecer en abril, esos 20 días vendimos a mayoristas, a 60, 90 y 120 días. A largo plazo, obviamente, no pudimos cobrar nada. El tema es que tampoco pudimos cobrar lo que teníamos a corto plazo, porque el 50% de los cheques vinieron rechazados o la gente no pudo pagar”, explicó Alejandro.

Su principal preocupación, tras un mes de parálisis en las ventas, es el sueldo de los 21 empleados que conforman Ag Store. “Pudimos pagar los de marzo y un adelanto de los de abril a quienes lo pidieron. Pero, ¿cómo vamos a hacer para pagar los sueldos de abril? Sinceramente, no tengo idea. Todavía no encontré la solución, porque la plata está en mercancía”, planteó el empresario.

Las ayudas económicas solicitadas al banco, mediante un crédito, y al Gobierno, para que subsidie parte del sueldo de los empleados, aún no han llegado. “Ya presentamos todos los papeles pero la ayuda no está activa todavía”, lamentó.

"También habían anunciado que iban a dar créditos a las empresas que queríamos reconvertirnos al servicio de Argentina para fabricar insumos médicos. Nos presentamos pero tampoco hemos logrado nada hasta el momento", agregó.

A partir de este lunes, luego de un mes sin facturar, las textiles podrán volver a funcionar mediante la venta online. "En este tiempo no pudimos vender por internet porque como estaba prohibido trabajar no teníamos quién abra la fábrica, quién arme el producto, quién lo despache", explicó Alejandro. “Desde este lunes activaremos la venta mayorista online y nos organizaremos por grupos. Veremos si hay demanda para abrir los 5 días o si con 2 días está bien”, adelantó.

Las proyecciones que maneja la empresa, sin embargo, no son muy alentadoras. “¿Cuál va a ser la demanda para la indumentaria? ¿20%, 25% de lo que era? La baja en los sueldos va a ser generalizada. La gente va a ganar menos y va a destinar el dinero a lo esencial: expensas, obra social, alimentos”, planteó el fabricante.

Las preguntas en el rubro, como una mamushka, parecen interminables: “En junio vamos a tener que preparar la colección de verano. ¿Con qué plata vamos a fabricar si tenemos que guardar la mercadería de invierno sin vender? Si solucionamos los sueldos de abril, ¿cómo vamos a pagar los de mayo, junio, julio?”.

El "sentimiento frente a lo que está pasando", continuó Alejandro, "es doble". Por un lado, "creo que es muy linda la decisión del presidente de cuidar la vida de las personas. Creo que es lo más importante y me parece perfecto". Por otro lado, sin embargo, "sentimos impotencia al no tener respuestas tanto de los bancos como del Gobierno, al menos por ahora, para ayudarnos a reactivar nuestra empresa y poder tener los sueldos al día de nuestros empleados".

"La situación es muy angutiante y preocupante. Esperemos que los funcionarios puedan activar lo que necesitamos las pymes para poder seguir dando trabajo y para poder pasar este mal momento", concluyó el fabricante.