Mientras una fila de gente se alargaba detrás la ventana de una mercería sobre la avenida Federico Lacroze, otra fila sacaba número para entrar al local de productos de limpieza y perfumería. Con el objetivo de evitar la acumulación de gente que circula en las zonas comerciales, el gobierno porteño amplió algunas veredas, que se extendieron hacia las calles por sobre las paradas de taxis y colectivos de la cuadra. Sin embargo la costumbre se impone: mientras la extensión está vacía, unas veinte o treinta personas pasaban caminando junto a las vidrieras o se detenían a conversar en la puerta de los locales. A lo largo de la calle, persianas abiertas, luces encendidas y carteles que, sobre la vereda, anunciaban promociones.

“Acá el fuerte son los empleados y empleadas de los negocios de ropa. El alfajor a la mañana, una gaseosa para el almuerzo. Por más que estamos abriendo, la venta sigue mal”, relató Vanesa, encargada de un quiosco a metros de Cabildo y Juramento. Desde el martes la esquina está intervenida con dos vallas rojas para evitar el paso de los autos, porque esas dos cuadras -desde Cabildo hasta Amenábar- se volvieron peatonales. “Debemos la luz de los últimos dos meses y del alquiler pagamos el 50 por ciento”, señaló Vanesa y explicó que esta semana volvieron al horario de 24 horas con la esperanza de que mejoraran las ventas pero, hasta ahora, solo se acerca algún vecino a preguntar si ya llegaron los cigarrillos.

A las once y media de la mañana Jackie abría apenas las persianas de su juguetería, ubicada sobre la calle Arribeños, en el Barrio Chino. “Vengo a limpiar nada más porque abrir no vale la pena: lo único que se vende son guantes de látex”, señaló y agregó que “cuando hay poca plata la gente compra alimentos, no juguetes”. Junto al local de Jackie hay otro negocio que expone todo tipo de productos: ojotas, vasos de plástico, maquillajes, recipientes. José atendía una videollamada desde su banqueta detrás del mostrador. “Hoy solo entró un cliente, ayer cinco o seis en todo el día”, relató. Para evitar la aglomeración de personas en zonas comerciales, el gobierno porteño dispuso que, a partir de este martes, esas mismas dos cuadras entre Juramento y Olazábal sean de circulación exclusiva para peatones también los días hábiles. "Yo no veo mucha diferencia, la gente que anda por acá es del barrio y sale a hacer sus compras", señaló Juana, que trabaja como cuidadora de dos adultos mayores y salió a comprar pescado para ellos. 

Iván atiende el quiosco ubicado en el epicentro del Barrio Chino. “Nuestros clientes eran los turistas. No solo internacionales sino visitantes de otras provincias o gente que estaba de viaje por trabajo”, relató el trabajador, que vive a unas diez cuadras del local. “Al menos antes paraba algún auto a comprar algo de paso, pero ahora que la calle está cortada esas ventas no están más”, señaló Ivan. En toda la cuadra, unos quince negocios están abiertos. En el supermercado, un hombre junto a la puerta reparte los números para ordenar la entrada de los clientes y dispara el spray con alcohol sobre las manos de quienes ingresan al local. Carlos trabaja como encargado de edificio pero vive en un barrio de zona norte de la Provincia. “Me vine a comprar medias porque las que tenía ya no me sirven más”, afirmó el hombre al salir de uno de los locales multi rubro de la calle Arribeños. Cuando empezó la cuarentena, el consorcio le dijo que serían sólo 15 días, y que debía quedarse en la habitación de servicio del edificio. Entonces agarró dos mudas de ropa, y con eso está desde entonces. "Espero volver a casa esta semana", señaló.

Según los datos del reporte de la Federación de Comercio e Industria de la Ciudad de Buenos Aires (FECOBA) que tomó el Gobierno de la Ciudad para realizar el balance del primer día de las nuevas excepciones , este martes abrió el 73% de los comercios habilitados para hacerlo, quienes facturaron “hasta un 25% más” que antes de la cuarentena. Entre los rubros permitidos, las librerías, perfumerías, negocios de decoración y bazar y casas de electrodomésticos son algunos de los “no esenciales” que ya pueden abrir sus puertas al público. Sobre la avenida Cabildo, algunos locales de indumentaria levantaron sus persianas y mantienen la puerta abierta, aunque todavía están los carteles en las vidrieras que indican “solo venta online”.

“Es difícil vender nuestros productos por internet”, señaló Sol, que atiende un local de ropa interior sobre la avenida Cabildo, mientras entregaba a una mujer el vuelto y el ticket de su compra. Desde el lunes ella va al negocio hasta las cinco de la tarde; después cierra el local y hace las entregas a domicilio por el barrio. Un cartel sobre la puerta indica los precios del delivery y un número de whatsapp para los pedidos. “Algunas personas se acercan a preguntar. Lo que hacemos es ponerles alcohol en gel y mostrarle el producto puntual que necesita pero no puede ver distintos modelos ni pasar a probarse nada”, explicó la trabajadora. Este lunes antes de volver a su puesto en el local, ella se descargó la aplicación Cuidar , se tomó la fiebre y respondió las preguntas sobre los síntomas. “Yo por suerte estoy bien de salud y cobré mi sueldo completo, pero para ellos este local es el único ingreso y las ventas no llegan ni a la mitad de lo que era en marzo”, señaló Sol, preocupada. 

Informe: Lorena Bermejo