Podría ser el comienzo de una película ochentosa de Pedro Almodóvar donde las telas, lo que se adivina como terciopelo, sugieren un romanticismo porno, un cabaret del fin del mundo que ocurre entre pantallas. Pero el chico se sienta frente a una notebook y la palabra coronavirus es como un subtitulado al que remite cada detalle. Gráficos y el mapa de China, aparecen bajo el influjo de una música melosa que se distorsiona como si el disco estuviera rayado.

En bata, las luces saturadas se dejan ganar por esa sensualidad millennial que murmura “En mi mente estás, como una adicción”, es la lenta de Silente y sutil, que en realidad se llama Entre cada átomo pero aquí, en la performance de Juan Gabriel Miño se adapta mejor a ese deseo perpetuo entre una música que podría sonar en un boliche a las tres de la mañana si la cuarentena no existiera. Silente y sutil es una de las maneras más precisas de describir al Covid 19 aunque la canción de Noelia alude a un hombre que ha transformado su voluntad, como si la habitara, como si no hiciera falta verlo para saber que está en ella. “Me tienes aquí, como quieres tu, vienes y desplazas a mi soledad, me estás atrapando” y como no buscar en esta semblanza adictiva una lectura en clave de deseo sobre lo que la pandemia está haciendo en nuestros cuerpos.

Hay aquí un joven que invoca la pasión mientras canta y un recuadro psicodélico muestra la persiana del cuarto como la imagen de un encierro rabioso. Colores extenuados mientras los coros de la preciosa y magnética Niki Rouge entran a escena en un fundido encadenado como un espectro, una figura que no alcanza la nitidez. “Me atas a tu cuerpo no me dejas ir. Adherido a mí, entre cada átomo, entre cada célula vives tu” y el cuerpo que hace de la cama una pista de baile llama al afuera, a la fiesta que no ocurre. La producción musical de Alex del Río desacopla, desterriorializa esa canción y esa letra, la traduce a la voz de Miño que canta para actuar esa languidez de algo que se disfruta y duele. Mucho brillo para que el lugar no parezca una casa. La música electrónica para no dejar de erotizar los cuerpos mientras la peste los aleja. Toda la producción visual, el diseño de Agustín Obregón y el trabajo fotográfico de Isabel Macedo, unido al montaje de Tré la vie hacen del video una escena que delata el espacio doméstico pero a la vez lo transfigura. Algo similar a lo que sucede en un teatro cuando es intervenido por la escenografía.

En los aeropuertos hay seres vestidos de astronautas que desinfectan los aviones pero la ficción puede construirse desde un iphone, en un departamento de tres ambientes en Buenos Aires. Los movimientos de Miño funcionan como una referencia que repasa los estereotipos, las poses sensuales para llevarlas a la experiencia de una actuación apenas irónica. Hay en él una voluntad de actuar, de jugar con el artificio, de contar el deseo y de convertirlo en parte de una diversión pero también está claro que se siente atraído por esa letra y que encuentra en ella un texto para decir en estos tiempos de contagio. Entonces, lo que podía interpretarse desde lo coreográfico se convierte en la matriz de un deseo. ”Miro fotos de antes y me estallo” confiesa Juan Gabriel para espantar el efecto de tanto zoom sobre la piel. Las luces estroboscopias son un auxilio. “Mi libertad, se termina en ti” las nuevas poéticas y políticas sobre el amor hoy piensan al virus como algo que nos podría hacer retroceder. Si los cuerpos van a pasar a estar sometidos a un protocolo, la sensualidad deberá recuperar una dosis de trasgresión porque el teatro y la vida han aceptado que la prohibición es la condición forzosa para sobrevivir.

El video de Silente y sutil puede verse en el canal de youtube: Juan Gabriel X Juan Gabriel Silente & Sutil