Desde Washington DC. Si Joe Biden gana la elección presidencial de noviembre, se viene el zurdaje en los Estados Unidos. De eso parecen estar convencidos los republicanos. O, por lo menos, ese es el mensaje que comunican en la convención nacional partidaria de esta semana, en la que exaltan la figura de Donald Trump como candidato a la reelección.

No es que Biden sea el mejor ejemplo de la extrema izquierda. Para Trump y sus seguidores, es apenas un rehén del ala progresista del Partido Demócrata, encarnada en el senador Bernie Sanders y las congresistas Alexandria Ocasio-Cortez e Ilhan Omar. “No los dejes apoderarse de Estados Unidos”, pidió la campaña republicana con un video transmitido durante la primera noche de la convención, mientras mostraba una imagen de los cuatro.

La campaña, que antes de la llegada del coronavirus iba a ser la de los logros y la vuelta al esplendor, es ahora una campaña para infundir miedo. Un temor al comunismo y al socialismo, que según el discurso republicano traería el Partido Demócrata bajo la influencia de Sanders, aunque haya quedado fuera de la carrera por la presidencia.

Para convencer a los potenciales votantes de Trump, el programa de la convención situó a Máximo Alvarez, un hombre cubano que llegó a Estados Unidos en 1961 y comparó al candidato demócrata con Fidel Castro. También incluyó a Kimberly Guilfoyle, encargada de las finanzas de la campaña trumpista. Hija de puertorriqueños, Guilfoyle alertó que “Biden, (y su compañera de fórmula Kamala) Harris y el resto de los socialistas van a cambiar de raíz” el país. “Quieren fronteras abiertas, escuelas cerradas, una amnistía peligrosa y, de forma egoísta, van a darle tu trabajo a China mientras ellos se enriquecen”, enumeró en su discurso.

La campaña también agita el mensaje de la inseguridad, que para el trumpismo quedó demostrada con las protestas ocurridas tras el asesinato de George Floyd en mayo pasado. Mientras la convención tiene lugar en Carolina del Norte, las manifestaciones aparecen nuevamente en el país, reavivadas por el reciente ataque de un policía a un hombre negro en Wisconsin.

“Esta elección se perfila como iglesia, trabajo y escuela contra disturbios, saqueos y vandalismo”, aseguró el hijo mayor de Trump, Donald Jr., durante la primera noche. Para insistir en ese tono, la convención también contó con la presencia de un matrimonio de Misuri que hace unos meses se hizo famoso por apuntarles con armas desde la puerta de su casa a un grupo de manifestantes. “Estos radicales no están contentos con marchar por la calle. Quieren hacerlo en el Congreso. Quieren estar a cargo. Quieren tener el poder. Ese es el partido de Joe Biden”, dijeron. Todo esto mientras Trump insiste en que él es el candidato que garantiza la ley y el orden en el país.

El partido republicano esgrime también el valor de la libertad, que según el discurso de campaña también estaría en riesgo si ganan los demócratas. Varios son los que aprovechan la convención para agradecerle a Trump el poder elegir a qué escuela enviar a sus hijos o poder tener un arma sin demasiados controles. Para ellos, nada de eso ocurrirá si gana Biden.

Hay poco lugar para moderados en un Partido Republicano que quiere movilizar a sus simpatizantes. Estados Unidos no tiene voto obligatorio. Gana las elecciones el candidato que logre convencer a más personas de que vale la pena someterse al complicado proceso de registro previo, traslado hasta el lugar de votación y largas horas de fila.

Por eso, además de pintar un panorama sombrío para 2021 en el caso de que Biden llegue a la Casa Blanca, el trumpismo se concentra en atacar al candidato demócrata. Si hay algún indeciso que todavía no se convenció de ir a votar por Trump, el partido prefiere que se quede en su casa. La semana pasada se filtró un audio del presidente, en el que el magnate se alegraba de que en 2016 la participación de la comunidad negra haya sido baja. “Fue casi tan bueno como si votaran por mí. Fue genial”, decía en la grabación.

Esta vez, la convención muestra legisladores y candidatos negros que aseguran que los demócratas no los representan. Suma inmigrantes que afirman que pudieron realizar su “sueño americano” gracias a las políticas de Trump, aunque el presidente considerara el muro en la frontera con México como su pilar de campaña hace cuatro años.

Pero es posible que el partido necesite más que una campaña del miedo para los votantes propios y una que desaliente a potenciales demócratas. También requiere motivar a segmentos desencantados con la presidencia actual. La presencia de Melania Trump, por ejemplo, fue preparada especialmente para persuadir a las mujeres de los suburbios. Encargada de cerrar la noche del martes, la tarea de la primera dama es la de evitar que esas mujeres se queden en sus casas el 3 de noviembre.

Las mujeres de los suburbios constituyen uno de los grupos que más le preocupan al Partido Republicano: varias encuestas muestran la desaprobación de este segmento al trabajo que viene realizando el presidente. Por eso, el tono positivo y esperanzador del discurso de Melania contrasta con la negatividad que rodea el resto de la convención. La esperanza está puesta en que las mujeres se identifiquen con ella y apoyen a su marido.

Hay pocos discursos que eviten alabar a Trump. Tal vez el mejor ejemplo fue la intervención de la ex embajadora del país ante las Naciones Unidas Nikki Haley. “Está de moda decir que Estados Unidos es racista. Eso es mentira”, aseguró el lunes entre anécdotas de su propia familia. En una convención en la que se equipara un eventual gobierno demócrata con el caos y la oscuridad, las voces como las de Haley muestran otra mirada del partido. Una que se enfoca en el país sin considerar la figura de Trump como un ídolo, sino solo como el candidato de este año. Pero los casos moderados no abundan.