Los policías distritales de Lanús que ayer entraron a los tiros en el comedor comunitario Cartoneritos de Villa Caraza no solo dispararon y arrojarron gas a los chicos que aguardaban allí la vianda con comida que reciben a diario, sino que también "torturó a dos de ellos", uno de 17 y otro de 24, durante cuatro horas y "sin llevarlos nunca a una comisaría", según denunció el referente de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), Juan Grabois. El secretario de Seguridad de Lanús, Diego Kravetz, estuvo presente durante la represión, defendió el accionar de su fuerza y acusó a los vecinos de haber provocado el desastre. Los vecinos acordaron marchar el próximo martes hasta la Municipalidad para exigir explicaciones del caso.

La excusa de los policías para ingresar al comedor del Movimiento de Trabajadores Excluidos fue que perseguían a un hombre con pedido de captura por homicidio, “pero ninguno vio entrar a ningún tipo ni ninguna persecución”, aseveró Diego, voluntario del lugar. Lo cierto es que si existió un sospechoso, no lo atraparon. Pero rompieron parte del inmueble, destrozaron elementos del trabajo diario y golpearon a las cocineras y a una embarazada, quien debió ser internada con pérdidas. La saña llegó al punto de que tiraron gas pimienta en las ollas donde se cocinaba la cena.

La gravedad del hecho no solo está en lo que ocurrió adentro del comedor, sino también en lo que sucedió con los chicos que detuvieron. “Los sacaron en patrulleros distintos y para torturarlos”, reveló a Página/12 Grabois, abogado de las víctimas. “Los metieron en los patrulleros y los hicieron girar durante dos horas y media”, contó. Durante ese tiempo, “los bajaban, los cagaban a palos, los subían y volvían a bajar para golpearlos otra vez”. Hasta que en un momento “los policías tiraron gas pimienta en el patrullero, bajaron y dejaron encerrados a los chicos”, que empezaron “a gritar que se estaban asfixiando”. Los agentes, afuera, “tapando para que nadie viera”.

Dos de los cuatro detenidos inicialmente fueron liberados en el camino. Luego de esto, siempre según el relato de Grabois, “los mismos policías que los torturaron, los llevaron (a los otros dos) hasta el Cuerpo Médico Forense de Quilmes para que los revisen”. La liberación de ambos fue cuatro horas después y “en ningún momento estuvieron en ninguna comisaría”, aseveró el abogado. "No hay ningún libro de ingreso en ninguna dependencia de la zona que los haya registrado", precisó.

Todo comenzó cuando la policía hacía un operativo en la cuadra donde funciona Cartoneritos. Las veces que lo hace, según las denuncias, hostiga a los chicos que asisten allí. Los cachean, los tiran al piso y generan situaciones de peligro para el lugar. De hecho, durante el operativo de ayer una integrante del comedor les pidió que se alejaran de allí porque estaban por llegar los niños para recibir la cena. “Hace meses que nos persiguen”, denunció Nicolás Caropresi, uno de los voluntarios.

La versión que dio la Secretaría que comanda Kravetz dice que ayer, alrededor de las 19, en el marco de ese operativo detuvieron a un Falcon rojo, cuyo conductor habría sido identificado con pedido de captura por homicidio. Cuando le pidieron que bajara del auto, huyó e ingresó al comedor. Los policías también. Aún si hubiera sido así, el procedimiento estuvo fuera de toda lógica.

Si bien el artículo 222 del Código Procesal Penal habilita a la policía a entrar en un inmueble sin orden de allanamiento en casos de delitos in fraganti o cuando un imputado ingresa a una casa durante una persecución, la presencia de decenas de niños suele ser un atenuante para proseguir con el procedimiento. Esta vez no lo fue. Pero Kravetz justificó todo: "A la salida hubo gas pimienta, no gas lacrimógeno. Con un poco de agua sale", dijo a radio Del Plata.

Lo cierto es que “no hubo ningún delincuente y el Falcon rojo era del padre de un nene que va al comedor”, aseguró Grabois, quien conoce la organización y la zona por haber militado allí durante años. “Los policías le pidieron los papeles del auto, él se los dio, y lo empezaron a ‘verduguear’ hasta que lo hostigaron, y de repente empezaron a disparar”, prosiguió. Luego, entraron “como un grupo de tareas de la dictadura”.

Tras la violencia del operativo, varios integrantes del comedor denunciaron a través de las redes sociales lo que había ocurrido. Fue entonces cuando aparecieron las voces oficiales. La Municipalidad de Lanús, conducida por el macrista Néstor Grindetti, emitió un comunicado: “Ante las versiones que hablan de una irrupción policial violenta, queremos aclarar que al momento de producirse esta situación provocada por el delincuente no había niños en el comedor”, dice el texto.

Más tarde, Kravetz salió a defender por radio y televisión la labor de los agentes que están bajo su órbita. Reiteró que perseguían a un imputado por homicidio, responsabilizó a los vecinos de comenzar los incidentes y los acusó de arrojar piedras y “disparos de fuego a los policías”.

“Esa versión es insólita”, calificó Diego del MTE, quien “por las dudas” prefirió reservar su apellido. “Todo parecía estar preparado para que sea un simple amedrentamiento. Pero se les fue de la mano”, agregó. Grabois coincidió: “Esto es una cosa contra nosotros, contra nuestra organización.” Además reveló que hace una semana mantuvo una reunión con Grindetti para avisarle “que veníamos siendo hostigados con punteros políticos de Diego Kravetz”.

Por la noche, decenas de vecinos se movilizaron hasta la comisaría 5º de Lanús, con sede en Villa Diamante (barrio lindero con Caraza) para exigir la liberación de Maxi y Nahuel, los dos detenidos. No estaban allí. La movilización duró hasta alrededor de la 1 de la mañana, cuando los jóvenes fueron liberados y llevados hasta el lugar de la manifestación.

El comunicado municipal celebró otra cosa: “Cabe destacar que a pesar de las agresiones que sufrió el cuerpo policial, ningún vecino resultó herido”. Sin embargo, esa “irrupción” policial no solo dejó golpeados a los detenidos, sino también chicos intoxicados, una mujer de 80 años con lesiones tras haber sido tirada al piso y ocho perdigonazos en el cuerpo de un hombre enfermo de cáncer. “También hay una embarazada de 5 meses internada con pérdidas causadas por los golpes”, según relató Cynthia, una de las coordinadoras de Cartoneritos, a quien los agentes le quitaron el teléfono celular cuando intentaba filmarlos.

Tras la represión, decenas de organizaciones sociales se solidarizaron con Cartoneritos. Desde la Red Contra la Violencia Institucional, que agrupa a varias organizaciones de infancia, sostuvieron que lo ocurrido ayer fue una “muestra de la escalada represiva que denunciamos y sufrimos cotidianamente”, y responsabilizaron a Kravetz por la “escalada represiva” que “no se detiene ante niños o adolescentes, sino que por el contrario parece empecinarse con ellos”.

“Fueron minutos de terror”, resumió Diego y anunció que el próximo martes se movilizarán hasta la Municipalidad de Lanús para exigir respuestas del caso. “Hay mucha bronca. Se solidarizaron organizaciones de todo el país”, dijo y exigió “respuestas reales” para lo que ocurrió. “Esto asusta –concluyó-. Queremos saber qué pasó. Queremos saber dónde está el límite de esta locura.”