Un álbum con más de 500 fotos de mujeres y hombres buscados por la dictadura acaba de ser encontrado en la Agencia Federal de Inteligencia (AFI). Se trata de un documento histórico al que accedió Página|12 que prueba la planificación coordinada de las distintas fuerzas represivas para la “detección” y “neutralización” de sus víctimas. Entre quienes tienen sus fotos en el registro hay personas que siguen desaparecidas y otras que pasaron por los centros clandestinos de detención o por las cárceles durante los años del terrorismo de Estado.

El hallazgo – sorprendente por la cantidad y la calidad de las imágenes -- se produjo el lunes último en un placard dentro de la Secretaría de Planificación, una de las tres grandes áreas en la que la interventora Cristina Caamaño dividió a la exSIDE. Es un libro de color azul oscuro que tiene 77 páginas con imágenes impresas en un papel de calidad. Lleva un logo bastante desconocido, pero probadamente decisivo en la estrategia represiva. Es la imagen de la Jefatura II del Estado Mayor del Ejército, que se ocupaba de la inteligencia y de todo lo vinculado al “enemigo”.

“La información contenida en el presente álbum es confidencial”, reza una leyenda impresa en la segunda hoja del registro. “El presente álbum tiene como finalidad servir para la detección, identificación y posterior neutralización de personal y material utilizado con fines subversivos”, explica. El álbum consta de tres partes: la primera son las fotos de los potenciales blancos, la segunda es el listado de nombres de estas personas buscadas por la dictadura y la tercera es un anexo de fotografías de elementos secuestrados en distintos operativos realizados por las fuerzas.

 

Las fotos de los varones están numeradas del 0 a la 362. En algunos pocos casos, hay registros que se repiten o distintas imágenes que muestran los cambios de apariencia. Tal es el caso de integrantes de la conducción de Montoneros como Roberto Perdía u Horacio Campiglia, quien fue secuestrado en marzo de 1980 en Brasil y entregado a los militares argentinos. Dentro de los blancos están el poeta Juan Gelman o el actor Norman Briski, así como abogados ligados a la defensa de los presos políticos y a la denuncia en el exterior de los crímenes de la dictadura como Eduardo Luis Duhalde, Rodolfo Mattarollo e Hipólito Solari Yrigoyen. También figuran dos de los tres sobrevivientes de la masacre de Trelew como Ricardo René Haidar y Alberto Camps. Los hijos de Camps jamás habían visto la foto de su padre que consta en el registro que se encontró en la exSIDE, contaron a este diario          

 

Las imágenes de las mujeres arrancan desde el número 1000 y llegan hasta el 1143. Entre las buscadas estaba Sara Derotier de Cobacho, una histórica militante peronista, que había pasado ella misma por el secuestro y la cárcel, así como por la desaparición de dos de sus hijos y de sus compañeras. La foto de la actriz y escritora Lidia Massaferro también es parte de la nómina, así como las imágenes de Cristina y Gloria Bidegain, hijas del gobernador bonaerense Oscar Raúl Bidegain. Dentro del álbum está la foto de Silvia Tolchinsky, secuestrada en 1980 en el marco de la Contraofensiva y que ha brindado testimonios precisos sobre la represión en las postrimerías de la dictadura.

Pese a que el álbum no tiene fecha, se presume que podría haber sido confeccionado después de 1978. Un dato relevante es que, aunque sí aparecen las cúpulas de las organizaciones militantes, no estaban incorporados algunos cuadros de sumo interés para las fuerzas represivas como Mario Roberto Santucho, Norma Arrostito o Rodolfo Walsh. Es claro que para el momento en el que se confeccionó el álbum las fuerzas estaban bien al tanto de cuál había sido su destino.

Buscadas

La foto de Alejandra Molfino lleva el número 1051. Tiene el pelo largo y sujetado. Sus ojos enormes denotan preocupación. Alejandra era una militante gremial docente cercana al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Cayó detenida en mayo de 1976 en Resistencia, Chaco, y fue llevada a la cárcel de Devoto. Salió con opción a Francia entre junio y julio de 1977. Allí fue una de las que se cruzó, tiempo más tarde, con Alfredo Astiz mientras intentaba infiltrarse entre los grupos de argentinos que denunciaban las atrocidades del régimen. Alejandra, que falleció hace unos años, es parte de una familia diezmada por la dictadura. Su mamá, Noemí Gianetti de Molfino, fue asesinada en el marco del Plan Cóndor. Su hermana Marcela, desaparecida en el marco de la Contraofensiva después de dar a luz a su hijo -- que en 2010 recuperó su identidad. Su otro hermano, Miguel Ángel, pasó por una larga lista de centros clandestinos antes de recuperar la libertad en diciembre de 1983. El cuarto hermano, Gustavo, es un reconocido fotógrafo. Como buen experto examinó a pedido de este diario la imagen de Alejandra. Jamás la había visto. Piensa que puede ser de un archivo anterior o de una foto que le hayan tomado en Francia. No le extraña que su hermana fuera buscada por la dictadura, sabe que su familia estaba asediada.

Ana Testa es una de las dos últimas mujeres en haber salido con vida de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). La secuestraron en noviembre de 1979 y salió de ese centro clandestino para fines de marzo de 1980, pero quedó con un régimen de libertad vigilada hasta poco antes del retorno democrático. En 1981, Ana cruzó a Chile. Vio que tenían su foto en el paso de la Gendarmería. Advirtió que iba a ser un problema el retorno. Y así fue. Gendarmería la terminó deteniendo en el paso Puyehue (Cardenal Samoré) y la trasladó al Regimiento de Caballería de Exploración de Montaña IV. La dejaron durante cuatro días junto a los caballos. Le decían que la buscaba la justicia por una causa de 1975. Ella le respondía al militar – Guillermo José Gómez – que ya había estado detenida en un lugar que se llamaba ESMA. Él decía que no era posible, que a la gente se la detenía en las cárceles. Todo sucedía mientras él la retenía en un establo. Sin embargo, Ana presume que en algún momento Gómez se comunicó con los marinos y la dejó ir.

Ana es santafesina, pero a los 17 años se fue a estudiar Arquitectura a Chaco. En 1973, empezó a trabajar como empleada provincial. Allí estuvo hasta julio de 1975, cuando empezó a huir de la represión hasta que, para fines de 1979, cayó en Buenos Aires en manos de la Armada. Gracias a una cajita guardada por su mamá, Ana todavía conserva el carnet de la obra social para empleados provinciales del Chaco y sabe que la foto que tenía la Jefatura II proviene de esa fuente.

La Jefatura

La Imagen de la Jefatura II del Estado Mayor del Ejército que aparece en el libro de fotos. 

Manuel Pedreira tiene una M junto a su nombre. Es lo que identifica su militancia en Montoneros. En su caso, debería figurar también una X – según lo fijado por el glosario que acompaña al álbum – porque salió con opción del país en 1975. Volvió a entrar una y otra vez desde México. Le consta que lo buscaban acá y allá. La dictadura desapareció a su hermano y a su primera compañera. No sabe de dónde sacaron la foto que integra el álbum, pero estima que debe ser de los años ’73 o ’74.

 

El álbum viene con una advertencia. Dice que su información no puede ser divulgada y que el “elemento proveedor” puede solicitarles a sus depositarios que lo devuelvan en cualquier momento. Evidentemente, la Jefatura II no se lo solicitó a la entonces SIDE, y el registro quedó por décadas en la central de 25 de mayo. 

El ejército tuvo una responsabilidad primaria en la represión. La Jefatura II debía asesorar al jefe del ejército en todo lo que hacía a la inteligencia. Era la que trabajaba con la inteligencia que producía el Batallón 601 – que estaba en relación con los servicios de las otras fuerzas y con la propia SIDE. Entre el Ejército y la SIDE había una puerta giratoria. Carlos Martínez, a quien el juez Daniel Rafecas llegó a procesar antes de su muerte como titular de la Jefatura II, dejó ese cargo para mudarse al edificio de 25 de mayo. Lo reemplazó en 1978 Alberto Alfredo Valín, que venía de ser el jefe del Batallón 601. La comunidad informativa no sólo compartía sus registros, sino también a sus hombres.