"Estas herramientas me dan un empujón bárbaro para seguir, me hacen sentir que el país me apoya, que vale la pena el esfuerzo. Me hacen volver a creer en los emprendimientos familiares y en que hay un Estado presente que escucha a sus trabajadores y ciudadanos", dice en diálogo con PáginaI12 Ezequiel Rubiane, uno de los beneficiarios del concurso Potenciar, organizado por el ministerio de Desarrollo Social de la Nación.  Ezequiel se dedica a la talabartería y su proyecto ganador lo hizo merecedor de tres máquinas de coser. Cientos de trabajadores de oficios, mayores de 40 años y que se encontraban sin empleo, recibieron máquinas y herramientas para poder vivir de lo que hacen. Entre julio y agosto se entregaron en todo el país 500 kits para gastronomía, construcción, textil y jardinería; a cambio se les pide a los beneficiarios trabajo comunitario por cuatro meses. Tres ganadores del concurso contaron a este diario su experiencia y sus historias de vida. Desde la cartera adelantaron que este lunes lanzarán una nueva edición, esta vez orientada a jóvenes de 18 a 29 años.

Ezequiel con su papá.

Nora Figueroa es de Catamarca y comenta que cuando se enteró que había sido seleccionada lloró toda la noche de la emoción. Unos meses atrás, su nuera Florencia le había contado del concurso y le ofreció anotarla. “Ella siempre me ve que la lucho y que ando buscando cosas vinculadas a la gastronomía, porque siempre trabajé en eso y me apasiona. Entonces se enteró del concurso de Nación, me contó que si ganaba podía elegir distintos kit de maquinaria y me anotó. Lo que nunca me imaginé es que podía ser elegida, para mi fue un regalo del cielo”, explica.

Durante los años anteriores, Nora se había quedado sin trabajo y para ganarse la vida hacía cosas de pastelería y las salía a vender a una plaza cerca de su casa que, antes de la pandemia, solía ser muy concurrida. “Los fines de semana había mucha gente, entonces cocinaba en casa e iba a vender a la plaza. Llevaba maicenitas, pasta frolas y tortas Cabsha”, describe. Cuando la llamaron y le contaron que había sido elegida resalta que “no lo podía creer”. “Muchas veces te anotás en algo y pensás ‘seguro que lo va a ganar algún amigo del gobierno’ porque han sucedido cosas así en otras épocas, pero en este caso fue distinto. Acá en Catamarca lo ganamos tres personas, pero en otras provincias 20 o 30”, subraya.

Luego, Nora quiso agradecer, además de a su nuera, a las personas del Ministerio: “me va a faltar vida para agradecer la ayuda que me dieron”, expresa. En su caso el kit que eligió consta de una cocina industrial, un horno pastelero, una freidora y una amasadora de 25 kilos. “Tenía algunas cosas de cocina, como una batidora, pero nunca pensé tener algo así. Siempre fue mi sueño tener una cocina industrial”, señala emocionada. Si bien instaló todo en su casa, su próximo objetivo es abrir un negocio para ayudar a sus amigas que también se quedaron sin trabajo: “Somos grandes y no es fácil que te contraten. Mi idea es sacar un préstamo que se está por lanzar para los micro emprendedores y ver si me puedo poner mi propio negocio”.


El concurso del ministerio de Desarrollo que premió a los mejores proyectos destinados a producir o desarrollar servicios no solo consistió en la entrega de herramientas y maquinaria. En cuanto a las obligaciones, los ganadores deberán donar, durante cuatro meses, el 20 por ciento de su producción o realizar ocho horas mensuales de trabajo en una institución sin fines de lucro. Nora, por ejemplo, decidió ayudar al club Chacarita de su barrio que asiste a niños en situación de vulnerabilidad. Rubiane, en cambio, que es de Quilmes, decidió hacer donaciones a la Asociación Civil EMAC, que trabaja en el acompañamiento a mujeres para una vida libre de violencias, a través de iniciativas y actividades de promoción socio-comunitaria. “Elegí aydudarlas a ellas porque es un grupo de mujeres que trabaja en barrios vulnerables y buscan mejorar la calidad de vida de otras mujeres. Ahora a fin de mes tengo que hacer la primera entrega y pensamos en la elaboración de unos bolsones maternales”, explica.

Ezequiel se dedica a la talabartería y marroquinería y en su caso recibió tres máquinas de coser que tienen distintas funciones. “Antes de esto estaba cosiendo a mano y la verdad es que estas máquinas agilizan un montón la producción, me dan mayor prolijidad, capacidad de venta al por mayor y reducen costos. Estoy chocho”, resalta. Empezó con el oficio cuando era un niño y con su papá cocían pelotas de fútbol. A los 28 años decidió dedicarse por completo a la talabartería y comenzó a producir en mayores cantidades hasta que en 2016 todo empeoró de forma estrepitosa. "Nos iba muy bien hasta que entre 2016 y 2017 empezó a bajar todo. Se nos cayeron más de 30 clientes, nos quedaron ocho que después terminaron siendo tres”, cuenta. Luego de eso, Ezequiel intentó buscar otros trabajos: “estuve casi un año y medio dando vueltas, buscando otro horizonte, y en un momento dije, ‘¿por qué, si yo siempre hice esto y es lo que elegí?’, y por eso me anoté al concurso. Ahora me resurgieron las ganas de seguir en este proyecto que es, a la vez, el de toda mi familia”, explica. 

Gladys Estigarribia vive en Carapachay, Vicente López, y si bien siempre estuvo interesada por la moda, nunca se había dedicado a eso por completo porque trabajaba en una empresa. En 2018 la despidieron y pasó por momentos de mucha tristeza y depresión. No conseguía trabajo y decidió comenzar a hacer zapatos para venderle a sus amigas y familiares. Lo hacía con una máquina Singer a pedal. Un día, Gladys estaba viendo la televisión con su papá y vio al ministro Daniel Arroyo anunciar el concurso. Se anotó y quedó seleccionada: ganó el mismo kit que Ezequiel, que usa para hacer zapatos.

“Nosotros sabíamos y teníamos la ilusión que apenas asumiera un gobierno popular iba a ayudarnos a los desocupados. Las maquinas son lo que tanto esperaba y soñaba", dice. Luego, al igual que los otros beneficiarios, explica que "si no hubiese sido por esto nunca las podría haber comprado".  Apenas recibió las máquinas, y con la plata que había cobrado del IFE, Gladys compró tela e hizo cien bolsas para donarle a la iglesia "San Cayetano" de su barrio. Allí también funciona un merendero y reparten bolsones de comida: "ellos daban la comida con bolsitas de nylon, entonces les armé esas bolsas con tela resistente y están muy agradecidos", explica.

Informe: Melisa Molina.