¿Cómo estás Camila?

-Acá estoy… poniéndome una faja sobre mis nuevas tetas.

Perdón… ¿la nota puede empezar así?

-Puede empezar así perfectamente. Justo me agarrás envolviéndomelas.

En la novela Carlota Fainberg, el escritor español Antonio Muñoz Molina parodia a las figuras estelares de las universidades e inventa a una investigadora lesbiana a la que define como “la Terminator del new lesbian criticism”. Esa mujer acechante escribe un trabajo llamado “Sor Juana Inés de la Cruz – Frida Kahlo – Madonna: fragmentos de un discurso silenciado”. Justamente, con el premio Sor Juana en sus manos por Las malas, Camila Sosa Villada bien podría ser citada en esa cronología detrás de Madonna o adelante de casi todas. Lo que Muñoz Molina imaginó no sin cierto desprecio ante el peso de un presente ardido en “minorías” y silencios que se escuchan cada vez más, alcanza ahora su colmo. Primera escritora travesti premiada. Y premiada por esas “malas, malísimas”. Además, travesti con tetas flamantes a las que ya desde La novia de Sandro, su primer libro, ella les rezaba.

¿Cuándo te operaste?

-Me operé hace exactamente un mes. Me fue muy bien y estoy muy contenta con el resultado.

¿Pero qué te hiciste? Porque vos ya tenías.

-Pero eran de hormonas, por eso cuando yo descansaba de las hormonas se me iban. Y como empecé a entrenar el año pasado, se me desinflaban. Porque es grasa. Tenía ganas de recibir los cuarenta con unas buenas tetas, tetas grandes. Me crucé con una trava, La Lola. Hacía un montón que no la veía. Se había puesto las tetas: La Lola tiene cincuenta y yo dije “Nadie se merece en el mundo más las tetas que esa mujer”, porque no sabés lo lindas que le habían quedado y lo chocha que estaba. Y pasó un tiempo y yo decía “Tendría que recibir los 40 con tetas”. Finalmente me entró una guita de la venta de Las malas, en dólares. Me pongo las tetas, ya está. Después de la pandemia no lo voy a hacer porque me tienen siempre con el culo al norte, parezco una de esas prostitutas de hace 59 mil años que trabajaban y trabajaban y nunca hacían plata.

¿El premio que recibiste habla de una mirada? ¿Es también una mirada del mundo -o de una parte de él- respecto de las travestis?

-Yo no estoy en ese asunto, no formo parte de esa discusión. Creo que no hubiera sido posible tal vez hace 20 años, aunque no sabemos porque hace 20 años ninguna travesti presentó una novela al Sor Juana Inés de la Cruz. Es decir, hay muchas teorías: algunas responden a la popularidad del libro o a una supuesta corrección política por parte de los jurados. Puede haber miles de opciones por las cuales le han dado el premio a Las malas. Yo creo que hay una instancia del premio en donde lo que es peor o mejor literariamente ya no importa, que es cuando un libro termina siendo finalista: cualquiera de los que gane ahí va a estar bien. Y hay otras cosas que suman, supongo: la simpatía de la escritora; los personajes, el cambio al que pertenecés, digamos. Yo pertenezco a un cambio de concepción del mundo. Pero lo que sí es muy fuerte es que, adrede o no, el premio se lo han dado a una travesti. Eso es muy fuerte para mí en términos políticos… yo que estoy empecinada en que debemos heredarles a los que nacen alegría, debemos dejar también justicia y una felicidad posible.

¿Cómo fue la operación?

Buenísima. Entré y salí. A las 3 de la tarde ya estaba en mi casa tomando mate con mis amigos. Tuve una buena recuperación, salvo que tenés que dejar de hormonar porque se puede producir una trombosis por el exceso de estrógeno, entonces yo dejé las hormonas y mi cuerpo estalló. Yo entreno todos los días acá en casa una hora y cuarto. Entrenaba tres días a la semana y además salía a trotar. Ahora mi cuerpo se detonó: se volvió loco, entre la falta de estrógeno -que no es menor- y el parate. Se me llenó la cara como de una cera, parecía que me hubieran untado en grasa de chancho. Comenzaron a salirme granitos. Me broté íntegra la espalda y los hombros. Un bajón. Pero el otro día me sacaron los puntos y está todo perfecto.

¿Te las viste?

Sí… y las amé.. ¿cómo decirte? Eran las tetas que me tenía que poner. Esto igual tiene sus cosas porque no te podés valer por vos misma. Las primeras semanas no podía girar la perilla de la cocina porque los pectorales están más involucrados en el movimiento de lo que pensamos, cosas muy finas como empujar…imposible; tirar el botón del baño… ¡no sabés la ciencia!; lavarme el culo… dormir hacia arriba con esa cincha además que me aprieta todo, las tetas hacia abajo… eso me oprime el alma.

¿Te operó el mismo médico que a La Lola?

Sí, el mismo. Todo el mundo de la cirugía estética es un mundo donde no hay ley de gravedad. Para mí fue un tanto shockeante no poder valerme por mí misma. Venían amigos a cuidarme y se turnaban. Luego, al quedarme sola, al no tener que hablar, al poder ponerme más reflexiva, me di cuenta que había pasado por una cosa brava, no es que me puse las tetas y ya está. Encima La Lola me dice: “Yo a los tres días ya estaba trabajando con un cliente en cuatro patas. Sólo le pedí que no me tocara las lolas”. Otra trava me dice “Al mes yo estaba de nuevo en la General Paz”.

Es que si no, esas travas tienen que dejar de trabajar mucho tiempo…

Es lo que me dijo La Lola: “Si yo estaba dos meses como me decía el doctor, me comían los piojos”. Antes de operarme empecé a hablar con las travas que conozco sobre cómo les había ido con las tetas. Entonces La Lola me hace este relato, que cuando el médico le dio el alta, se sacó el corpiño, lo tiró, compró un pasaje a Colombia y se fue 20 días. Otra me contaba que al mes ya estaba en la esquina laburando y Claudia Rodríguez, la poeta chilena, me dice: “¡Qué suerte que te lo podes hacer en las condiciones que se tiene que hacer una operación como esa, porque nosotras en nuestra época lo hicimos a ciegas y aquí estamos pagando las consecuencias!” En ese momento pensé “¡Qué mala onda!” y después dije “No, yo le estoy arrojando un privilegio en la cara a esta mujer, que en su obra los problemas son el sida y la silicona ¿y cómo voy a ser tan bruta de comunicárselo así?”.

Y otras, ¿qué te decían?

Otras me mandaban videos lavándose las tetas… Como a una le hubiera gustado que fueran sus madres. Muy preciosas.

En este último año, Camila se compró un lavarropas. Quiere pasarla bien adentro de su casa: dejar de sentir frío o calor. O hambre. De hecho, asume que debería cambiar su equipo de aire acondicionado. Este año no se engripó. Cuida las proteínas y baila mucho sola. Cada tanto, se compra zapatos -hace poco, unas sandalias de charol-. Sus preferidos son unos abotinados en marrón y negro. Las ventas crecen y las invitaciones y propuestas también: “Somos muy importantes todas las que estamos teniendo una vida un poco más alegre. Yo estoy empecinada en eso, que las que nacen digan: 'Esto está allanado, pasó otra a machetazos limpios y lo hicimos. Eso es muy satisfactorio de pensar'… esto para decirte que todo esto no tiene ningún valor al lado del dinero que he ganado”.

En Twitter escribís una especie de novela que creo que aún no está escrita en otro lado: la novela de “El tóxico”. ¿Quién es él?

-Ay… mi amor… Ahora está viniendo a verme después de un mes y pico. A él le molesta que le diga tóxico.

¿Cómo se conocieron?

-Siendo muy jóvenes, veinteañeros. Luego nos hemos visto siempre, salvo en las ocasiones en las que él estaba en pareja o yo estaba en pareja y dejábamos de vernos por un año o por unos meses. Es un pequeño triunfo para mí porque me hace todo lo que a mí me gusta, como a mí me gusta y el tiempo que a mí me gusta. En ese sentido es perfecto. ¿Viste eso que se dice normalmente de que la gente no cambia? Yo creo que es una de las cosas más injustas para el ser humano. Yo lo vi primero con mi madre y con mi padre sobre todo. Y luego lo he visto a él hacer un aprendizaje de algo que todos los otros abandonaron y es querer a una travesti, desear a una travesti. Él siendo una persona muy conservadora, muy estructurada… se junta con sus amigos a comer asado y jugar al fútbol ¿me entendés?... Hemos construido un cariño que no está catalogado en ningún lado. Y es de las relaciones más importantes en este momento.

¿”El tóxico” leyó Las malas?

-No, tenemos unos límites absolutamente geniales. No nos tenemos en redes sociales, no nos interesa meternos en nuestros trabajos. Son todas reglas tácitas que nunca las hemos hablado. Nos sale muy bien.

¿Y por qué lo llamás tóxico entonces?

-Por divertimento.

¿Entre esas reglas tácitas figura que no van a convivir?

-¡No! Si estamos teniendo unas discusiones… porque él quería venir. Me dice "Yo estoy cansado de estar solo… estoy aburrido” y le digo “Pero si estuviste ayer con tus amigos… No me vas a ver así, no tenés derecho a verme así, ni a verme en joggineta”. Tuvimos una discusión en la que él me dice “Bueno, pero eso es una boludez”. Y yo le digo “No, señor. Eso no es ninguna pelotudez porque es de la manera en que me caliento yo. No tiene que ver con vos”. Entonces él me dice “Así nunca nos vamos a ver relajados, al natural”. Y yo le digo que soy así, no es que yo me pongo una máscara. Yo soy así: no me vas a ver con granos. Me vas a ver con la piel espléndida. Él dice que a él no le importa. Y yo le digo que no se trata de él: es un valor para mí, es por mí.

¿Y cuando finalmente se ven él también aparece reluciente?

-Él es su mejor versión… ¿cómo explicarte? Él está muy fuerte… ¡no sabés el cuerpo que tiene!... sus músculos, sus pectorales, sus abdominales... es bello por donde lo mires, podría venir con una arpillera. Lo lindo de esto es que nos hemos visto envejece, cómo han cambiado nuestros cuerpos.

¿Hubo muchas intermintencias?

-Intermitencias terribles, peleas… Yo provoco tormenta cuando me -aburro… Los conflictos siempre tienen que ver con que él es el más conservador y yo la más puta.

¿Tienen discusiones ideológicas?-

-Discutimos sobre cualquier cosa. Yo soy muy narcisista, muy mamona, muy malcriada. Me puse así de grande, no era así de pequeña… Imaginate si yo me mandaba una de estas escenas en mi casa, mis padres me daban vuelta de un cachetazo.

¿Recuperaste la soberanía de tu deseo?

-Puede ser que en algún momento no tuviera importancia lo que yo quisiera. Pero tengo una muy buena analista entonces ahora no hay nada más importante que yo. No hay nadie que me guste más que yo. No voy a quedar más detrás de alguien. En una entrevista a la poeta Estela Figueroa ella dice: “Yo tuve un romance con una persona muy joven una vez, muy bello, y me di cuenta que podía terminar agarrada a las ruedas de un avión”. Y no sé si te acordás que en la última de Almodóvar, Dolor y gloria, en un momento Sbaraglia y Banderas están los dos súper calientes porque se acaban de volver a ver. Están mirándose a los ojos y deciden no hacerlo. A mí hay algo de eso que me provoca muchísimo placer. Es como decir: el deseo es voraz y es feroz también, entonces hay veces en que no hay que darle lo que te pide. Es un falso consejero. Te equivocás mucho haciéndole caso a tu deseo. Ahora todo el coaching y toda la new age se ocupan tanto de lo que es el desear y construyen a unos egocéntricos que sólo piensan en ellos y en su libertad para salir a beber cuando estamos en el medio de una pandemia donde la gente se muere. A veces la gente termina agarrada de las ruedas de un avión. Yo me cuido y hago de mi vida la película que quiero ver y en la que no quiero terminar muerta a los 10 minutos de empezada. Encuentro mucho gusto en esos momentos en que nos distanciamos con el tóxico. Esa es mi parte masoquista. Irme a los túneles a buscar que me latiguen. Me encanta quedarme con las ganas.

O sea que cuando “el tóxico” se va de tu casa, ¿sentís ese deseo contenido como un latigazo en un túnel?

-No, lo que pienso en ese momento es: “Tú no puedes estar comiéndote este plato, esta carita, este pollito con mole, la vida te ha premiado”.

Ahora que la vida también la ha premiado a ella y ahora que el mundo mira a las travestis, “Camila Zorra Villana” -como se autodenomina en las redes- recuerda miradas. Recuerda sobre todo la peor mirada, a los 15 en Mina Clavero, donde vivía y donde aún viven sus padres: “Yo venía siguiendo a uno que pensé que me había tirado onda. Me acerqué y le dije: ´¡Qué lindo que sos!´. Me dijo “Salí de acá que te voy a bajar los dientes de una trompada”:

Cuando mi padre me vio por primera vez, que fue por accidente, llegó y yo no escuché su coche. Me estaba poniendo una falda en el espejo de su cuarto y él se avergonzó muchísimo, como si hubiera abierto la puerta del baño y me hubiera encontrado cagando. Después se enojó e hizo su escena, por supuesto. Pero nunca como estas otras miradas, cuando creés que va a estar todo bien.

¿De dónde sos Camila? ¿De dónde sentís que sos?

-¡Ay! Para eso te voy a leer algo escrito por una suicida, Lucile, la madre de la novelista francesa Delphine de Vigan, que cita esto en Nada se opone a la noche: "¿Conoces esa enfermedad febril que se apodera de nosotros en medio de las frías miserias, esa nostalgia del país desconocido, esa angustia de la curiosidad? Es un territorio que se te parece, donde todo es hermoso, rico, tranquilo, honesto, donde la fantasía construyó y decoró una China occidental, donde la vida es fácil de respirar, donde la felicidad está casada con el silencio, allí hay que ir a vivir, allí hay que ir a morir". Esta idea de un lugar a donde ir a vivir y a morir me parece de una belleza absoluta. De ahí soy.