Acierta Luis Gusmán en la contratapa, cuando aludiendo a la cita de Lorca que preside el libro (“No soy un hombre, ni un poeta, ni una hoja, pero sí un pulso herido que ronda las cosas del otro lado”) afirma: "Este es un libro escrito, como se dice, desde el revés del guante. La frase lorquiana se transforma en pulso poético que hiere, porque si no hay pulso en las palabras, ¿qué es acaso la poesía?".

“El revés”, el poema inicial, resume en una enumeración que pareciendo caótica no es otra cosa que la desnuda confesión de sus gustos tan diversos como a veces conmovedores: el amor de Florián por su maestra, el recuerdo de su hermano diciéndole que los grillos no se matan, el de los padres, el de Ricitos, niña fantasmal de velos diáfanos, verso que bien pudo haber escrito el viejo Juanele. O ese otro: Los lugares donde nunca fuimos / son los más bellos, que recuerda al Saer que afirmaba: Los campos de oscuridad son el lugar donde mejor se ve. O a la confesión de Tomás Eloy Martínez: Cada vez que me preguntan qué cosas del pasado recuerdo con más intensidad, contesto con una involuntaria paradoja: Lo que más recuerdo es lo que no he visto.

“La última flor del otoño”, una prosa poética cuyo título remite a un poema de Edith Sothergrant (hoy olvidada por muchos, menos por Scalona) enhebra una historia (tal vez una ficción) que incluye en prolija trama una perturbadora pregunta: ¿Acaso lo que amamos no es una intermitencia?

El tono coloquial no impide que el lirismo atraviese algunos poemas, pero a la vez sirve para enunciar clara y rabiosamente convicciones políticas (“Los negros”), imágenes eróticas, certezas e inseguridades, entrañables evocaciones familiares (“Mamá”, “Oscar”, “Papá”), materiales que Marcelo Scalona va volcando al cuaderno donde escribe el vaciadero de la memoria, en el que ingresan también Reginaldo Gómez, caudillo de Villa Manuelita y el “Trinche” Carlovich, un mago del fútbol en ”Matar un ruiseñor”.

“El revés” -de una manera tan natural como seguramente asombrosa- incluye en su recorrido menciones, a veces secundarias y otras centrales, de una vasta nómina de nombres, parte del universo de lecturas y de preferencias de quien, por lo demás, a través de uno de los talleres literarios más reconocidos de la ciudad, impulsa prioritariamente a quienes concurren al mismo, a leer, como cimiento necesario de una posterior experiencia en la escritura.

De ese modo transitan en el libro el recuerdo, la cita o la fidelidad a los poetas (Rimbaud, Urondo, Rubén Darío, Idea Vilariño, Delmira Agustini, Juanele, César Vallejo, William Carlos Williams, Prevert, Quasimodo, Shakespeare, el Dante, el rosarino Facundo Marull, Alfonsina Storni), a los prosistas (Chejov, Tolstoi, Dostoievski, Kafka, Hesse, Virginia Woolf, Pasolini, Dickens, Kundera, Hemingway, Houllebecq, Flaubert, Stevenson, Katherine Mansfield, transitando junto a Macedonio, Fogwill, Onetti, Sábato, Borges, Cortázar, Haroldo Conti, David Viñas, Augusto Monterroso, Felisberto Hernández, Arlt, Rosa Wernicke, Manuel Puig). Todos ellos -con Artaud, Gramsci y Heidegger- presencias de “el revés” de una trama poética que transita con la misma entrega tanto en la lírica entrañable de lo cotidiano como en la exhibición rabiosa y sin falsos pudores de sus firmes convicciones políticas que lo acercaron tempranamente a lo popular encarnado en el peronismo.

 

De nuevo se coincide con Luis Gusmán cuando afirma: "En el principio y en el final del libro queda una pregunta: ¿qué hace un niño grande, con Borges y el peronismo? Como se dice, una piedra en el zapato. Sólo que al ser preciosa, es más difícil deshacerse de ella".

El revés (editorial Los libros de la calle inclinada) se presenta mañana a las 19 por Facebook Live de Homo Sapiens Ediciones. El autor estará acompañado por el escritor Alfredo Grieco y Bavio. 

Link para ver la presentación: 

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