El 19 de enero de 1994, cuando llegó al hotel Waldorf Astoria en el Midtown de Manhattan, Paul McCartney era un ex Beatle con una misión. Estaba allí para la inducción en el Rock and Roll Hall of Fame de John Lennon, su amigo, colaborador y ocasional rival. En la ceremonia también estaba la viuda de Lennon, Yoko Ono, que iba a aparecer en el escenario junto a McCartney. En la tradición Beatle, ambos eran enemigos jurados (una exageración, aunque McCartney sí admitió sentirse “amenazado” por Ono cuando empezó a aparecer junto a Lennon en las sesiones de grabación). Con lo que resultaba enormemente significativo que aparecieran juntos para honrar al marido y camarada caído. Era uno de esos momentos de “el infierno se congela” que muchos fanáticos de los Fab Four jamás imaginaron que podrían atestiguar algún día.

“Desearía que John hubiera podido ver eso”, dijo Ono cuando ella y McCartney superaron públicamente cualquier diferencia que hubieran tenido. Más tarde, en la residencia de Yoko, ella y su hijo de 19 años Sean fueron aún más allá con la reconciliación al darle a McCartney y su esposa Linda algunas grabaciones algo estropeadas, datadas a fines de los ’70. Con ello comenzó el siguiente capítulo en la historia de The Beatles.

Enero de 1994: Paul, Yoko y Sean fuman la pipa de la paz.

The Beatles Anthology, lanzado 25 años atrás, fue a la vez un poco confuso y algo muy avanzado a su tiempo. Esta profunda zambullida en el catálogo y la historia de la banda fue un ataque multimedia de varias cabezas, desencadenado en un tiempo en el que pocas personas siquiera podían decir qué significaba el término “multimedia”.

De hecho, hubieron varios Anthologies. Un documental en seis partes, emitido en la cadena ITV entre el 26 de noviembre y el 31 de diciembre, presentó entrevistas a McCartney, George Harrison y Ringo Starr realizadas por Jools Holland. Eso fue acompañado por Anthology 1, un album doble con demos inéditos y versiones alternativas de canciones conocidas, que se lanzó al mercado el 20 de noviembre de 1995. Más tarde llegó un libro, acreditado a “The Beatles”, que presentaba más entrevistas. Juntos, el documental, los discos y el libro, trazaron la evolución del grupo, de su etapa de deshilvanados portadores del skiffle a la más grande –y ocasionalmente más extraña- banda en el planeta. Y la llave a toda esa aventura estaba contenida en las cintas que entregó Yoko Ono en su living room.

“Una vez que dejamos toda la mierda atrás, terminamos haciendo lo que hacemos mejor, la música”, diría Ringo Starr de la inusual reunión. El 11 de febrero de 1994 él, McCartney y George Harrison –rápidamente apodados The Threetles- se encontraron en el estudio Hog Hill Mill de Paul en East Sussex. Su misión era insuflar vida en el chirriante demo con grabaciones de John Lennon que Yoko le había dado a Macca.

Esto estaba al servicio de una gran idea. La mayor idea: abrir la primera colección de Anthology con un nuevo single de The Beatles. Eso sería un extraordinaria declaración de intenciones –particularmente cuando su single “final” había sido el sin par “The Long and Winding Road”, lanzado un mes después de su separación en 1970. Por supuesto, con Lennon fuera de la escena y los tres compañeros sobrevivientes determinados a incluirlo de alguna manera, las opciones eran limitadas.

Así fue como McCartney le pidió a Yoko unos demos que Lennon había grabado en un radiograbador en el Dakota Building a fines de los ’70, junto a otro demo grabado en Bermuda en 1980. Enseguida se destacaron dos tracks: las baladas “Free as a Bird” y “Real Love” (que ya había aparecido como parte de la banda de sonido del documental de 1988 Imagine: John Lennon). En última instancia, “Free as a Bird” fue elegida porque la letra estaba sin terminar: eso le dio a Macca y a la banda la oportunidad de agregarle a la canción algo que tuviera significado.

En New York en 1994, McCartney se había emocionado al escuchar la voz de Lennon desde más allá de la tumba. Luchando por mantener la compostura, le prometió a Yoko y Sean que no lanzaría nueva música sin su bendición. Al mismo tiempo, una vez que él y sus compañeros “Threetles” tomaran el material y la agregaran su propia perspectiva necesitaban saber que no habría ninguna interferencia externa. Yoko podía escuchar los resultados. Pero debía mantenerse al margen de las sesiones. “No sabemos qué pasará, podemos llegar a odiarnos unos a otros después de dos horas en el estudio e irnos”, le dijo. “Así que no pongas condiciones, ya es duro de por sí.”

Los Beatles sobrevivientes no se odiaban unos a otros. Al menos no después de dos horas en el estudio. Y aún a pesar del hecho de que algunas de las luchas de poder que condenaron a la banda a fines de los ’60 continuaron en esa nueva empresa. Harrison, por ejemplo, presionó para que “Free as a Bird” abriera con un lánguido solo de guitarra slide. McCartney no necesariamente compartía la idea pero se encogió de hombros: Seguro, ¿por qué no? Harrison también había insistido en que solo participaría si su amigo y colaborador Jeff Lynne era convocado para productor. Una invitación que no fue extendida a George Martin, el milagroso trabajador que había acompañado su progresión desde los pícaros ingenuos de los ’60 al genio pop.

“Fue George el que dijo ‘no, necesitamos un productor’”, dijo más tarde McCartney. “Podía ser peligroso simplemente meternos todos al estudio. Las cosas podían ponerse feas. Todavía tenías egos revoloteando”. Lynne, a su vez, dijo que “era realmente atemorizador. No conocía muy bien a Paul, solo me lo había cruzado un par de veces antes. El estaba un poco preocupado por mí, porque yo era el amigo de George.” No es que necesariamente George Martin hubiera dicho que sí. Años después, el legendario productor pareció dejar implícito que él consideraba macabra la idea de grabar una “nueva” canción con la voz de alguien que había muerto quince años atrás. “De algún modo les dije que no me hacía muy feliz la idea de ponerlos junto a un John muerto”, le dijo a la revista Rock Cellar en 2013. “No tengo nada en contra de John, pero no me atraía mucho la idea de tener a John muerto con Paul, Ringo y George para formar un grupo”. Y continuó: “Del mismo modo, me parece OK encontrar una vieja grabación de Nat King Cole y darle nueva vida y lanzarla, pero tenerlo cantando con su hija es otra cosa. Con lo que no sé, no hago mayor escándalo por eso pero tampoco me atrajo demasiado.”

“Free as a Bird” fue la primera canción de Anthology 1, lanzado cinco días después de la edición de Made in Heaven, el disco de Queen post-Freddie Mercury. Parlophone, el sello de The Beatles, hizo todo lo posible para convertir el lanzamiento en todo un evento. En la cuenta regresiva a la primera escucha de la canción en la cadena Radio 1, la compañía grabadora presentó a la prensa una agenda de eventos, haciendo un seguimiento minuto a minuto desde el momento en que las copias del CD dejaban la planta fabricante en Uden (Holanda). Se concertó una gran conferencia de prensa en el Savoy para 350 periodistas. George Martin y Jeff Lynne estuvieron allí… pero no The Beatles. Ellos se quedaron en casa “pero envían su amor”, según dijo el jefe de prensa Derek Taylor.

Con los “Fabs” fuera de la escena, los medios no estaban de humor para jugar amablemente. No ayudó mucho al clima en el salón la rígida seguridad. “Esto no es la piedra Rosetta”, gritó un reportero. “Es solo un disco pop que ustedes están promocionando.”

“La gente está lista para esto ahora, quizás como no lo estaban en 1970 y 1980”, dijo Martin al responder a una pregunta de por qué The Beatles estaban publicando un compilado de rarezas, cuando el discurso oficial durante años había sido que no había en los archivos nada que valiera la pena lanzar. A Lynne se le preguntó por qué “Free as a Bird” sonaba menos parecido a The Beatles que The Traveling Wilburys, el supergrupo que había integrado junto a Harrison, Bob Dylan, Tom Petty y Roy Orbison. “Puse mucho más trabajo en este”, bromeó (presumiblemente). “Los Wilburys tomaron 10 minutos, y esto tomó 15”. Martin también contradijo las declaraciones que haría después sobre “Free as a Bird”, diciendo que le hubiera gustado producirlo. “Jeff Lynne ha hecho un trabajo brillante, y habiéndolo escuchado ahora me hubiera gustado producirlo. Me hubiera dado 30 números 1 en vez de 29”.

Al día de hoy, “Free as a Bird” sigue dividiendo opiniones. Más allá de la ética de usar una chirriante grabación casera de Lennon, desde la perspectiva técnica el resultado mostró defectos. El demo de John era de baja calidad. Y Lynne, aún con toda su habilidad en el estudio, no podía cubrir con papel todos los agujeros. “Lo que terminás teniendo es una especie de gruesa homogeneidad de sonido que apenas se detiene”, criticó George Martin. “No hay mucha dinámica en eso”. Sobre ese demo, McCartney dijo que “era una cosa vieja y quebradiza, un casete. No solés usar eso. Jeff tomó el casete y lo actualizó.” “Fue tan difícil”, dijo Lynne. “Sacar la capa de voz de allí, con el sonido de piano pegado a ella. Realmente difícil, virtualmente imposible. Pero de algún modo lo conseguimos.”

Según se dice, el productor con el que Lennon había estado trabajando cuando grabó los demos a fines de los ’70 ya había rechazado el demo de “Free as a Bird”. El ex Beatle le había enviado a Jack Douglas cintas de ese tema y de “Real Love” en 1979, cuando se estaba preparando para hacer Double Fantasy. Douglas le dijo de modo brutal que las composiciones eran demasiado embriónicas. “La cuestión básica sobre esas canciones es que las rechacé para Double Fantasy porque no sentí que estuvieran completadas”, explicó Douglas al diario The Washington Post.

“’Free as a Bird’ es decepcionantemente poco excitante, para decirlo suavemente”, coincidió el periodista Andy Gill en The Independent. “Una canción ligera llevada a un ritmo lento que suena como lo que es: el ejercicio de graduación de Jeff Lynne en la Escuela de Beatlismo”. Gill también sugirió que el proyecto Anthology había sido concebido como una vaca lechera de dinero para unos Fabs que se acercaban a la edad del retiro; en particular George Harrison, que había caído en el equivalente de “tiempos duros” para una estrella de rock. “Le quedan solo unos 20 millones de libras o algo así”, escribió Gill. “Pobre hombre”.

El resto de Anthology 1 era menos discutible. Era lo que era: una bolsa surtida de demos, a menudo espectacularmente chirriantes, de los primeros días de The Beatles como The Quarrymen, pasando por su viaje a Hamburgo como banda de acompañamiento de Tony Sheridan, sazonados con grabaciones en vivo de los programas Ed Sullivan Show y Morecambe and Wise.

De todos modos, sin dudas llegó en un momento importante. The Beatles nunca habían estado del todo fuera de moda. Aun así, es seguro decir que a través de los ’70 y ’80 no eran enteramente percibidos como una expresión de modernidad. Lo que quedaba de la credibilidad de McCartney tras la experiencia de Wings se había evaporado cuando lanzó “We All Stand Together”, apodada como “la canción del sapo”, en 1984. Ringo había pasado los años ochenta oficiando de narrador de la serie de animación infantil Thomas y sus Amigos. George Harrison estaba lanzando melodías nostálgicas como su número uno de 1987 “Got My Mind Set on You”, recordada por su video en el que Harrison aparecía con un reloj antiguo que bailaba y una cabeza de alce que cantaba.

Pero a medida que amanecía la era del Britpop, las percepciones de The Beatles cambiaron. Oasis hizo una versión de “I Am the Walrus”. Liam Gallagher trató de volver a poner de moda la mirada de Lennon detrás de sus lentes redondos Windsor, y en un punto imitó el peinado de John. Giant Steps, el disco de Britpop clásico grabado por The Boo Radleys, era una desvergonzada carta de amor a The White Album. “The Beatles son la mejor banda de todos los tiempos. Nadie podrá cambiar eso”, dijo Simon Gilbert, baterista de Suede, en 1995. “Revolver es el único album que he escuchado al menos una vez por semana desde la primera vez que lo escuché. ‘Tomorrow Never Knows’ es mi canción favorita. Simplemente está más allá de su tiempo”.

Y estaba la cuestión Blur vs. Oasis, un enfrentamiento de golpes en el pecho modelado de manera explícitamente en la rivalidad The Beatles – The Rolling Stones. El momento definitorio del Britpop era solo otra reformulación de los Beatles. No sorprendió a nadie, entonces, que más allá de la respuesta de críticos como Andy Gill, “Free as a Bird” y Anthology 1 fueran recibidos con enorme entusiasmo. El single llegó al número 2 en el Reino Unido. Su éxito fue también impulsado por el cinematográfico video de Joe Pytka en el que un ave vuela a través de la historia Beatle, develando referencias a “Eleanor Rigby”, “Helter Skelter” y “Strawberry Fields”, entre otras 100 alusiones a The Beatles.

A Anthology 1 también le fue bien. De manera increíble, fue el primer album de The Beatles que debutó en el número 1 en Estados Unidos. En el Reino Unido sufrió la humillación de no llegar al primer lugar por culpa de Robson & Jerome. Aún así, en la primera semana de su lanzamiento vendió más de 900 mil copias en todo el mundo.

“Fue maravilloso tener un producto Beatle otra vez en 1995”, dice Tony Barrell, periodista, escritor, experto en la banda y autor del libro The Beatles on the Roof. “No era el mejor de los tiempos para la música. Sí, teníamos a Oasis, Garbage y Björk, pero también había un montón de Robson & Jerome y Take That. Era un buen momento para recordar lo brillantes que eran The Beatles”, recuerda. “En un nivel, ‘Free as a Bird’ era una manera de imaginar cómo hubieran sonado de haber seguido juntos, y lo amé. El año anterior había salido el CD doble Live at the BBC y había vendido muy bien, y creo que Apple (el sello de The Beatles, técnicamente una subsidiaria de Parlophone) lo usó para testear el mercado para los grandes lanzamientos de Anthology.”

“Es importante recordar que en 1995 el público en general no tenía acceso a internet, y todavía era difícil encontrar buenas grabaciones inéditas”, continúa Barrell. “Podías escuchar un vago rumor de que alguien en el mercado de Camden estaba vendiendo rarezas de The Beatles, y podías gastar buen dinero y volver a casa con algo bastante dudoso. Me recuerdo escuchando un montón de canciones distorsionadas en maltratados casetes, y dudar de si realmente eran ellos. Se sintió mucho mejor tener lanzamientos que habían sido mezclados apropiadamente y en los que estaban involucrados los tres miembros restantes de la banda”.

“Pienso que Anthology, especialmente el primer volumen, fue increíblemente importante en el catálogo y la historia de The Beatles por un par de razones”, dice David Thurmaier, quien conduce I’ve Got a Beatles Podcast y es profesor asociado de Teoría Musical e integrante de la División de Estudios Musicales en el Conservatorio de la Universidad de Missouri-Kansas City. “En primer lugar, contenía ‘Free as a Bird’, la primera canción ‘nueva’ de The Beatles desde 1970. Además, probó que los fanáticos realmente disfrutaban escuchar material inédito de todo tipo: música de shows en vivo, demos, audiciones para el sello Decca, tomas abortadas y versiones alternativas”, señala Thurmaier. “Se dijo que George Martin era incapaz de entender por qué los fans podrían querer escuchar esas cosas, y en un punto Paul McCartney tampoco. Anthology 1 mostró que había todo un mercado para ese material.”

Veinticinco años después, y 50 desde su separación, ¿siguen siendo The Beatles la mayor marca en el rock? Anthology marcó una de las últimas ocasiones en que el grupo pudo comandar los titulares del mundo. Si hay alguna banda de los ’60 a la que los músicos jóvenes (y no tanto) se esfuerzan por emular no es The Beatles, con sus peinados ridículos e interesantes mostachos. Esos son The Rolling Stones, el dechado de glamour del mal chico. Basta mirar a Johnny Depp y cómo arruinó su carrera al vivir sus fantasías de Keith Richards. ¿Pero tener fantasías de ser Paul McCartney o John Lennon? La estrella de rock con más onda a la que Danny Boyle pudo persuadir de aparecer en su fantasía Beatle Yesterday fue Ed Sheeran. Los pibes pasaron de largo.

Aun en el momento del lanzamiento de Anthology, algunos estaban incómodos con la dirección que los Beatles sobrevivientes estaban tomando.Anthology 1 divide a los fans”, dice Tony Barrell. “Es un gran documento histórico para los completistas, pero es un poco áspero en algunos momentos, y ciertamente no lo escucho tan a menudo como Abbey Road, Rubber Soul o incluso Beatles For Sale. Si no tenés todos los albumes principales de The Beatles, en realidad primero tenés que completar la colección antes de meterte con estas grabaciones. Y Anthology 2 y 3 son más escuchables, porque la habilidad musical es mayor”.

“En cuanto a si resiste la prueba del tiempo, en algunas maneras sí y en otras no”, dice David Thurmaier. “Para mí, que doy cursos sobre The Beatles y tengo un podcast, es un material invaluable; en la actualidad los estudiantes realmente disfrutan escuchar este material que no se había lanzado. Entonces, como estudioso los Anthologies son importantes. Pero como oyente no sé si se sostienen tan bien. La mixtura de material de mala calidad sonora, el trabajo de laboratorio en el estudio -para mezclar un demo con la versión terminada-, demasiadas canciones fragmentadas, puede ser una desapacible experiencia de escucha.”

Tampoco significó un nuevo comienzo para los Beatles restantes. Hubo más sesiones los días 5 y 6 de febrero de 1995 en las que grabaron “Real Love”, que fue lanzada el 4 de marzo de 1996, con una recepción muy lejana a la aclamación que recibió “Free as a Bird”. Radio 1 declinó incluirla en su lista de difusión, argumentando que “No es lo que nuestros oyentes quieren escuchar… somos una estación radial de música contemporánea.” Ups.

Yoko Ono debe haber coincidido con esa declaración. “John siempre dijo que no habría una reunión de The Beatles”, comentó cuando comenzó a hablarse del prospecto de unos “Threetles”. “Si hubieran vuelto a juntarse, el mundo habría quedado muy decepcionado de ver a cuatro viejos oxidados”.

 

Al parecer, tampoco habría durado demasiado. Los Beatles sobrevivientes se reunieron en marzo y mayo de 1995 para trabajar en los demás demos de Lennon (en junio de 1994 habían intentado darle forma a otra grabación del Dakota llamada “Now and Then”), pero las cosas no funcionaron tan bien como con “Free as a Bird”. Aparentemente, las tensiones que habían llevado al fin del grupo en 1970 habían empezado a encenderse otra vez. Harrison, que siempre se había sentido sofocado por Lennon y McCartney, estaba abrumado por la sensación de déjà vu. Lo explicó de manera sencilla y brutal: “Es como estar de nuevo en The Beatles”.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.