Desde Londres. En Reino Unido el nefasto 2020 se cierra con la aparición de una nueva cepa del virus Covid (malo), la aprobación tan esperada de la vacuna Astra-Zeneca (bueno), y la lamentable salida de la Unión Europea con un acuerdo de última hora. Al cierre de esta edición la Cámara de los Lores se apresta a completar el proceso legislativo con la aprobación del proyecto de ley que incorpora el acuerdo que regirá la relación del Reino Unido, luego de su salida definitiva de la Unión Europea este fin de año. Durante la tarde, con 521 votos a favor y 73 en contra, la Cámara de los Comunes había votado abrumadoramente a favor del acuerdo post-Brexit con la Unión Europea, rubricado horas más tarde por Boris Johnson en su residencia oficial y Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea en  Bruselas. 

Después de una saga que comenzó hace cuatro años con la malhadada idea de convocar al pueblo británico a un plebiscito sobre la permanencia o salida de la Uniòn Europea, increíble suena que el “acuerdo de salida” aparentemente imposible de concertar, se terminara resolviendo a las apuradas con menos de 12 horas de debate parlamentario. Costó mas de cuatro años, tres primeros ministros e infinitas y frustrantes negociaciones con Bruselas: y el acuerdo se aprueba al fin en un santiamén. 

Boris Johnson, Primer Ministro británico y artífice de esta rauda salida por el foro, abrió el debate sobre el acuerdo el miércoles 30 a las 10 de la mañana. Dirigiéndose a los miembros del Parlamento, afirmó que este acuerdo redefiniría las relaciones con la Unión Europea: “Hemos aprovechado esta oportunidad para crear unas fantásticas nuevas relaciones con nuestros vecinos europeos que se basa en el libre comercio y en una amigable cooperación”. Agregó que esto se había logrado en menos de un año en el “desfavorable clima de una pandemia, concentrándonos en la tarea, evitando demoras, precisamente porque creando certezas sobre el futuro vamos a tener mejores probabilidades de recuperarnos con más brío el año próximo”.

Durante el debate Keir Starmer, lider del Partido Laborista, criticó el acuerdo, pero señaló que si se votaba en contra de la propuesta gubernamental se estaba votando por una salida de la Unión Europea regida por las reglas de la Organización Mundial del Comercio. “Las alternativas son simples hoy. ¿Deseamos aprobar el acuerdo al que se llegó con la Unión Europea o no? Si decimos que no, el resultado es claro: terminamos este periodo de transición sin acuerdo. Sin un acuerdo en seguridad, comercio, pesca. Sin protección para nuestra industria, nuestro comercio, el agro y tantos otros negocios. Además, sin un punto de apoyo para construir una relación futura con la Unión Europea”, afirmó.

Así y todo, 36 diputados laboristas se abstuvieron. La laborista Helen Hayes fue contundente en la explicación de su voto. “Este es un mal acuerdo que va a empobrecer a nuestro país. Va a costarnos puestos de trabajo, va a vulnerar nuestra seguridad, a debilitar nuestra posición en el mundo, va a poner en riesgo los derechos de los trabajadores y la protección del medioambiente, y finalmente, va a limitar las oportunidades de nuestros hijos y nuestros nietos.”

Mientras que el acuerdo contó con el apoyo de la mayoría del Laborismo, los Demócrata Liberales, el Partido Nacionalista Escocés y el Unionista de Irlanda del Norte se opusieron. En un tema muchos estuvieron de acuerdo, fueran conservadores, laboristas o del partido nacionalista escocés: el escaso tiempo otorgado para hacer un escrutinio del acuerdo. El proyecto de ley para la aprobación del acuerdo cuenta con 80 páginas, y los detalles del acuerdo comercial y de seguridad con 1200 páginas que seguramente han tenido que ser leídos a todo vapor. Los detalles y la letra chica del acuerdo se debatirán seguramente durante mucho tiempo en el futuro. Pero no queda duda que la relación ha cambiado para siempre. 

El punto de inflexión es el 31 de diciembre a medianoche cuando el Reino Unido abandonará el mercado común europeo y la unión aduanera que formaron la columna vertebral de la relación con el bloque europeo. Si bien el acuerdo estipula que no van a existirán barreras arancelarias ni cuotas para el comercio bilateral de bienes, se introducirán controles sanitarios, fitosanitarios y regulatorios que demandarán interminables trámites burocráticos y el cumplimiento de estrictos requisitos para la exportación e importación con un incremento de los costos empresarios.

El sector de servicios perderá el acceso directo, algo especialmente duro para el sector financiero británico. La salida del bloque no borra la posibilidad de conflicto: la incrementa. Esto se ve claramente en la pesca y en la única frontera terrestre que une la República de Irlanda (Unión Europea) con Irlanda del Norte (Reino Unido), que seguirán regímenes especiales y requerirán una delicada diplomacia.