Los fiscales que investigan la muerte de Diego Maradona, tratando de determinar si hubo negligencia y un posible homicidio culposo, están concentrados en reconstruir todos los diálogos y mensajes de whatsapp entre quienes rodeaban al Diez. En ese marco, lo que surge por ahora es una inaudita improvisación y mal manejo, además de que aparecen en escena otros intérpretes a los que no se les había prestado la suficiente atención. Desde ya, hay una actitud despectiva en frases como "el gordo se caga muriendo", indicativas más bien de la actitud de los profesionales. Pero más trascendente es la desidia. Por ejemplo, unos días antes de la muerte de Maradona hay un diálogo en el que el psicólogo pregunta cómo está Diego y le responden “está durmiendo hace dos días”. Ese estado no llevó al médico, la psiquiatra y el psicólogo a decidir algún cambio, tomar alguna decisión. Se percibe también cierta manipulación. Dos días antes de su cumpleaños, el 28 de octubre, se le bajó la medicación para que apareciera “menos dopado” en la cancha de Gimnasia y Esgrima. Aún así, aquel día se vio a Maradona casi sin poder caminar ni hablar.

El material que trabajan los fiscales Laura Capra, Cosme Irribarren y Patricio Ferrari, coordinados por el fiscal general John Broyard, surgió de los celulares del médico Leopoldo Luque, la psiquiatra Agustina Cosachov, el psicólogo Carlos “Charly” Díaz y el abogado Matías Morla. Son mensajes de whatsapp, audios y entrecruzamientos de llamadas. El ordenamiento es día por día, combinando todo con los informes de los enfermeros y el restante material que hay en la causa. Lo trascendente es analizar qué decisiones se tomaban y, sobre todo, quién daba las órdenes. De una primera mirada, se percibe que el psicólogo Charly Díaz tomaba más decisiones de las que parecía, aunque la impresión es que el garante, el responsable general, era Luque. Los fiscales también analizan la incidencia de Morla en las cuestiones médicas.

La impresión inicial es que existía un manejo irregular de la situación, con idas y vueltas, falta de rigor médico y científico. Ante el informe de los enfermeros de que Maradona llevaba 48 horas durmiendo, nadie atinó a un cambio o a una interconsulta. En una primera mirada, pareciera haber primado una preocupación por las apariencias, bajándole o subiéndole la medicación, de acuerdo a las apariciones públicas. De todas maneras, habrá que evaluar los datos con criterios médicos, tal vez a fines de febrero.

El argumento defensista indudablemente será que Maradona no quería ni que se lo tocara ni ver otros médicos e impedía incluso que alguien entre a su habitación. Los imputados alegarán que un paciente tiene derecho a rechazar los tratamientos. Del otro lado pesará el criterio de que Maradona no estaba en condiciones de decidir y se había convertido en peligroso para sí mismo, por lo que debió darse intervención a la justicia. El equipo de Luque no lo habría hecho, en principio, según los que lo acusan, por ineptitud y porque nadie quería cargar con las furias del astro. 

Todo el trabajo sobre llamadas y mensajes va a tardar tres semanas y a partir de ese momento se convocará a la junta médica prevista para que se pronuncie sobre la eventual mala praxis, es decir el suministro de medicamentos contraindicados o la falta de atención a los problemas cardíacos. Los fiscales, por ejemplo, ya tienen la historia clínica del Fleni, donde Maradona estuvo internado después del gravisimo incidente cardíaco de Punta del Este en el año 2.000. También están ahora en el expediente 200 páginas de estudios aportados por el Sanatorio Güemes. Allí Maradona ingresó en 2007. Parece cantado que los fiscales acumulan información que demuestra que debió prestarse máxima atención a la cuestión cardiaca porque los antecedentes así lo demostraban. El desenlace tuvo mucho que ver con la ausencia total de precauciones en materia cardiaca, al punto que hubo un proceso de retención de líquidos, que se notaba a simple vista, y que llevó al colapso final.