A escala planetaria estamos presenciando una inquietante oleada de xenofobia, racismo, discriminación e intolerancia. Un fanatismo irracional y violento emerge haciendo gala de una retórica incendiaria que estigmatiza y deshumaniza. Argentina no es una excepción. La violencia simbólica de las bolsas mortuorias en la marcha del 27 f, así lo demuestra. El discurso del odio constituye una amenaza para los valores democráticos, la estabilidad social y la paz. El mismo se difunde a través de las redes sociales, plataformas de comunicación y se concreta en actos diversos. Una joven y reconocida fascista, Isabel Peralta, en un encuentro convocado por la Juventud Patriota, una organización neonazi madrileña, rindió homenaje a la División Azul, unidad de voluntarios españoles que formó una división de infantería para luchar junto al ejército de la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial. Ante una audiencia compuesta por diferentes grupos nazis y fascistas como el partido España2000 o La Falange, pronunció palabras nefastas hacia el pueblo judío y elogió el nazismo y el fascismo. “Es nuestra suprema obligación luchar por España, luchar por Europa, ahora débil y liquidada por el enemigo. El enemigo siempre va a ser el mismo, aunque con distintas máscaras: el judío. […] El judío es el culpable y la División Azul luchó por ello” afirmó, vestida con la camisa azul falangista. En su cuenta de Twitter, donde se jacta de fascista, no demócrata, homófoba y machista, publicó un video donde exalta el nazismo y confirma su odio hacia los judíos "Podréis denunciarme, encarcelarme, o incluso matarme, pero jamás, jamás, capitularé" escribió desafiante en las redes esta admiradora de Adolf Hitler. Ya en 2015, el director alemán David Wendt en el film "Él ha vuelto" denunciaba, con sarcasmo, la posibilidad del retorno de estas ideologías y de su recreación por efecto de la mediatización y el show, en el caso de su falso documental o de las redes en el caso de Peralta. A la luz de estos acontecimientos es legítimo preguntarse ¿Cómo fue posible que suceda algo así? El Holocausto ilustra lo peligroso que resultan los prejuicios, la discriminación, el antisemitismo y la deshumanización y su ponderación es una señal de alarma que indica la posibilidad de que nuevas atrocidades masivas ocurran. La enseñanza del Holocausto/Shoá es prioridad porque se trata de un punto de inflexión en la historia de la humanidad. El creciente grado de penetración de ideas nazis y fascistas nos interpela a quienes como educadores promovemos el abordaje de temáticas relacionadas con los Derechos Humanos. Reafirmar nuestro compromiso en la lucha contra el antisemitismo, el racismo y la intolerancia en todas sus formas es un desafío ineludible. La persecución y el asesinato sistemático, burocrático y auspiciado por el Estado de seis millones de judíos por la Alemania nazi y sus colaboradores también nos permite pensar la experiencia argentina vinculada al terrorismo de Estado. "Si se deja de hablar y perdemos la memoria, las cosas pueden volver a pasar" afirmaba Sara Rus, Madre de Plaza de Mayo y sobreviviente de Auschwitz, en sus charlas con estudiantes acerca de la Shoa y los crímenes de lesa humanidad perpetrados durante la última dictadura cívico militar. La escuela es un espacio central para la construcción, transmisión y circulación de la memoria colectiva: es donde las nuevas generaciones tienen un papel activo en la comprensión crítica del pasado desde el presente, pudiendo otorgarles nuevos significados y sentidos. Nuestra tarea debe contribuir a la formación de ciudadanos con capacidad crítica para reflexionar, indagar, debatir, escuchar y construir nuevas respuestas. Es la memoria colectiva la que permite fortalecer los cimientos de una sociedad democrática: el respeto por los derechos humanos, la tolerancia y la pluralidad de ideas, el valor por la libertad, la verdad y la justicia. “Aquellos que niegan Auschwitz estarían dispuestos a volver a hacerlonos advertía”, Primo Levi. Sus palabras son una huella para transitar el camino de nuestra tarea educativa ante tantas demostraciones negacionistas, xenófobas, discriminadoras y totalitarias. Como dijo Theodor Adorno, “La exigencia de que Auschwitz no se repita es la primera de todas en la educación”. Las políticas públicas de memoria por parte del Estado, el compromiso de nuestros docentes y la empatía de nuestros estudiantes con estas temáticas nos permite pensar que tenemos el derecho a sentirnos moderadamente optimistas.