“Estamos abiertos a cualquiera que nos pueda aportar la solución. Lo que queremos es que los argentinos puedan inmunizarse cuanto antes frente al riesgo de contagio. El que primero traiga la vacuna será muy bienvenido”, señalaba Alberto Fernández en agosto de 2020, en ocasión del acuerdo con AstraZeneca para producir la sustancia activa en el país. En el presente, el panorama epidemiológico es mucho más grave: se confirmaron 32.171 contagios y 297 muertes. Y el Gobierno redobla los esfuerzos para comprar las dosis necesarias, según se advierte en la cantidad de negociaciones que entabló y aún entabla con los diferentes laboratorios y gobiernos.

Las vacunas contra la covid-19 constituyen un bien tan estratégico como escaso. Algunos de los países que con mayor velocidad han desarrollado su proceso de inmunización masiva (Israel, Reino Unido, Estados Unidos) a partir de la aplicación de opciones vacunales de seguridad y eficacia comprobada son, precisamente, naciones centrales que se destacan en el campo científico-tecnológico. Mientras algunos ya comienzan a despedir la pandemia (Israel permitió dejar de utilizar el barbijo en espacios públicos, Reino Unido levantó sus restricciones y EE.UU. se prepara para declarar el 4 de julio como el “El día de la independencia de la covid”), a la mayoría de los Estados les cuesta mucho más hacerse de las dosis necesarias. Pensar la geopolítica, en este sentido, es pensar la desigualdad. El gobierno argentino, desde el comienzo, decidió embarcarse en una estrategia a varias puntas: los ensayos en el país se solaparon con la adquisición de dosis provenientes de diferentes latitudes, con la participación en la producción doméstica de fórmulas foráneas, así como también con la fabricación local de opciones autóctonas.

2020

Al comienzo el énfasis estuvo en la realización de ensayos clínicos. En agosto, Pfizer y BioNTech iniciaron con miles de voluntarios argentinos las pruebas de su fórmula en el Hospital Militar de CABA. Coordinadas por el doctor Fernando Polack (Fundación Infant), las ansias por inmunizarse eran tantas que en apenas dos días se inscribieron más de 15 mil postulantes. ¿El propósito? El Gobierno esperaba obtener algunas ventajas en los procesos de compra y distribución. Con el tiempo, la alternativa desarrollada por las empresas estadounidense y alemana comenzó a aplicarse en países centrales, aunque ofrecieron muy pocas facilidades a aquellos que, como Argentina, habían aportado sus instalaciones, sus profesionales y sus habitantes para los estudios. Además, ambas compañías solicitaban demasiadas concesiones para adquirir su tecnología, por lo que las negociaciones no prosperaron.

En paralelo, hacia mediados de agosto, el gobierno anunció la participación local en la producción de la vacuna de AstraZeneca/Universidad de Oxford. De esta manera, el laboratorio mAbxience (del empresario local Hugo Sigman) fabricaría la sustancia activa y el resto del ciclo (enfrascado y distribución) se completaría en Liomont (México). En aquella ocasión el país firmó un acuerdo para la adquisición de 22,4 millones de dosis, pero los primeros lotes llegarán de Estados Unidos durante los próximos días. Entre mediados de agosto y mediados del mes siguiente, Argentina puso a punto los ensayos de fase 3 de la vacuna de Sinopharm, elaborada en colaboración con el Instituto de productos Biológicos de Beijing, el principal fabricante de vacunas de China. A nivel doméstico, las pruebas con miles de postulantes fueron lideradas por la Fundación Huésped, de Pedro Cahn, y los centros Vacunar desperdigados por el territorio nacional.

En paralelo, Argentina se convirtió en una de las primeras naciones en unirse a la plataforma Covax, mecanismo establecido por la OMS para el reparto equitativo de dosis. A principios de noviembre, el gobierno cerró más acuerdos con Rusia. En retrospectiva, este paso constituyó uno de los principales aciertos de la gestión. ¿Por qué? A pesar de las reticencias al comienzo y de la campaña de desprestigio que llegó después, la Sputnik V demostró una eficacia cercana al 92% y hasta el momento ya fue aprobada en 66 naciones. Aunque la promesa inicial de recibir las 25 millones de dosis se demoró más de la cuenta, lo cierto es que todos los laboratorios del mundo presentaron obstáculos equivalentes en la producción. La fabricación a escala parece estar regularizándose en el presente, tal como aseguró el propio Vladimir Putin esta semana.

El 20 de noviembre se puso en marcha el comité de vacunación, conformado por expertos y expertas de cuatro ministerios (Salud, Interior, Defensa y Seguridad). Aproximadamente se desplegaron 150 mil hombres y mujeres que desempeñan sus tareas en las fuerzas armadas y de seguridad, en articulación con las diferentes gobernaciones. A inicios del mes siguiente, potencias como Rusia, Reino Unido y Estados Unidos comenzaron la vacunación masiva de su población. El 24 de ese mes, junto con la víspera de la Navidad, llegaron las primeras 300 mil dosis de Sputnik destinadas al personal de salud.

2021

A mediados de enero de este año, el laboratorio mAbxience cumplió con su parte del trato y envió el primer lote de sustancia activa de Oxford/AstraZeneca --que equivale a 6 o 7 millones de dosis-- a México para que el laboratorio Liomont culmine con el proceso productivo de empaquetado, etiquetado y distribución por toda la región. A la fecha, la planta radicada en Garín ya mandó los insumos necesarios para fabricar 50 millones.

En febrero, Argentina firmó el acuerdo para la llegada de cuatro millones de dosis de Sinopharm. En marzo, el Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires anunció la coordinación del ensayo clínico de la vacuna Curevac-004 (Bayer). Entre otros, Argentina aportó, aporta y aportará voluntarios para los ensayos de fase 3 de Pfizer, CanSino (China), Sinopharm, Janssen (de Johnson & Johnson en EE.UU.), Medicago (Canadá) y BriLife (Israel).

En abril, el Fondo Ruso de Inversión Directa (RDIF) anunció que Laboratorios Richmond produjo el primer lote de la vacuna rusa contra el coronavirus Sputnik V en Argentina y fue enviado al Centro Gamaleya de Rusia para el control de calidad. La producción a escala de V.I.D.A. (así se bautizó a la opción local) podría comenzar en junio. Al mismo tiempo, el gobierno acelera las negociaciones con Sinopharm, con el objetivo de que la empresa local Sinergium Biotech (cuyas plantas también se sitúan en Garín) pueda recibir el primer embarque de antígenos para concretar la producción final de un millón de dosis por semana. En estos dos casos, a diferencia de lo que sucede con la elaboración de AstraZeneca, los equipos científicos argentinos se encargarán de la fase final de producción y no de las etapas iniciales.

Además de la Sputnik y de la Sinopharm, hay negociaciones avanzadas para que el país pueda producir por su cuenta las opciones de Cuba (Soberana 02) y de Israel (BriLife). También se retomaron las negociaciones con Pfizer: habiendo inoculado a más del 50% de su población y teniendo en cuenta que aproximadamente un 30% rechaza la posibilidad de inmunizarse, Estados Unidos inicia su juego diplomático. Será cuestión de tiempo observar cómo avanzan las negociaciones con el gigante de Norteamérica, ahora con Joe Biden en la presidencia. En lo inmediato, la Casa Blanca podría liberar 60 millones de dosis de Oxford-AstraZeneca que están allí y que no fueron autorizadas por la FDA (ente regulatorio equivalente a Anmat) porque el laboratorio británico no presentó la documentación.

A la fecha llegaron 12.698.250 vacunas (entre las Sputnik V, las Sinopharm, las AstraZeneca y las Covishield) y, antes de que culmine el mes, según lo pactado, podrían arribar seis millones más (dosis de AstraZeneca producidas en Argentina provenientes de EE.UU., las que arribarán a través de Covax y las Sputnik V). Aproximadamente, el 19% de la población del país y el 80% de las personas mayores de 60 años recibieron una dosis; un paso importante si se considera que el primer hito es alcanzar los 14 millones de personas inmunizadas, entre los miembros del personal de salud, los adultos mayores, los menores con comorbilidades, docentes y fuerzas de seguridad.

2022

“Sabemos que el 31 de diciembre no desaparecerá la pandemia, el mundo está en medio de una situación que permanecerá”, expresó Carla Vizzotti a Página/12 en una nota reciente. Por tanto, más allá de la adquisición de dosis y de la producción de algún eslabón de la cadena, avanzan otras vacunas desarrolladas totalmente en el país. ¿Qué sentido tiene fabricar vacunas cuando otras naciones ya lo hicieron primero y hay tantos ensayos clínicos en fase 3 que seguro llegarán al objetivo antes que los equipos argentinos? Parte de la respuesta radica en que la mirada está colocada en 2022.

En este marco, por un lado, se destaca la “ARVAC Cecilia Grierson”, desarrollada por un grupo del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad de San Martín y de Conicet, que lidera Juliana Cassataro. A fin de 2020 culminó con los ensayos de laboratorio y desde entonces llevan adelante negociaciones con una empresa nacional para empezar con las fases posteriores. Por otra parte, se halla el proyecto coordinado por dos equipos de investigación de la UNLP y el Conicet. La referencia es para miembros del Instituto de Estudios Inmunológicos y Fisiopatológicos y del Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas. La estrategia, en este caso, es liderada por los científicos Guillermo Docena y Omar Azzaroni, y también se encuentra en fases preliminares, aunque con excelentes perspectivas.

La premisa del Gobierno: resolver la coyuntura no debe impedir el ejercicio prospectivo que implica mirar más allá del presente, sobre todo, frente a una problemática que promete extenderse en el futuro cercano. Por eso, subsidió con financiamiento la realización de estos proyectos --y muchos más-- a través de la puesta en marcha de la Unidad Covid-19, integrada por el MinCyT, el Conicet y la Agencia I+D+i. Será cuestión, entonces, de continuar en la senda del apoyo a los equipos científicos del país si el propósito es contar con una vacuna ciento por ciento hecha en Argentina.

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