Todo comenzó con Shiva Baby, cortometraje que la realizadora Emma Seligman, nacida y criada en Toronto, dirigió como trabajo de tesis para la Tisch School Of The Arts de Nueva York en 2017. En aquel breve relato de ocho minutos una chica llamada Danielle se encuentra sorpresivamente con su amante, algunos años mayor que ella, durante una reunión familiar luego de un funeral. Ya en ese momento, Seligman imaginó que la historia era lo suficientemente interesante como para trasladarla a un formato más extenso, aunque el proceso que la llevaría a filmar Shiva Baby, el largometraje homónimo (ver crítica aparte), tuvo sus dificultades y contratiempos, creativos y de presupuesto. El resultado de esa “ampliación” tuvo su lanzamiento internacional en el Festival de Toronto el año pasado, inicio de una travesía por eventos cinematográficos de todo el mundo, incluido el Festival de Mar del Plata, donde formó parte de la Competencia Internacional. La película llega ahora al streaming como parte de la programación de la plataforma cinéfila Mubi, donde podrá verse a partir de hoy en gran parte del mundo, incluida la Argentina.

La actriz estadounidense Rachel Sennott, a quien Seligman conoció en la universidad, repite su rol como Danielle. Shiva Baby la presenta en plena sesión amorosa con Max. Para la protagonista es imposible imaginar que unas horas después volverá a toparse con él luego de una ceremonia funeraria. Y que allí conocerá además a su esposa y a su pequeño hijo, de quienes desconocía por completo su existencia. A partir de la inesperada situación, sin salir prácticamente de una única locación hogareña, Seligman construye una comedia de tonos angustiosos que pone a Danielle en una situación tan asfixiante como -por momentos- hilarante. Al margen de Max, en la nutrida congregación se encuentran sus padres, interpretados por los experimentados Polly Draper y Fred Melamed, además de su mejor amiga desde la infancia, Maya, con quien supo “experimentar” sexualmente tiempo atrás, siguiendo la definición saludable de sus padres. Para Danielle, el infierno tiene forma de shiva, esa reunión donde el duelo va acompañado de conversaciones sobre cualquier aspecto de la vida y la mejor comida judía.

“Tuve que escribir muchos borradores para llegar al definitivo”, recuerda Emma Seligman, en comunicación exclusiva con Página/12. “Ese fue esencialmente el proceso de adaptación al formato del largometraje. A pesar de transcurrir en un único lugar, no quería que se transformara en algo aburrido; tampoco era mi intención llenarlo de comicidad física. Existen muchas películas que ocurren durante una reunión familiar. Muchas de ellas terminan convertidas en farsa y no quería eso. Fue complejo, realmente, porque durante la escritura el tono cambiaba constantemente, y encontrar el adecuado fue difícil. Eventualmente, creo que lo logré”. Mientras los padres de Danielle intentan encontrar un posible candidato para su hija –además de un trabajo remunerado que mejore su estatus como niñera–, el incómodo encuentro con su pareja sexual en el sitio más inesperado tiñe los trazos de vodevil con los del cine de suspenso. Y una pizca de terror. “Eso comenzó durante la escritura del guion, cuando buscaba el tono ideal. La tensión y la ansiedad eran elementos que debían estar presentes, como ocurre en otras películas que transcurren en un único espacio durante un tiempo definido. Pero también es cierto que durante el resto del proceso –la elección de planos durante el rodaje, la edición, la inclusión de la música– se fueron agregando capas que, por momentos, se acercan a esa idea de horror”.

-El éxito de series recientes como Shtisel han puesto en la pantalla una representación posible del judaísmo ortodoxo. Pero en Shiva Baby lo judío, a pesar de estar muy presente, no define a los personajes.

-Ese es un tópico muy importante para mí. Crecí en el seno de una familia moderna y liberal, un clan muy grande en la cual la cultura judía –las costumbres y tradiciones– estaban muy presentes. Veía frecuentemente a toda mi familia en casamientos, bar mitzvahs y ceremonias de nombramiento de niños. Durante las vacaciones también. El judaísmo era una parte importante de mi vida, pero al mismo tiempo no lo era, porque nunca hablábamos de Dios ni éramos kosher. Tampoco hacíamos ayuno. En general, las representaciones del judaísmo que veo en la pantalla son definitivamente no religiosas –Seinfeld, Curb Your Enthusiasm – o bien completamente ortodoxas. Lo cierto es que todas las personas judías que conocí en mi vida son como yo. Por supuesto, hay muchas clases de judaísmo: askenazis y sefaradíes, muy religiosos, ortodoxos modernos, etcétera. Pero la primera vez que vi judíos en la pantalla con los que podía identificarme por completo fue cuando vi Transparent: gente que habla abiertamente de sexo, todo el aspecto queer. Allí el judaísmo es parte de los personajes, pero no los define. Es una serie sobre las personas, sobre las familias. Por supuesto, también hay elementos del judaísmo que son muy específicos de nuestra comunidad, como la culpa y el trauma heredado.

-La relación entre Danielle y su madre es muy interesante. Por un lado, es muy franca y abierta (en cierto momento se habla de vibradores); por el otro, se siente una tensión muy fuerte entre ambas. Y es claro que la madre está buscándole un posible marido a su hija, además de evitar todo el tiempo que haya contacto físico con su amiga Maya.

-Pienso mucho en los judíos de la generación de mis padres y en cómo progresaron respecto de la precedente, en términos de su apertura en muchos aspectos. Aunque a veces piensan que son un poco más progresistas de lo que realmente son. Por ejemplo, cuando hablamos de sexualidad, no se trata de aceptar o de no aceptar ciertas cuestiones, sino de comprender y aprender. Y muchas veces eso no ocurre. Es difícil detenerse a pensar en qué es la fluidez sexual. Es como si les resultara más sencillo aceptar la idea de experimentación, de etapa, que una verdadera bisexualidad, esa libertad sexual que sigue ligándose a la promiscuidad. Es difícil aceptar una perspectiva que no se comprende. En cuanto a la búsqueda de un marido… son cosas que vienen de costumbres muy arraigadas, de una tradición que es muy difícil de romper. Pero también creo que provienen de un lugar amoroso, de un sentido de la felicidad en la vida muy presente en las generaciones previas. Esa idea de que si no tenés a quien amar entonces hay un serio riesgo de que no seas feliz. Lo mismo con el trabajo, ese miedo a que te deprimas si no tenés un buen trabajo.

Fred Melamed, Rachel Sennott y Polly Draper

-El reparto incluye talentos jóvenes y rostros muy conocidos por el público, como el de Fred Melamed, toda una institución de los secundarios de carácter cómico. ¿Cómo fue esa elección de nombres?

-Nunca estuvo en discusión que Rachel Sennott tenía que volver a interpretar al personaje de Danielle. De alguna forma me veo reflejada en ella y es la clase de persona con la que tal vez me podría topar en una shiva en la vida real. Es una gran comediante. Además de ser actriz hace comedia stand up, y sus habilidades para la improvisación son fantásticas. Siempre llegaba al set preparada, pero al mismo tiempo es alguien dispuesta a dejar todo de lado y adaptarse. Como el presupuesto con el que contamos era bajo, tuvimos que cambiar varias escenas en el momento, y Rachel siempre se adaptaba rápidamente a esos cambios. Tan involucrada estuvo que terminó siendo una de las productoras de la película. En cuanto al resto del reparto, les ofrecimos los roles a todos aquellos que quisieran participar, teniendo en cuenta que había poco dinero. Fue interesante porque tienen formas diferentes de acercarse a la actuación. Molly Gordon, por ejemplo, que interpreta a Maya, improvisaba todo el tiempo y nunca decía las mismas líneas de la misma manera. Otra gran improvisadora es Polly Draper. Fred Melamed, en cambio, es capaz de repetir los diálogos al detalle, incluidas las pausas. Fue realmente increíble poder contar con actores tan diferentes para la película.

-¿Cuán importante fue la improvisación durante la filmación, que por otro lado no debe haber sido sencilla, teniendo en cuenta la cantidad de personajes en cuadro y el espacio reducido de la locación real?

-No hubo tanta improvisación, pero debíamos ser flexibles por las condiciones del rodaje. Quería que los actores sintieran que podían alterar las líneas de diálogo si creían que así sonarían más naturales. Cada tanto Rachel soltaba un chiste, pero lo hacía de manera tan cuidadosa que no notabas que era una improvisación. A fin de cuentas, nadie cambió el sentido de las situaciones o los diálogos centrales, pero sí hubo pequeñas escenas donde dejábamos que hablaran de cualquier tema mientras los filmábamos. Algunos de esos planos quedaron en la película terminada, otros no. Por suerte tuvimos acceso a cada lugar de la casa, que alquilamos por quince días a través de Airbnb. Sus dueños fueron muy generosos y tuvimos una semana entera para planificar las posiciones de cámara. Eso nos permitió planear cada uno de los planos antes de comenzar a filmar, y nada fue improvisado en ese aspecto. Claro que muchas veces tuvimos que alterar el orden de rodaje. porque no teníamos a todos los actores el mismo día. Pero no fue algo duro, sólo llevó tiempo y esfuerzo.