“La Historia todavía no llegó a este lugar. Está viniendo, pero esta vez nosotros llegamos temprano”. La reflexión que le regala King-Lu a Cookie Figowitz, pocos días después de conocerse, tiene la impronta de la premonición, pero en el fondo se trata del más común de los sentidos comunes. King-Lu sabe que hombres como ellos están construyendo la Historia a partir de sus pequeñas historias personales. Son tiempos de pioneros en las regiones occidentales de los Estados Unidos, las posibilidades son infinitas y si bien el término “emprendedurismo” todavía no ha sido acuñado su práctica está a la orden del día. Sin pasar por las salas de cine argentinas, el largometraje más reciente de Kelly Reichardt llega directamente al streaming y estará disponible a partir del 9 de julio en la pataforma cinéfila Mubi, junto a otros tres títulos de la realizadora. First Cow, opus ocho en la filmografía de la cineasta nacida en Miami-Dade Country en 1964, es una de las grandes películas de una artista desconocida para la mayoría de los espectadores de cine. Segundo “western” de su carrera (las comillas se explican más adelante), la pequeña historia del cocinero Cookie y el hombre-para-todo King-Lu permite una inmersión total en una cosmovisión pretérita, un universo en el cual una simple vaca lechera podía llegar a convertirse en la chispa de ignición de un negocio floreciente. La trama tiene su origen en la novela The Half-Life, escrita por Jonathan Raymond y publicada originalmente en 2004, en cuyas páginas, irónicamente, no había vaca alguna. Raymond es todo lo contrario a un desconocido: además de novelista y cuentista, ha escrito o coescrito casi todos los guiones de las películas de Reichardt a partir de Old Joy (2006), incluido el de First Cow. Para el traspaso de un medio a otro, lejos del concepto usual de adaptación, Raymond y Reichardt optaron por eliminar las subtramas contemporáneas presentes en el libro, aunque el film se abre con un prólogo moderno. Un punto de partida algo triste pero inexorable, dado el paso del tiempo. Una joven pasea con su perro por un paraje semi agreste y descubre, apenas sepultados por unos centímetros de tierra, dos esqueletos añejos, en posición perfectamente horizontal, uno al lado del otro. Se trata, desde luego, de los restos de Cookie y Ling-hu, que logran así ver la luz del día luego de dos siglos de oscuridad. A partir de ese momento, First Cow relata el nacimiento de una gran amistad durante los años 20 del siglo XIX, además de la aparición de esa “primera vaca” del título en una pequeña comunidad de Oregon. La misma región donde transcurren la mayor parte de las películas de Reichardt, a su vez su lugar en el mundo por adopción.

The Half-Life es lo primero que leí de Jon Raymond, el mismo año en que fue publicada, antes de que empezáramos a colaborar”, recuerda Kelly Reichardt en una videollamada exclusiva con Radar. “Con Jon nos conocimos gracias a Todd Haynes. Él fue quien nos presentó y de inmediato le pregunté si tenía alguna historia que pudiera adaptarse al cine. Su respuesta fue Old Joy. Así comenzó este largo viaje creativo que llega hasta el día de hoy. A lo largo de los años nos preguntamos muchas veces si First Cow podía ser transformada en una película, pero en aquel momento la escala de producción de mis films no lo permitía. Existió un proyecto en Europa que estuvo en desarrollo por dos años, pero que nunca se hizo, que transcurría en el siglo XIX en un pequeño poblado, y al volver a los Estados Unidos comenzamos a pensar nuevamente en la novela. En el texto no hay ninguna vaca, como sabrán quienes lo hayan leído, y una vez que logramos que ese concepto estuviera en el centro de la historia pudimos trasladar al guion todas las cosas que deseábamos conservar de la novela. En el libro, King-Lu es en realidad dos personajes distintos y lo que hicimos fue combinarlos en uno solo. La aparición de la vaca y esa simbiosis fueron determinantes a la hora de que la película fuera finalmente un hecho”. 

El proceso de escritura a cuatro manos de First Cow, producido como muchos de los títulos de la realizadora por el también cineasta Todd Haynes (Velvet Goldmine, Lejos del paraíso), fue similar al de otros proyectos previos en conjunto: “un primer borrador de Jon con mucho material de base, que luego comenzamos a pulir, a desarmar y rearmar, buscando transiciones, delineando los personajes secundarios. Al trabajar en los guiones me empeño mucho en cuestiones ligadas al tiempo. Por ejemplo, la escena en la cual King-Lu se cae de un árbol: ese detalle llevó mucho trabajo y su elaboración fue la que permitió introducir el personaje del sirviente y al gato, que antes no existían. Mientras trabajaba en esas cuestiones, Jon viajó al sur de Oregon para visitar un museo recientemente inaugurado y dedicado a los aborígenes, donde pudimos obtener mucha información histórica. Además de hacer amigos, eso nos permitió conocer gente con conocimiento de la región en aquellos tiempos. Ellos fueron quienes nos prestaron la canoa que aparece en la película, hecha con un tronco de árbol, y a partir de los objetos en el museo pudimos diseñar las capas y sombreros de cedro que se ven en la película”. Reichardt afirma que la investigación histórica, esencial para el aspecto visual inmersivo de First Cow, fue aún más profunda que en el caso de Meek’s Cutoff (2010), su western previo, y que el proceso de realización terminó incluyendo en la pesquisa a miembros del equipo técnico. “El diseñador de producción Anthony Gasparro y el responsable del vestuario, April Napier, compartieron mucha información que terminó volcada en el guion. Y luego están las influencias, desde luego: el cine japonés, ciertas pinturas de Frederic Remington”.

CUANDO COOKIE CONOCIÓ A KING-LU

“El pájaro, un nido; la araña, una tela; el hombre, la amistad”. La frase de William Blake que abre First Cow es reservorio de casi todo lo que ocurre durante las dos horas siguientes. Al comienzo, Cookie (John Magaro) está rodeado de hombres, pero está solo. Ninguno de esos cazadores de fortunas y de pieles de castor le presta demasiada atención y sus esfuerzos –muchas veces infructuosos– por conseguir comida decente en el bosque son motivo de burla e incluso desprecio. Cuando Cookie ve por primera vez a King-Lu (Orion Lee) no puede sino confundirlo con un indio: es de noche y los rasgos típicamente orientales dan lugar a la confusión. El hombre, completamente desnudo, hambriento y muerto de frío, viene de China. Del norte de China, aclara en perfecto inglés, perfeccionado luego de muchos años como inmigrante, poniendo de relieve la relación tirante con los vecinos cantoneses, mientras mira a Cookie con una mezcla de miedo y esperanza. Así nace la amistad entre los futuros socios, luego de que la buena voluntad del cocinero protege al foraJido de sus perseguidores. La precisa coreografía de la cámara y los actores, la fotografía impresionista de Christopher Blauvelt, la delicada y compleja mezcla sonora anticipan varios de los placeres no narrativos de la película, en la cual –sobra decirlo– importa tanto el qué como el cómo. Y el dónde: Oregon. “Me instalé en Oregon casi al mismo tiempo que lo hizo mi amigo Todd (Haynes), a quien conocí hace muchos años en Nueva York. Me puse muy triste cuando se mudó a Portland, donde ya vivían sus padres y su hermana. Por otro lado, Jon escribe mucho sobre Oregon y Neil Kopp, otro de mis productores desde Old Joy, conoce la región como la palma de su mano, así que siempre fue muy importante a la hora de buscar locaciones. Todo me llevaba hacia el Oeste, como a los pioneros (risas). Durante los últimos tres años terminé de mudarme aquí definitivamente, aunque sigo enseñando cine en Nueva York. Es interesante, porque al principio los paisajes me parecían increibles y novedosos, pero ahora ya estoy acostumbrada. Soy de Florida, así que era lógico que me parecieran muy diferentes. Otro tipo de belleza. De todas formas, es difícil filmar en Oregon por el clima, aunque la luz es siempre muy interesante . Luego están las historias que este lugar provee, además de que no tengo el presupuesto para rodar en un lugar como Nueva York. Me gusta filmar con un grupo de gente como si estuviéramos en un viaje juntos. Lo loco es que con First Cow fue la primera vez que al terminar cada jornada de rodaje podía volver a mi casa. Eso fue algo bueno, debo admitir”.

¿Existió alguna razón puntual para la elección del formato de pantalla, casi cuadrado, como en el período clásico? Meek’s Cutoff, su otro western y su otra película de época, también está filmada en el mismo formato.

-Creo que al filmar mucho en analógico, en 16mm, una se acostumbra a ese formato cuadrado. Pero también lo preferí porque, en este caso, al observar a través de un rectángulo más ancho que alto… no se veía tan bien. Además, el hecho de filmar en el bosque, con todos esos árboles altos parecía lógico, hasta obvio, que el cuadro fuera ese.

UN CAPITALISMO DE AMIGOS

Y entonces llega la vaca, justo cuando King-Lu y Cookie parecen atrapados en un callejón económico sin salida. La primera visita del cocinero a la choza de King-Lu se transforma en una escena brillante. Si no fuera un film de época, un western –que sólo es tal por su período y locación y no tanto por sus tópicos y códigos–, podría tratarse de un típico bromance, la historia de una amistad profunda entre dos hombres. El comienzo de un vínculo similar al que describía Old Joy, aunque en esa película la etapa de la relación era otra, más tardía, luego de muchos años de compañía y eventuales distancias. La escena en cuestión es breve y casi sin diálogos, pero deja en claro varias cuestiones. Luego de tomar un poco de licor, King-Lu sale al exterior mientras Cookie, sin que nadie se lo pida, comienza a barrer el piso del precario hogar. Más tarde, un ramito de flores deja el lugar un poco más coqueto. A partir de ese momento, las dos almas serán inseparables. Y entonces llega la vaca, traída desde latitudes amables por el hombre más poderoso de la zona, el Jefe Factor, interpretado por el británico Toby Jones. La razón es una sola y bien personal: al hombre le gusta tomar el té con un chorrito de leche. La idea, la creación del nuevo universo, aparece un día casi de la nada: un poco de esa leche ociosa dentro de las ubres del animal podría ser la materia prima ideal para cocinar galletitas y vendérselas a la población de cazadores y buscavidas del lugar. Un buen producto que nadie pidió pero que, luego de probar semejante delicia (unas delicatessen fritas, similares a los buñuelos, rociadas con miel y canela), ninguna persona de bien debería desestimar. Así, todas las noches, Cookie y King-Lu se acercan subrepticiamente a la amable y generosa vaca para hacerse con un par de litros del valioso líquido blanco, paso previo a la preparación de la masa y la cocción en vivo y en directo, delante de los clientes. Un pequeño negocio casi legal inmerso en la enorme maquinaria capitalista que día tras día, a pasos veloces, se está construyendo en toda la nación. Y muy especialmente en esos territorios vírgenes.

Para Kelly Reichardt, “la amistad es la fundación de todas las cosas. Compartir la excitación de ver películas, de escuchar música en vivo, de fotografiar y ver fotografías, de encontrar arte en la ciudad. Me gusta vivir sola, pero cuento con mis amigos para conversar y enriquecerme en todos los sentidos, para estar en los momentos felices y también en la enfermedad. Es interesante porque las relaciones pueden complicarse y cambiar a lo largo del tiempo, pasar por etapas donde no estás en contacto con el otro por las razones que fuere y luego volver a encontrarte. La amistad lo es todo. Y es un tema muy interesante a la hora de contar historias, porque ello puede ligarse a muchas cuestiones: la política, el arte, el activismo, el medio ambiente”. La amistad es, efectivamente –más allá del aspecto económico del vínculo entre Cookie y King-Lu–, el motor que mueve la trama de First Cow, el combustible que empuja a los personajes. La demostración cabal de todo eso llega cerca del final, cuando las condiciones de producción de las galletitas se ven alteradas por acontecimientos inesperados y fuera de control, y los hombres corren peligro de muerte por primera vez desde la fundación del negocio. Otro aspecto notable del film de Reichardt –que por estos días se encuentra en pleno rodaje de su próximo proyecto, Showing Up, film que transcurre en el mundo del arte y está protagonizado nuevamente por Michelle Williams, rostro recurrente en sus películas– es el delicado sentido del humor que lo atraviesa de principio a fin, un tono amable que parece chocar de frente con el universo duro y salvaje en el cual transcurre la historia. La imagen de los hombres más rudos haciendo cola para acceder a un pedazito frito del paraíso, pagando por él más de lo que sería apropiado, refleja con ironía las leyes de la oferta y la demanda. Por la noche, cuando Cookie trabaja en las tetas de la vaca, el hombre habla con el animal y este parece responderle con su cariñosa mirada. ¿Acaso se trata de otro tipo de amistad, si acaso es posible llamarla de esa manera?

TENGO UNA VACA LECHERA

Además de coescribir los guiones, Reichardt es la montajista de todas sus películas, lo cual no resulta tan habitual en la compartimentación de roles cinematográficos. Para la realizadora, las mutaciones que puede sufrir un film en ese momento esencial del proceso creativo, la instancia en la cual una película termina de nacer, “depende de cada caso particular. El hecho de vivir y trabajar sola no me parece algo solitario. Lo interesante es que, luego de compartir tantas cosas con tanta gente durante el rodaje, el hecho de encerrarme en un cuarto para ver el resultado es muy estimulante. Usualmente, el primer corte lo hago según las directivas del guion original, pero luego me permito probar otras cosas. De hecho, cuando estoy editanto nunca tengo el guion en mis manos, porque a esa altura lo conozco de memoria. En la sala de edición todo está permitido y puede ocurrir cualquier cosa. Las películas pueden armarse de maneras muy distintas y me gusta desarmar las cosas para volverlas a armar. En realidad, esa idea está presente en todas las etapas, también en la escritura y durante la filmación. Por otro lado, no soy de filmar mucho, por lo que tampoco es posible crear algo completamente diferente. Pero desde luego que el orden puede alterarse, como así también el tono, con ligeras alteraciones. Luego hay casos particulares, como el de Meek’s Cutoff: filmamos absolutamente todo excepto la última escena, y luego volvimos para rodar el final, una vez que estuvo editado el resto de la película”. 

En pantalla, mientras el resto de la humanidad se empeña en atrapar animales peludos para vender sus pieles o recoger las tripas doradas y muy redituables de la tierra, dos hombres que acaban de conocerse se animan a probar algo diferente, cocinando placeres para los sentidos, aunque para ello deban “pedir prestado” uno de sus ingredientes. Parafraseando la frase final de Babe 2: El chanchito en la ciudad –la obra maestra ¿infantil? de George Miller–, el santuario que edifican día a día Cookie y King-Lu está un poquito a la izquierda del mundo. First Cow lo celebra plano a plano, construyendo un relato fundacional que es también una oda a la amistad masculina, bien lejos de arquetipos, reglas y obligaciones sociales.