En Zárate hay río, hay verde y también hay un escape al lado sensible que no pertenece al género del entretenimiento: Ruina. Cualquier persona que ve un show del proyecto de Luludot Viento y Nadia Sandrone no puede seguir comiendo: tiene que mirarlas o irse. Ruina es una irrupción con el cuerpo como apuesta, "un sonido precario construyendo una estética y la posibilidad de hacer con lo que se tenga", como describe Nadia, actriz, productora, poeta y directora de teatro.

"No es solamente una oda al fracaso, a la no búsqueda del éxito; no buscamos sonar bien ni ser perfectas, estamos habitando ese lugar que nos divertía, para levantarnos el espíritu", dice su compa, la compositora y poeta que es parte de Lxs Rusxs Hijxs de Putx y también es conocida como La Piba Berreta y La Rusa. O Rurri, en este caso.

Ruina no es solamente un juego de palabras compuesto con sus propios nombres (Ru y Na), sino también "un canto insurgente sobre el fracaso y la amistad en respuesta a las exigencias de un mundo que se basa en la productividad, la competencia y el éxito". Con dos acordes cantan canciones de carencias y depresión, de ansiedad y del mal de época que se vive como una enfermedad que las pastillas no curan.

Carola Zelaschi y Violeta García, baterista y cellista del trío de punk noise experimental Blanco Teta, están produciendo el primer disco del dúo zarateño. Carlos Quebrada, bajista de Blanco Teta, se encarga de la mezcla, también en el estudio Hidalgar, que funciona como una central de operaciones, un laboratorio o una factoría de creación donde desemboca el universo que abraza a Ruina y a otras propuestas que no necesariamente navegan similitudes estéticas, sino desde una forma de encarar el arte.

"La primera fecha que tuvimos con Ruina fue con Blanco Teta y ahí nos conocimos, nos enamoramos y nos hicimos re amigas, no se nos ocurrió a ninguna otra forma de que no fuera con ellas dos", cuenta Rurri sobre la decisión de trabajar el disco con Carola y Violeta. Al principio iba a ser algo muy simple con guitarra y voz, hasta que se fueron cebando y empezaron a aparecer el cello, el teclado y arreglos que, de la mano de las productoras, iban transformando la precariedad en algo más. "Ahora vamos a tener que llevarnos una banda, unos robots", bromea La Rusa.

Las nuevas rockeras del pueblo

Ruina irrumpió hace tres años en una pizzería de Zárate, cuando todavía eran La Rusa y La Nadia. "Empezó a aparecer un lenguaje, cruce de la poesía y la perfo. Como que las dos venimos un poco del palo escénico, y ahí empezó agestarse algo, el germen de esta búsqueda", dice la actriz.

De aquella noche queda un recuerdo punk y adrenalínico... "Le tiré una mesa encima al rockerito del pueblo, fue fuerte. Dije: 'Venga la perfo para sacar a este pelmazo', que cuando aparecieron las chicas se puso nervioso", cuenta Nadia. "Era un ex merquero retirado de la vida que se tendría que haber jubilado el cerebro hace mucho tiempo", dice Rurri, y no termina la frase que ya están las dos riéndose a carcajadas. "Esto estaría bueno que salga en la nota", piden y festejan.

Y así bordean "la pavada, un buen lugar para zafar", como dice una canción. Ese juego inevitable que conduce a la risa, pareciera ser el motor de Ruina. Desobediencia, carnaval de invierno y gritos de libertad completan el concepto, como cuando tomaron el anfiteatro de la Plaza Italia de Zárate sin pedir ningún permiso oficial, e irrumpieron en las escalinatas a los gritos y con las guitarras.

Tenían planeado grabar el show en varias partes para editarlo y transmitirlo en un streaming desde Chicago, junto a propuestas desde otras partes del mundo. Pero se vieron obligadas a hacer una sola toma por la respuesta del público imprevisto que se formó esa tarde. Con vestuario de época, despampanante, y sombreros de copa anchísima, las Ruina cantaban y corrían de un lado a otro, seguidas por un público de niños y niñas que las aplaudían, pedían otra, y un señor que gritaba "viva el arte, viva la vida".

"Fue tan fuerte la presencia, la performance, el espíritu, que se nos amplificó el cuerpo. Teníamos un mini guión y de golpe bajamos las escaleras y Rurri entró con todo, y yo no me aguantaba la risa. Es la nobleza de un espacio construido para ser un acontecimiento y que la gente se encuentre y goce", recuerda Nadia.

"Vamos por el goce propio y después eso se contagia. Cuando ves a alguien que está disfrutando lo que hace, obligatoriamente lo terminás gozando también. Creo que estamos ahí por el mero goce personal, terminamos llorando de risa, es muy catártico y muy necesario, es una gran fuerte de energía", dice Rurri.

Ahora sabemos que Zárate tiene río, verde, tiene a Ruina y un anfiteatro que fue tomado para que la gente se encuentre y suelte el cuerpo en un plano secuencia de la desobediencia, la sorpresa y la alegría: pavada de lugar para zafar.

Foto: Cecilia Salas

¿En qué andan?

La Piba Berreta acaba de presentar su disco debut, Golpe de (M) suerte, una especie de reunión de música e imagen que en nueve canciones juega con el universo de Alicia en el país de las maravillas más espeso y oscuro.

Nadia Sandrone está produciendo Pendo de un hilo, ópera experimental compuesta junto con Violeta García, que se verá online. Escribió y dirige la obra La rana del Ibicuy, cuya dramaturgia surgió en paralelo al proceso de Muy Bodas de Sangre - un biodrama trágico, dirigido por Vivi Tellas y Agustina Comedi. Y dirige Al ciervo de los pantanos, un grupo de poesía que se formó en medio del aislamiento.