Ambos habían trabajado en Un hombre que se ahoga, bajo la dirección de Daniel Veronese. Ahora, Stella Galazzi y Osmar Núñez se convierten en el matrimonio que forman Daniel e Irene en Relojero, la última obra escrita por Armando Discépolo, que puede verse en el Teatro Regio, (Córdoba 6056, de jueves a sábados a las 20.30 y domingos a las 20). Se trata de una pareja atravesada por la crisis económica que vive el país (fue escrita en 1934) y, muy especialmente, por los diarios conflictos que mantiene con sus tres hijos, quienes han perdido la confianza sobre la forma de encarar la vida que ambos padres les han inculcado. La dirección es de Analía Fedra García, quien realizó también la adaptación del texto original. El elenco también está integrado por Horacio Roca, en el rol del tío de la familia, y por Federico Salles, Martín Urbaneja y Laura Grandinetti como los hijos.

Abocado a su tarea, el relojero parece aislado del mundo, pero en realidad nada se le escapa: cualquier conversación, decisión o planteo que surge a su alrededor le inspira un comentario irónico, a veces amargo, y otras abiertamente humorístico: “Siempre estás en las 9 y cuarto”, le dice a su mujer, que lo mira con los brazos abiertos, “Estás parada, date cuerda”, le recomienda. Y como nunca llega a entender por qué lo que él ofrece a su familia nunca es suficiente, cansado de ver sofocados a sus hijos por obra de sus propios mandatos, les pide que hagan su vida libremente, cada cual a su modo.

La familia creada por Discépolo conserva un lejano recuerdo de la inmigración y ya es parte de la clase media argentina. Los hijos –Nené, Lito y Andrés– pudieron elegir: dos estudian (uno, medicina; la hija, piano), en tanto que el tercero se limitó a secundar al padre en su taller. Son reflexivos y tienen energía para enfrentar los cambios de época. Mantienen conversaciones sobre los límites del amor, la honestidad y hasta polemizan sobre la Unión Soviética y la Italia de Mussolini. “Che, ¿Todas las noches se ponen así?”, pregunta el tío Bautista, acostumbrado a vivir sin tanto razonamiento, a la zaga de su hermano y sus decisiones. 

–La crisis que atraviesa la familia, ¿se origina en lo económico?

Osmar Núñez: –También hay diferencias ideológicas acerca de la vida. Armando Discépolo es, entre los padres del teatro argentino, el más conciente del sistema económico y sus efectos.

Stella Galazzi: –La obra tiene muchos planos. Se la puede analizar desde el marco social, que obliga a todos a alinearse en la búsqueda del progreso a corto plazo o a quedarse en el camino, pero también desde el plano de los vínculos afectivos.

O. N.: –Cada ensayo fue entrar en un viaje de placer y de horror, porque se entra en un camino sinuoso entre la comedia, el grotesco y el drama. Cada frase está muy trabajada, es una trama muy compleja, no hay nada caprichoso. En esta obra hay un pesimismo poético que la hace parecerse a las de Chejov.

–¿En qué se diferencian Daniel e Irene?

S. G.: –A ella no le interesa ninguna forma de movilidad sino que la familia se mantenga unida. Y como piensa que la suya no es una familia practicante en lo religioso, decide ir a la iglesia para que no le caiga ninguna desgracia encima. Hay algo de superticioso en esa decisión.

O. N.: –Daniel es muy conciente de lo que le falta y de que se pasó la vida arreglando relojes para sostener a esa familia que está en crisis. Lo veo como si estuviera en un coma existencial. No es casual que Discépolo ponga en esta conflictiva a un relojero: lo hace para que el tema del tiempo aparezca desde todo lugar y en todo sentido.

–Los hijos, por ejemplo, ya no son los de antes...

O. N.: –Por eso es que, cuando ve que no puede sostener más la confrontación con ellos, les “abre la puerta” para dejar que hagan su camino, porque no puede verlos más sufriendo, a pesar de que la madre no está de acuerdo.

S. G.: –Ella querría seguir siendo la gallina con sus pollitos, pero el hijo universitario es el que trae a la casa las nuevas ideas –se habla de comunismo y de fascismo, incluso– y es él quien trae la idea de cambio.

–Los hijos son muy diferentes. pero a veces reaccionan colectivamente...

O. N.: –Sí, en los momentos en que estallan, lo hacen en conjunto.

S. G.: –Con una pasión expresiva muy italiana que habla, sin decirlo explícitamente, de la inmigración.

–¿No parece que cada personaje tiene razón en lo que dice, aún cuando no se ponen de acuerdo entre ellos?

O. N.: –Lo interesante es eso, que todos tienen su razón a su modo. Y Discépolo no se encarga de “enseñar a vivir” sino que muestra las opiniones de todos. Los personajes reflexionan sobre qué hacer con la existencia, qué pueden hacer para ser mejores. Creo que por eso es que ésta es una obra que trasciende las épocas.

S. G.: –Es interesante su visión de la clase media pendiente del dinero que, por su ambición, corre el peligro de no ver al que socialmente está más abajo, y que puede estar sufriendo hambre y desprotección. 

O. N.: –En Discépolo nos reconocemos, vemos en sus personajes a nuestros padres, a nuestros abuelos o tíos. Y aún en los momentos más tremendos, una frase puede ser una válvula de escape hacia el humor o la ironía.