¿Cuál es la función del teatro en esta época tan atravesada por la tecnología?

M. A. S.: –La de siempre. Transformar ficciones en verdad. En el teatro, alguien habita un ser que no es y le da forma y contenido. Y ese ser podrías ser vos. El teatro hace modificar circunstancialmente los parámetros del cerebro, de tus hemisferios cerebrales, produce un intercambio de información entre ellos. Además, le muestra a la gente que las ideas están llenas de sentimientos, de emociones. Y que las emociones están llenas de ideas. Que no son mundos estancos, separados, sino que conviven. Que nada se atiene a una determinada forma. El teatro busca la verdad, a diferencia del periodismo, que busca la realidad. El mundo de la verdad es más amplio. Y no está acompañado culturalmente. Es un elefante herido de muerte. Desde hace mucho tiempo los ministerios de Cultura son muy basuras con el teatro. En el sentido de no incentivarlo, no darle ningún valor, no darles a los niños apetito por él. Es verdad que las escuelas, en su mayoría, no le dan importancia. A pesar de todo, vive, ¿por qué? Y hay gente que va jugándose, producción a producción, con convicción, pero que está atada a la nube que pasa. 

P. C.: –El teatro puede ser un elefante herido de muerte, pero es necesario. Es un lugar vivo. Pienso en el daño que pueden sufrir hoy por hoy los cantantes, las discográficas, por el pirateo. Pero el concierto no puede morir. Por desgracia morirán los discos. Pero venimos de la época de las cavernas, de los griegos, de tal, y el teatro se sigue manteniendo porque tiene una función social y cultural. Un pueblo sin cultura es vacío y manipulable. Hay que luchar por seguir manteniendo el teatro y las salas. Estos lugares donde el teatro tiene una función más allá de entretener. Es un lugar de convulsión, de hacerte pensar, ‘despiértate’, no es la caja tonta.