“Urbana y sucia, como nosotros”. Camionero está pensando en una locación idónea donde hacer las fotos para esta nota. Algo que haga juego con ese engranaje de rock bluesero clásico que es el bastión máximo de su repertorio y está desarrollado en su primer LP, recién estrenado: Club Camionero.

¿Todavía se puede sorprender con un disco de rock? Las influencias del grupo saltan por todos lados, pero hay un toque final en la elaboración entre el rock gringo y el criollo que aporta una frescura especial a su sonido. Algo entre Marc Bolan, Pappo’s Blues, un stoner rocanrolero, The Black Keys y unas gotas de rock barrial.

No es sólo eso, dirán los protagonistas, el guitarrista y cantante Joan Manuel Pardo, y el baterista Santiago Luis. Formado en 2017, el dúo tuvo desde entonces clara una dirección sonora que se ve reflejada en sus tres EP hasta la fecha, más el estreno reciente, su primer larga duración: siete temas que, en media hora, prolongan aquel rumbo cierto.

“La diferencia con un EP son dos canciones, pegó en el palo y entró”, advierte Joan Manuel. “Nadie te va a decir: ‘Al final sacaste tu LP, estás consagrado como banda de verdad’, pero sí significa para el público y para los propios colegas, que estás mostrando una intención de hacer algo un poco más relevante, más grande. Eso puede generar algún tipo de atractivo”.

► Personajes invisibles

El disco plantea, además, un recorrido que descubre siete pequeñas historias. Protagonistas como El español, Genio del Abasto, o Asesino del autocine están en movimiento sobre una ciudad que, normalmente, no alcanza a verlos. “Los personajes de Club Camionero no se pueden quedar encerrados. Viven en un mundo literalmente vacío, aislados, por fuera del radar de la normalidad, pero siempre moviéndose por la calle”, explica el guitarrista y cantante.

Las deformaciones profesionales de ambos integrantes pueden ser también una explicación para el resultado final. Joan Manuel es docente de literatura y prácticas del lenguaje en diferentes colegios públicos de Zona Norte, Santiago es arquitecto. Ahora, luchan por hacer convivir sus profesiones con el trabajo que genera la música. Principalmente, cuando el regreso a los shows presenciales es definitivamente un hecho.

La presentación oficial de Club Camionero se va a dar esta misma noche a las 21 en The Roxy Bar & Grill (Lacroze y Álvarez Thomas). Más tarde habrá gira por La Pampa, Córdoba, y algunas otras coordenadas conurbanas. “Estamos súper entusiasmados porque arranca el motor del camión, hay que meter quinta en subida y tiene que salir todo bien. Este laburo es nuevo para nosotros, te impone una rutina y una cantidad de cosas que tenés que hacer que nunca habíamos laburado. Es interesante, te organiza, te arma un cronograma y una hoja de ruta. Ojalá sea la punta del iceberg”, se da cuerda el baterista.

--Las historias muestran un cierto dinamismo dentro de la ciudad. ¿El encierro afectó al disco de alguna manera?

Santiago: Este disco nació de la pandemia, básicamente. Si bien estaba dentro de los planes, cuando te encontrás con ese tremendo abismo, no sabés para dónde ir. Y el disco salió así, dijimos: “Esto no nos va a parar”. Vino Joni a casa a hacer la cuarentena por dos semanas, todos en familia, y le dedicábamos tres horitas por día a componer y sacar el disco adelante. No creemos que nos haya influido negativamente o compositivamente, lo usamos como un empujón, nos ayudó a parar y tirarnos a hacer eso, porque veníamos girando. En ese tiempo resolvimos el disco entero. 

--Desde los EP venían mostrando una dirección clara en el sonido, que este disco confirma. ¿Cómo encontraron ese rumbo?

Joan Manuel: El arquitecto profesional es también el arquitecto sonoro. El cráneo es Santi. Siempre está diseñando el sonido, y más allá de que al ser un dúo intentamos ocupar ciertos espacios, él busca referencias modernas de sonidos diferentes, pedales… ¡estamos empatados en cantidad de pedales, cuando él es el baterista!

Santiago: Somos re fanas del rock blues, eso es una esencia y lo saben todos. Es una bandera que nosotros llevamos, y a la vez no nos cerramos. Siempre hay una semilla de géneros clásicos, y la modernidad se va dando sola, no nos quedamos en un rocanrolcito de dos por dos, desde siempre le estuvimos buscando una vuelta. 

Joan Manuel: Tenemos referencias de algunas bandas de afuera. Más allá de las evidentes, seguimos al sello yanqui Alive Naturalsound, que publicó el primer disco de The Black Keys, pero también publica Radio Moscow, Lonesome Shack o Black Diamond Heavies, un dúo pero de teclado/batería, que te caés de orto. Hay muchos grupos con un sonido más modernoso aplicado al blues, con las que flasheamos. Después vino el productor y mixer, y todo lo relativo a la calidad de audio en serio, que es Dylan Lerner. Él ya tocaba en una banda de un palo similar que era Soldadores, que si bien no aplicaba los mismos procesos, tenía la dirección muy clara desde el principio. Aportamos lo nuestro, pero sin él probablemente no hubiésemos llegado nunca.

--Hoy tocar rock no es promesa de fama ni dinero, sino algo más cercano a un acto de fe. ¿Por qué van por ahí?

Joan Manuel: Mi primo toca blues en España. Me acuerdo de que cuando era chiquito yo le decía que me iba a hacer famoso, y él me contestaba: “Eso es lo más fácil. Salís a la calle, le pegás un tiro a cuatro personas, y ya está”. Supongo que me quería explicar que ser famoso es una boludez, la gracia de llegar a algún lado es lograrlo haciendo lo que te gusta. No sé si es inevitable que hagamos rock, pero es lo que nos gusta. Puedo disfrutar un montón de otros géneros, pero cuando agarro la guitarra quiero tocar otra cosa, lo que me conmueve es otra cosa, cuando escucho rock, me pega diferente