• Cristina Banegas (actriz): Ure querido, ha sido muy larga tu manera de irte, seguramente un corazón demasiado fuerte, una relación con la vida demasiado fuerte, tantos amores fuertes, hijos fuertes, nietos, amigos fuertes, obras de teatro tan fuertes que siguen resonando en los pliegues de la memoria de tantos, un pensamiento tan fuerte que sigue resignificándose en cada momento de la historia de nuestro querido país. Un argentino fuerte, extraordinariamente fuerte, imprescindible para los que hacemos teatro, para los que necesitamos pensar el país, para los que amamos la Patria.
  • Ricardo Bartís (director teatral): Ha muerto Alberto Ure, el más importante Director Teatral Argentino. Extrañaremos su elegancia para evitar el Tedio y la Solemnidad en la Escena. Nos quedan sus textos, extraordinarias reflexiones sobre Teatro y Cultura, nos queda la memoria emocionada de sus espectáculos, su simpática y socarrona expresión, su inteligencia deslumbrante. Grande Ure. Grande.
  • Claudia Schvartz (editora de Editorial Leviatán): “Así como hay un campo de la investigación actoral y dramática, también lo hay para puesta en escena. Además, y esto no es un lamento sino una realidad, las condiciones de producción en las que trabajamos suelen ser muy precarias y las pruebas se producen sobre la marcha, a medida que se pueden hacer y se va haciendo lo que se puede, que muchas veces no es lo que se piensa o necesita. ¿Por qué estrenarla, entonces, y no terminarla con un público selectivo, invitando amigos?...” Esto que escribió Alberto Ure para el elenco de Antígona justo antes del estreno en el Excéntrico de la 18, da un poco cuenta de sus largas cavilaciones sobre el teatro y el drama de crear. Por un lado, su responsabilidad hacia los actores… y por otro lado, había hecho todo tipo  de experiencia en puestas y dirección. No había dejado plano de la “cosa teatral” por indagar. Ser su alumna fue una experiencia peligrosa, fascinante. No fui actriz pero edité todos los libros de él o sobre él que pude porque intensidades como la suya así lo merecen. Ure obligaba a la más profunda interrogación, fue generoso con sus alumnos, los puso “en camino”, no había chica que no se haya enamorado de su loca risa. Lo recuerdo la primera vez que lo ví: Juana Droeven, su mujer entonces, abría la puerta y en un pequeño escritorio, Alberto Ure –entonces activo publicitario preparando su pase completo a la plana mayor del drama– con su simpatía arrolladora hacía preguntas sobre “usted qué quiere”. Fui admitida en el taller que funcionaba en un inmenso depto en Corrientes entre Paraná y Montevideo, enfrente del San Martín. No éramos muchos pero qué sólido aprendizaje de reglas básicas para no enloquecer y al mismo tiempo reconocer que de locura siempre se ha tratado, la ficción. Clima, resonancia, vibración, certeza… palabras indispensables en el diccionario ureano. Así como naturalismo, estructura, cristianismo. Un verdadero crítico del patriarcado, Ure, un artista sin pelos en la lengua.