Desde Roma

En su viaje a Chipre y Grecia (2-6 diciembre) que el Papa Francisco concluirá este lunes, los migrantes, la pandemia, la “marcha atrás” de la democracia en el mundo y la crisis climática fueron los puntos principales de sus encuentros con autoridades políticas y religiosas pero también con los refugiados con los que se vio en los dos países. Y valorando la labor humanitaria realizada tanto por Chipre como por Grecia, Francisco decidió que el Vaticano se hará cargo de 50 migrantes actualmente residentes en Chipre, cuyo traslado a Italia, estadía y proceso de integración será financiado por la Santa Sede. En un primer momento, antes de fin de año, partirán 12 refugiados y el resto, en enero y febrero.

Los discursos de Francisco durante este viaje tuvieron un gran contenido humanitario pero también un inteligente análisis sociopolítico que apuntó hacia las más grandes economías del mundo pidiéndoles, entre otras cosas, que controlen “el paso atrás que ha dado la democracia” en estos tiempos y que hagan de la política “el arte del bien común”. Porque como dijo otro mensaje suyo enviado a una conferencia en Roma sobre el diálogo en el Mediterráneo: “Hay que evitar que la globalización degenere en la globalización de la indiferencia”.

Según la oficina de prensa vaticana, el traslado y la recepción de los 50 migrantes será posible gracias a un acuerdo entre la Secretaría de Estado vaticana, las autoridades italianas y de Chipre y la colaboración con la sección Migrantes y Refugiados de la Santa Sede. No es la primera vez que papa Francisco decide traer migrantes a Italia. Cuando visitó por primera vez en 2016 la isla griega de Lesbos - famosa por la recepción de migrantes – se trajo en el avión papal 12 refugiados. Los migrantes han estado siempre en el corazón y los mensajes del Papa argentino que pocos meses después de ser elegido, en 2013, hizo un viaje a la isla italiana de Lampedusa para visitar los centros de recepción de migrantes y tirar una corona de flores en el Mediterráneo en memoria de los que allí murieron.

Con refugiados en Lesbos y Chipre

Uno de los momentos más importantes de este 35o viaje del papa Francisco al exterior fue precisamente su segunda visita a la isla de Lesbos, en particular la ciudad de Mytelene donde fue recibido por la presidenta de Grecia, Ekaterini Sakellaropoulou, y visitó el Centro de Recepción e Identificación de migrantes y refugiados para encontrarse con unos 200 de ellos. Mientras iba entrando al Centro, niños, jóvenes, mujeres, lo saludaron afectuosamente. Luego les dirigió un importante mensaje, criticando a los que “influencian a la opinión pública fomentando el miedo” a los extranjeros, como a menudo sucede en los sectores conservadores de toda Europa. “¿Por qué no hablan en cambio de la explotación de los pobres, o de las guerras olvidadas y a menudo generosamente financiadas, o de los acuerdos económicos que se hacen a costa de la gente, o de las maniobras ocultas para traficar armas y hacer que prolifere su comercio?”, se preguntó el papa Francisco.

Y agregó: “la migración no es un problema del Oriente Medio y del África septentrional, de Europa y de Grecia. Es un problema del mundo», es “una crisis humanitaria que concierne a todos”. “La pandemia -dijo más adelante- nos ha afectado globalmente, nos ha hecho sentir a todos en la misma barca, nos ha hecho experimentar lo que significa tener los mismos miedos. Hemos comprendido que las grandes cuestiones se afrontan juntos, porque en el mundo de hoy las soluciones fragmentadas son inadecuadas”. Si bien parece que algo se está avanzando en materia de vacunaciones anticovid en el mundo y del cambio climático, nada se ve respecto a las migraciones donde están en juego “personas, vidas humanas”, dijo el Papa. “Cierres y nacionalismos —nos enseña la historia— llevan a consecuencias desastrosas”, agregó el Pontífice, recordando que muchas personas en Europa siguen insistiendo en que el asunto no les incumbe. Es triste escuchar, dijo más adelante, que se usan fondos comunes (se habla de la Unión Europea y otros) como solución “para construir muros”. “Estamos en la época de las murallas y de los muros de alambre de púa”, subrayó. Francisco no dio ejemplo concretos pero Polonia es en Europa uno de ellos, ya que quiere construir un muro en la frontera con Bielorusia por el tema migrantes. En realidad, indicó Francisco, “no es levantando barreras que se resuelven los problemas y se mejora la convivencia, sino uniendo fuerzas”. “No hay respuestas fáciles a problemas complejos” pero hay que superar la “guetizacion” favoreciendo una lenta e indispensable integración, para recibir de modo fraterno y responsable, las culturas y las tradiciones de los otros”.

Al concluir, el Pontífice hizo referencia al Mediterráneo como un “frío cementerio sin lápidas” al que ya había hecho alusión en varios de sus discursos. “El Mediterráneo, que por milenios ha unido a pueblos distintos, se está transformando en un cementerio sin lápidas”, dijo refiriéndose a los miles de migrantes que en su intento por llegar a Europa, han muerto ahogados en estos últimos años. “No dejemos que el Mare Nostrum (como se llama al Mediterráneo) se transforme en un “mare mortuum”. No permitamos que este mar de los recuerdos se transforme en un mar del olvido. Hermanos y hermanas, detengamos este naufragio de la civilización”. Francisco también escuchó a un refugiado que le contó su experiencia pero lo más impactante fue una carta que le hicieron llegar en francés muchos de los migrantes allí alojados. “Santo Padre, hemos dejado nuestros países abandonando nuestros padres, esposas, hijos para escapar de problemas como torturas, matrimonios forzados, penas por divergencias de opinión política, religiosa, sexual,” escribieron. También contaron los sufrimientos del viaje. “Fue un calvario. Fuimos víctimas de extorsiones, abusos sexuales, agresiones para pagar el viaje y desafortunadamente muchos murieron. Nosotros llegamos y el gobierno griego nos dio lo que necesitábamos. Pero a muchos les fue rechazado el pedido de asilo”. Por eso le pidieron al Papa que intervenga en favor de ellos para que Grecia y sus países aliados encuentren una solución para ellos.

Francisco también habló con los migrantes alojados en Chipre. En Nicosia, a donde llegó el 2 de diciembre, se encontró con ellos en una plegaria ecuménica en la Iglesia de la Santa Cruz.

“Ustedes no son extranjeros sino conciudadanos nuestros”, dijo en ese momento el Papa que se declaró conmovido por lo que contaron varios de ellos sobre cómo llegaron hasta Chipre. “Sus testimonios son como un espejo para nosotros, las comunidades cristianas”, dijo Francisco. “No nos deben dar miedo las diferencias entre nosotros sino más bien nuestros cierres mentales y nuestros prejuicios que son los que nos impiden encontrarnos y caminar juntos”. “Esta isla es generosa pero no puede hacer todo. No puede responder a las necesidades de recepción e integración de todos los que llegan. Tenemos que entender los límites”, subrayó, dando a entender que los países de Europa deberían también hacer su parte respecto a los migrantes.

Los mensajes al mundo político

Hablando ante las autoridades de Grecia, entre ellas la presidenta Sakellaropoulou y el primer ministro Kyriakos Mitsotakis en el Palacio Presidencial de Atenas, el Papa dijo que el paso atrás que ha dado la democracia “requiere la participación de todos” y supone “fatiga y paciencia” y la solución no pasa por buscar popularidad sino practicar una “buena política” como “arte del bien común”. Si tantos años atrás los contrastes ideológicos impedían las construcción de puentes entre el Este y el Oeste del mundo, hoy la cuestión migratoria es la que ha abierto brechas entre el Sur y el Norte, recordó.

También insistió sobre el cambio climático, enfatizando que luego de la reunión internacional Cop26 que se hizo en Glasgow (Escocia) en noviembre, se espera que “los compromisos adquiridos sean siempre más compartidos y sean puesto en práctica”. El “clima, la pandemia, el mercado común y la pobreza difundida” son desafíos que exigen colaborar concretamente y activamente”, enfatizó Francisco, que agradeció el accionar de Grecia en ayudar a los migrantes cuya recepción “más que un obstáculo para el presente es una garantía para el futuro”. En Europa, en efecto, hará falta mano de obra, según se prevé para los próximos años, porque los europeos no tienen suficientes hijos como para sustituir a la población anciana y los inmigrantes deberían ser bienvenidos también por esta razón.

A las autoridades de Chipre, con quienes se vio en el Palacio Presidencial de Nicosia, el papa Francisco les había manifestado que "el continente europeo necesita reconciliación y unidad", además de "coraje e impulso para avanzar". "Porque no serán los muros del miedo y los vetos dictados por los intereses nacionalistas los que ayudarán a su progreso -dijo- ni la recuperación económica por sí sola garantizará su seguridad y estabilidad".