Esta semana se debatió en esta ciudad a veces tan pacata un tema recontrarequetesuper tabú, la cosa de la que no se habla en arquitectura. Como saben los que tienen que padecer la mediocridad intelectual de lo que pasa por arquitectura en estas pampas, lo único que parecen registrar los graduados locales tras cinco o más años de facultad es que ornamentar es un delito, que sólo vale lo nuevo, que la actitud correcta es destacarse como sea y en particular si no se posee ningún talento detectable, y que todo tiempo pasado fue peor y está muerto. Por lo tanto, construir en estilos tradicionales es “crear falsos históricos” y reconstruir parcial o totalmente un edificio histórico es “crear una Disneylandia”. 

Estas tonterías son más que nada locales, de gente que teme el neoclasicismo como lo practican con soltura Leon Krier, David Schwarz, Bob Stern o nuestro Alejandro Moreno porque simplemente no lo saben hacer. Un raro caso es el edificio de avenida Alcorta que, famosamente, se vendió en quince minutos con el simple expediente de convocar a los que habían querido comprar en el palacio que había construido Costantini y no habían conseguido una unidad. El estudio de arquitectos, modernísimo, tuvo que contratar una historiadora porque nadie tenía idea de cómo crear una fachada a la francesa. El desprecio con que contaban la anécdota mostraba claramente dónde se paraban intelectualmente: en un shopping de Miami.

Esta semana, entonces, no fue un arquitecto el que encendió el debate sino un empresario, Wilhelm von Boddien, un alemán de 75 años envidiablemente activo y decidido que no ve por qué no se puede reconstruir un edificio amado por muchos. Von Boddien es el motor atrás de la reconstrucción del viejo palacio real de Berlín, un inmenso edificio en la Isla de los Museos cuya reconstrucción va costar una fortuna y va a restaurar la misma percepción de la capital alemana. El invitado llegó de la mano de Basta de Demoler y de la Fundación Ciudad, y dio dos charlas el martes pasado. Una fue en el auditorio de la Cámara de Diputados, como parte del primer Seminario Externo de Patrimonio Cultural y Legislación organizado por el Icomos Argentina, el Plan Rector de Intervenciones Edilicias que está terminando de restaurar el palacio legislativo y tendrá a su cargo El Molino, y la comisión de Cultura de Diputados. La segunda charla fue en el auditorio de la Universidad del CEMA para Basta de Demoler y sus aliados.

El Seminario en Diputados tuvo un contexto muy afilado, el de discutir más que nada la debilidad del marco legal que protege nuestro patrimonio, edificado o mueble, y hasta se permitió discutir otro tabú, el de castigar a los vándalos. Participaron Juan Manuel Beati, el inteligente director nacional de Mecenazgo, Mónica Capano, conocida militante del tema y hoy asesora en Diputados y en la Legislatura, Graciela Ciselli, de la comisión que evalúa el patrimonio en Comodoro Rivadavia, Pedro Delheye, presidente del ICOMOS Argentina, Federico Valdés, de la UTN de Resistencia, Liliana Zendri, especialista en derecho civil, María Luz Endere, directora del doctorado en Arqueología de UNICEN, y Guillermo García, asesor en temas patrimoniales de Diputados.

En ambos momentos, Von Boddien contó una historia muy peculiar. El palacio real de Berlín tuvo varias identidades y aspectos a medida que la ciudad crecía y pasaba de ser la capital del reino de Prusia a ser el centro de Alemania unificada, en 1871. Con gran humor, el alemán explicó que siendo una ciudad joven Berlín copiaba y agrandaba, haciendo versiones de edificios famosos a escala mayor. Muy porteñamente, el palacio terminó siendo un pastiche de edificios romanos en versión extra large. Como tanto en la ciudad, lo que quedaba del schloss para 1945 era una ruina carcomida pero restaurable, como se restauraron decenas de miles de edificios en todo el país y como se restauró tanto en Rusia y Polonia. Sin ir más lejos, la Varsovia “histórica” que vemos hoy es una reconstrucción minuciosa posterior a la prolija demolición de la ciudad a manos de los nazis.

El palacio quedó del lado oriental de la ciudad dividida, perfectamente visible desde el lado occidental a través de la famosa Puerta de Brandenburgo y del eje de la avenida de los Tilos. La república democrática, sin embargo, decidió demolerlo por completo para crear una plaza para manifestaciones y marchas que, esencialmente, se usaba tres veces al año pero podía acomodar desfiles masivos, de cientos de miles de personas. Donde estaba el palacio se construyó una suerte de tribuna para que el gobierno recibiera el homenaje de los que desfilaban. Von Boddien hasta detalló que no sólo se podía restaurar el palacio sino que hacerlo hubiera sido más barato que demolerlo y hacer la plaza y la tribuna. Pocos años después se construyó un mamotreto a la soviética, el republikschloss, famoso por su curtain wall dorado. El edificio cubrió un lado de la planta del viejo palacio real y no aportó nada a la desolada plaza. 

Von Boddien mostró una foto que él mismo tomó del lugar siendo adolescente, en una excursión “al otro lado”, y contó que nunca se olvidó de esa desolación. Con la reunificación alemana, comenzó con siete amigos un movimiento para hacer algo imposible, reconstruir el stadtschloss y restaurar el espacio urbano del centro berlinés. Nadie le dio bola y el que se la dio fue para llamarlo loco o ignorante, usando el mismo argumento del falso histórico y de Disneylandia. Von Boddien y sus amigos hicieron lo que hay que hacer, que es no dar bola, y siguieron adelante. Como recordó, “a un cinco por ciento del país le parecía una buena idea, a otro cinco le parecía una idiotez y al noventa le importaba un pito. Nos faltaba convencer a un 46 por ciento”.

Eventualmente, lo lograron, ayudados por una larga campaña de difusión y un simple argumento visual, el de la enorme calidad de la arquitectura perdida frente a la existente. La vasta obra que se ve en las fotos es el producto de un concurso internacional que remodela el bodrio stalinista y lo usa de fachada, reconstruye las otras tres y la cúpula, recrea el formidable patio interior y deja espacios internos a nuevo para un Forum cultural con colecciones de arte internacionales y espacios de exposición. El costo es de 590 millones de euros, las fuentes de financiación son colectas y donaciones (el estado sólo pone el terreno) y la tecnología es notable. El interior es de hormigón, el exterior de ladrillo y piedra, la unión es una capa aislante como manda la ley en estos tiempos de conservación de energía. El grosor final de los muros es exactamente el de ante, un metro.

De los notables ornamentos del palacio original se conservó muy poco, piezas sueltas en museos o espacios públicos, porque la demolición fue hecha con explosivos. La documentación creció en los veinte años de campaña del grupo de Von Boddien, cuando aparecieron hasta los planos que se creían perdidos. Un batallón de escultores está tallando a nuevo las esculturas y la heráldica del palacio.

Cuando se le pregunta sobre el debate de los falsos históricos, el alemán sonríe y se encoje de hombros. Resulta que, como decía George Orwell de la propaganda de Stalin, hace falta ser arquitecto para creerse algo así. Ninguna persona normal se lo creería.

En La Boca

Se les está complicando el negocio a los ejecutivos de Boca Juniors y sus íntimos socios en el gobierno porteño. Resulta que la Cámara porteña le hizo lugar a La Boca Resiste y Propone, el grupo que cuestiona la entrega de los terrenos de la Casa Amarilla al club, para que pueda pedir un amparo frenando el proyecto. En primaria instancia, un juez los rechazó con el argumento ramplón de negarles entidad para ser amparistas. La Cámara lo corrigió y ahora procederá el amparo que busca proteger las valiosos 3,2 hectáreas en el barrio. Los vecinos sospechan del precio vil que consiguió Daniel Angelici para su proyecto de nuevo estadio.

En Palermo

Se acaba de inaugurar el nuevo ingreso del Jardín Botánico sobre la avenida Santa Fe, en un diseño mucho más moderado que el propuesto originalmente por el gobierno porteño. Gracias a la rápida intervención de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos que preside Teresa de Anchorena, la entrada no es tan pesada ni tan alta. Tampoco tiene la zonza vereda con hojitas que proponían, ni el tonto jardín sobre el techo. No es lo ideal, no es elegante, sigue siendo arquitectura municipal, pero valga como un buen caso en que se pone un poco de rigor en un lugar histórico y se modera el daño.

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