Compositor, dramaturgo, actor y hombre de cine, Enrique Santos Discépolo interpeló a la sociedad argentina de su tiempo con la mordacidad de sus creaciones. El filósofo del tango, como se lo supo considerar, fue un artista integral, cuya obra lo trasciende y tiene vigencia hasta nuestros días. A 70 años de su muerte, Caras y Caretas dedica su edición de diciembre, que estará el domingo en los kioscos opcional con Página/12, al autor de tangos inolvidables como “Cambalache” y “Yira… yira”.

En su columna editorial, María Seoane cuenta que para 1951, “Enrique Santos Discépolo ya era el autor de tangos memorables, como ‘Cambalache’, con el que pintó la crisis de los años '30 del capitalismo, y su zarpazo en dictaduras, violencias y miserias, en la Argentina. Cuando definió un siglo XX ‘problemático y febril’, donde ‘el que no llora no mama y el que no afana es un gil’, ya había contado la melancolía de abandonar el barrio, los amigos, el fin de una juventud de casas bajas, potreros y sueños en aquel ‘Cafetín de Buenos Aires’, en ese azul de frío y la ñata contra el vidrio antes de decir adiós. Discepolín ya era un poeta y dramaturgo que había dibujado en ‘Yira… yira’ ‘la indiferencia del mundo que es sordo y es mudo’ ante la pobreza y la desocupación de los años '30”.

Felipe Pigna agrega: “Discepolín sufrirá la censura del Ministerio de Marina, que prohíbe la difusión radial de sus tangos ‘Que vachaché’, ‘Chorra’ y ‘Esta noche me emborracho’, por promover el lenguaje vulgar y, sobre todo, porque llamaban la atención del pueblo sobre la dura realidad argentina. Discépolo será en la Década Infame, junto a Marambio Catán y el Negro Celedonio Flores, la voz de los silenciados”.

Desde la nota de tapa, Sergio Pujol sostiene: “A 70 años de su muerte, Enrique Santos Discépolo nos sigue dando letra. Es posible que ningún otro autor argentino nos sacuda tan fuertemente, nos mueva el piso de ese modo. Ningún otro ha tenido esa capacidad para hablarnos desde el pasado como si estuviera al lado de nosotros. Siendo expresión perfecta del tango canción y divisa de la Buenos Aires de los años '30 y '40, su obra y su figura saltaron las empalizadas de su época para volverse contemporáneas de todos nosotros, siempre. Desde luego, el tango ha dado grandes letristas. Incluso, en el ranking de los tangueros, Homero Manzi luce invencible, en tanto encarna el ideal poético de modo pleno. Sin embargo, la transversalidad de Discépolo es única”.

Irene Amuchástegui escribe sobre los grandes tangos que compuso Discépolo. Cecilia Fumagalli da cuenta de su obra dramática y su relación con el mundo del teatro. Y Guillermo Courau aborda su faceta cinematográfica, como actor, guionista y director de cine.

Oscar Bosetti rememora la participación de Discépolo en el ciclo radial Pienso y digo lo que pienso, donde interpelaba al gorila Mordisquito para que pudiera darse cuenta que sus intereses de clase media eran muy distintos de los de la oligarquía antiperonista. H. Daniel Dei reflexiona sobre la impronta filosófica de la obra de Discépolo. Y Vicente Muleiro reconstruye su derrotero político, de Forja al peronismo.

En tanto, Laura Santos aborda la vida privada del autor de “Cambalache”, entre su gran amor por Tania, con quien compartió la mayor parte de su vida, y su amorío con la actriz mexicana Raquel Díaz de León, con quien tuvo un hijo al que le dio padrinos y sustento económico, pero nunca reconoció legalmente.

Damián Fresolone reúne testimonios de artistas jóvenes que hablan sobre la influencia y el legado de Discépolo. Y Mariano del Mazo escribe sobre la incidencia de la obra del autor de “Yira… yira” en América latina.

Ricardo Ragendorfer aporta una crónica policial a partir de la relación de amistad entre Discépolo y el caudillo Carlos “Gauchito” Lencinas, forjada al calor de la afinidad política entre ambos. Y Ana Jusid trae al presente unos recuerdos de infancia que llevan la banda sonora de Discepolín.

El número se completa con entrevistas con Rita Cortese (por María Zacco) y Jorge Dimov (por Adrián Melo).

Un número imprescindible, con las ilustraciones y los diseños artesanales que caracterizan a Caras y Caretas desde su fundación a fines del siglo XIX hasta la modernidad del siglo XXI.