El presidente estadounidense, Donald Trump, aprovechó su visita al Muro de los Lamentos en Jerusalén Este, enclavado en un territorio palestino ocupado por Israel desde 1967, para reafirmar el "vínculo indestructible" entre Estados Unidos y Tel Aviv, y volvió a denunciar con virulencia el papel desestabilizador de Irán en la región.

Aunque apenas abordó el conflicto israelí-palestino, Trump, quien espera alcanzar un acuerdo de paz que no consiguió ninguno de sus predecesores, se refirió a la "rara oportunidad" que tienen Israel y los países árabes de enfrentar al terrorismo islámico y a Teherán.

Al igual que en Riad, donde pasó dos días, el presidente estadounidense atacó a Irán, afirmando que debía poner fin a la "financiación, el entrenamiento y el abastecimiento mortales de los terroristas y las milicias".

"Para poder soñar, debemos poder estar seguros de que Irán está muy lejos de nuestras fronteras, lejos de Siria, lejos de Líbano", declaró, por su parte, el presidente israelí Reuven Rivlin, devolviendo la gentileza.

Durante el primer día de su estada a Israel, Trump también visitó el Santo Sepulcro, el lugar más sagrado del cristianismo, aunque donde permaneció largo tiempo inmóvil fue en el Muro de los Lamentos y, siguiendo la tradición, colocó un trozo de papel entre las piedras.

Su esposa y su hija, Melania e Ivanka, se dirigieron a la parte reservada a las mujeres. Esta última, que también es consejera del presidente en la Casa Blanca, se convirtió al judaísmo años atrás y, en el Muro, lloró.

Ninguna autoridad israelí acompañó a Trump en su visita al Muro, ya que su presencia habría podido ser interpretada como un reconocimiento por parte de Estados Unidos a la soberanía que Israel reclama en ese lugar para sí.

Cerca de allí se extiende la Explanada de las Mezquitas (el Monte del Templo para los judíos), el tercer lugar sagrado para los musulmanes.

Su dimensión religiosa y política, convierten a Jerusalén en el centro del conflicto israelí-palestino. Mientras Israel considera toda la ciudad como su capital "indivisible", los palestinos quieren radicar en Jerusalén Este la capital de su Estado, al que aspiran desde hace décadas.

Teniendo en cuenta que las últimas negociaciones entre Israel y los palestinos, bajo supervisión estadounidense, fracasaron en abril de 2014, hace años que la paz no parecía tan lejana como ahora.

Washington, mientras tanto, trata de minimizar el escándalo provocado por el hecho de haber compartido información confidencial con Rusia, sin el acuerdo de Israel, acontecimiento que Trump descalificó como “otra historia falsa" contra su administración, y se empeña en reanudar las negociaciones de paz, aunque no se sabe a ciencia cierta cómo espera alcanzarlo. “Hay una posibilidad enorme de un acuerdo que sea bueno para todos”, declaró antes de emprender el viaje al diario Israel Hayom, medio que publicó los trazos generales del borrador que le presentó al premier israelí Benjamín Netanyahu hoy y que mañana le entregará a Abbas, en Belén, Cisjordania.

Según el periódico, después de su histórica abstención en el Consejo de Seguridad de la ONU, que resolvió reclamar el fin de su política de asentamientos en territorios palestinos, incluido Jerusalén Este, EE. UU. no frenaría la expansión de los asentamientos en Cisjordania, aunque limitaría su crecimiento a las zonas urbanizadas ya consolidadas.