El ministro de Economía Martín Guzmán suele usar la expresión “tranquilizar la economía” como una finalidad y como una herramienta. Le cuesta conseguirlo. Al anunciar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) imaginó que tendría unos meses de alivio. El presidente Alberto Fernández pensaba parecido. No les está saliendo, las reacciones se sucedieron en cadena y la más potente (lejos) llegó desde adentro: la carta de renuncia del diputado Máximo Kirchner a la presidencia del bloque.

Frente de Todos

La fórmula presidencial de la coalición oficialista siempre fue un experimento difícil, sin precedentes históricos. Fue el hallazgo, la gran maniobra de Cristina para impedir la reelección del expresidente Mauricio Macri. Pero las diarquías son complicadas, a Fernández le tocó una etapa cruel… En estos días se ensombrecen (o se empiojan como poco) las perspectivas de sostener la unidad que fue bandera, es recurso y condición de supervivencia. Es prudente negar que haya divisiones, es fundamental laburar para sustentar la promesa.

Máximo Kirchner y Sergio Massa

La convivencia de MK y el presidente de la Cámara Sergio Massa fue uno de los contados ejemplos de funcionamiento aceitado y eficaz entre sectores diversos del FdT. Máximo da por terminado el experimento en su carta, escrita totalmente en primera persona del singular y sin mencionar a La Cámpora. Sus reproches apuntan más arriba: al presidente primero, al equipo económico en yunta. Relata incumplimientos varios y cuestiona a la “estrategia” de la negociación con el FMI y más a sus resultados. Alberto F. y Massa quisieron disuadirlo. La respuesta de Kirchner es lógica aunque podría ser discutible el momento que eligió. No es deseable que presida el bloque cuando cuestiona tan severamente al acuerdo. Un hilo de tuits de Agustín Rossi (expresidente del bloque) le reconoce sensatez a la renuncia. El "Chivo" Rossi agrega que el Acuerdo es razonable, dentro de lo posible, que se han evitado condicionalidades que eran usuales en los pactos con el FMI y apoya la acción del Gobierno. Este cronista concuerda con su postura. Sigue pensando que el default era un salto al precipicio sin ambages. Que una judicialización ante Tribunales Internacionales era una vía ilusoria.

A la vez, el firmante de esta columna entiende que el Gobierno incurrió en varios errores tácticos entre ellos demorar el cierre con el FMI confiando en una recuperación a fines de 2020 y un éxito electoral el año pasado. Y que sus flojos desempeños en materia económico social fueron la mayor explicación de la derrota en el cuarto oscuro.

Derrota que, volvamos al núcleo de esta columna, atañe a todo el oficialismo y no solo al principal responsable, el presidente. Revés que agrega debilidad a las que encontró Alberto y que agravó la pandemia.

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Máximo Kirchner subraya que acompañó proyectos que no lo convencían pero, a su ver, el Acuerdo con el FMI violenta sus convicciones. Hace poco defendió el presupuesto 2022 que la oposición hizo encallar. Si bien se mira, el diseño se corresponde con las líneas básicas trazadas por Guzmán, no es antitético con las metas ahora anunciadas. En ese trance, la correlación de fuerzas signó la derrota en el recinto. Las convicciones, irrenunciables para hacer política, no bastan para ganar en todas las pulseadas.

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Adivinar el futuro, aun el cercano, escapa a las competencias del cronista. No sabe si el Gobierno cumplirá las metas pactadas con el FMI, reparando al mismo tiempo su deuda social con los argentinos. Supone que tiene una brecha de oportunidad, exigua pero no imposible.

No sabe si el paso al costado de Máximo Kirchner suscitará imitaciones en compañeros y compañeras. Varios funcionarios kirchneristas explicitaron que no se repetirán dimisiones grupales, como las sucedidas después de las Primarias Abiertas (PASO). Es una buena señal.

El debate en el Congreso sobre el Acuerdo se dificulta. La oposición política tendrá la oportunidad de no aprobarlo, fundándose en la inseguridad que generan las internas del oficialismo. Y la fuga de votos propios cuenta con altas probabilidades.

El joven y laburador diputado santafesino Germán Martínez, nuevo presidente del bloque, fue asesor de Agustín Rossi años ha. Tiempos ora buenos, ora difíciles. Lleva años de experiencia en la Cámara. Buena forja para quien tendrá por delante una tarea ardua, un desafío mayúsculo.

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Ante circunstancias como ésta se pone de moda releer (bien o pésimo o masomenos) las lecciones del sociólogo Max Weber y sus lecciones sobre la ética de las convicciones y la de la responsabilidad. No se hará en esta nota, por ahí más adelante. Sí vale rememorar otra enseñanza del maestro: en política cualquier protagonista es responsable de las consecuencias de sus actos aunque no las hubiera querido ni imaginado. Lo que vale para todo el elenco oficial

La gobernabilidad sostenida durante las dos pestes superando dolores, pérdidas y carencias no estaba garantizada de antemano ni es producto de la suerte o de magia. Es un logro colectivo de la sociedad civil, conseguido merced al apoyo de gente común, organizaciones sociales, sindicatos cuya templanza puede encontrar un límite. Para el oficialismo, es primordial cuidar ese logro.

Desde afuera, diría el Martín Fierro, la perspectiva es clara. Para la derecha autóctona, todos los peronistas son lo mismo. Y cada conflicto entre ellos, una oportunidad.

La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner padeció desde fines de 2015 el abandono por parte de demasiados peronistas que cambiaron de camiseta. El sentido de autopreservación indujo a olvidar rencores, agravios y hasta traiciones… unirse para trascender al macrismo.

La dirigencia y la militancia peronista tienen el deber de cuidar la unidad. Que no exige acallar debates, ni privarse de sincerar diferencias pero sí evitar agresiones, no engolosinarse con la pelea interna. Mirar al contexto, comprender que los adversarios políticos o los enemigos de la democracia están bastante ordenaditos para sacarlos de la cancha, con elecciones o con golpes de mercado. Se torna imprescindible comprender una vieja verdad futbolera: los otros también juegan. Urge entender quién se beneficiaría si fracasara la audaz experiencia de coalición. Que es condición necesaria aunque, queda dicho, no suficiente para levantar cabeza.

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